COLUMNAS

Conflictos entre parejas
Jorge Luis Falcón Arévalo.

ATOYAC DE ALVAREZ, GRO.- En todas las relaciones existen momentos o situaciones que provocan conflicto, malestar o enojo, sin embargo cuando existe un reconocimiento inequívoco del «otro u otra» como sujeto de derecho, que tiene el mismo valor, que es un ente autónomo, estos momentos o situaciones de tensión suelen resolverse sin que se ejerza poder o control sobre el otro, ya sea limitando o coartando sus decisiones o imponiendo por la fuerza y la violencia.
Las situaciones que más molestan a los esposos o parejas, son aquellas donde existe una aparente pérdida de control sobre la mujer, tales como: que ella opine distinto a él; ella le recuerda sus obligaciones; no le obedezca; se salga sin su permiso; no le dedique suficiente tiempo o atención y en el caso extremo niega a tener relaciones sexuales con él.
Adriana, esposa de José, mantuvieron una relación «estable» de casi 15 años, donde él a causa del alcohol y se presume de algunas drogas, se violentaba por su imperiosa ambición del dinero. Él trabaja para los medios masivos. Negociaba hasta una línea de sus escritos para lograr un billete sea de quien fuera. Tiene la errónea creencia pues bien ese es el problema central de Pepe.
Pepe gandalla, se obsesionada cada día más no con su trabajo sino con la perjuicio de sacarle jugo a sus publicaciones; pues por obviedad sus «vicios» requerían de mayor cantidad de dinero. Vicios que resultan de un falso status. Y Pepe vive esa falsa ilusión de que con dinero baila el perro; y, él es el perro.
Por esas cuestiones que trastornaban el carácter de José, Adriana empezó a salir. Salía con sus amigas al café, a distraerse porque su mundo cada vez se cerraba, era ya en sí un círculo vicioso. Adriana opinaba bajo otras circunstancias y otros puntos de vistas coherentes y reales, Pepe, ya no estaba en ese mundo. La violencia se apersonó en mayor cuantía. Pues en esa ocasión de la cachetada «normal o el tradicional empujoncito», paso a una serie de golpes que dejaron huella en su rostro y cuerpo; principalmente en las piernas con una tercia de patadas.
La violencia se coronó, el día en que Adriana le contestó y le hizo una serie de reclamos que ameritaron la vergüenza de Pepe; por las verdades dichas y hechas. En ese momento la bestialidad de Pepe salió y tomando su cinturón le cruzó entre tres y cuatro cinchazos que fueron suficientes, para que le reventara con la hebilla del cinturón, el ojo izquierdo de su mujer. Un grito seco. La ceguera.
Adriana; afortunadamente, no perdió el ojo, pero su visión es borrosa por la lesión en ese órgano visual. Vive con otra pareja. Es feliz al menos, porque dice: ¡No hay gritos, no hay violencia!

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