martes, 24 de mayo de 2011

CULTURAL/SOCIAL



La banda viajera
Apolinar Castrejón Marino

Uno de los acontecimientos más importantes en la vida de México fue la renuncia del dictador Porfirio Díaz a la Presidencia de la República y su posterior destierro en Francia, hace poco menos de 100 años.
Tales hechos eran los anhelos más profundos de los mexicanos, por los cuales lucharon y ofrecieron su sacrificio en los largos años de revolución. Representaba el fin de la humillación, la explotación y el sometimiento, impuestos a sangre y fugo. Significaba el fin del abuso de poder, de la impunidad y la complicidad.
La figura del tirano que es expulsado de su trono, despojado de su poder y con el repudio a cuestas, se forjó entonces, y permanece en el imaginario de la gente como algo deseable, como el fin de la justicia, como el castigo divino para los que «se portan mal». Aunque las cosas, en la realidad, son muy distintas.
Es cierto que Porfirio Díaz fue obligado a renunciar,
 que despidió a sus docenas de sirvientes, y que en La Coruña, España, un grupo de manifestantes comunistas lo repudió llamándolo asesino. Pero eso fue todo.
El 26 de mayo de 1911, la familia Díaz salió hacia la estación de trenes de Santa Clara al sur de la Ciudad; pero lo hizo como si fueran a un día de campo o a una fiesta. Don Porfirio y su esposa doña Carmen Romero Rubio, acompañados de sus hijos y las hermanas de Doña Carmen, salieron escoltados por el General de División Victoriano Huerta.
La familia presidencial partió entre vivas y saludos con rumbo a Veracruz. En el trayecto fueron atacados por bandoleros, pero fueron repelidos y asesinados por la tropa de élite de Victoriano Huerta. La noche del día 27 de mayo, llegaron a la Ciudad y Puerto de Veracruz, en donde fueron recibidos con una cena-baile en su honor.
Al día siguiente deberían emprender su camino al destierro, pero no lo pudieron hacer porque les ofrecieron banquetes y fiestas en varios puntos de la Ciudad. Fue hasta el 31 de mayo que a bordo del buque portugués Ypiranga zarparon con rumbo a Europa.
Debido a una infección bucal que le aquejaba desde que era presidente de México, Porfirio Díaz decidió internarse en una clínica de Interlaken, Suiza. Así, la familia Díaz pudo conocer los sitios de interés turístico, hasta que Don Porfirio quedó curado los últimos días de junio. Todas estas «atenciones» corrían a cargo del erario público, o sea de los impuestos de los mexicanos.
El 20 de julio llegaron a Paris, la Ciudad Luz. El General Gustave León Niox les ofreció una visita guiada por la ciudad, y los llevó a los museos, le propició una visita al cuartel de Los Inválidos, que eran los soldados jubilados franceses que habían peleado en la guerra de intervención setenta años atrás.
El General León Niox llevó a la familia Díaz al mausoleo de Napoleón Bonaparte a quien Díaz admiraba. Niox, sacó de su urna la espada que Bonaparte usó en 1805 durante la Batalla de Austerlitz, y la colocó en manos de Díaz, y entonces el Ex Presidente expresó su profunda emoción por tener la espada y que éste no merecía tenerla en sus manos, a lo que Niox contestó, «Nunca ha estado en mejores manos».
Porfirio Díaz en el destierro, se dedicó con su esposa a recorrer las principales ciudades de Europa. En abril de 1912, fue recibido en el Palacio de la Zarzuela, Madrid por el Rey de España, Alfonso XIII, quien lo invitó a residir en la Península Ibérica y le hizo entrega de una espada como obsequio.
El matrimonio Díaz-Romero visitaron San Sebastián y Zaragoza. El káiser Guillermo II de Alemania le envió a Zaragoza boletos para presenciar las maniobras militares de su ejército en Múnich. Fijaron su residencia en París, y empezaron con la costumbre de irse a Biarritz y San Juan de Luz, en la costa francesa, durante el invierno.
A inicios de 1913, comenzaron un viaje por África del Norte y su travesía los llevó a conocer El Cairo, Kenneth, La Esfinge y la Pirámide de Keops. Ahí Díaz fue retratado en una fotografía que actualmente es propiedad del Archivo General de la Nación. A su regreso a Europa, disfrutaron de Nápoles y Roma.
En México, la situación política no se había remediado con la renuncia de Díaz. Madero fue electo presidente y tomó posesión del cargo el 6 de noviembre, y el 25 de noviembre, Emiliano Zapata proclamó el Plan de Ayala exigiendo la restauración de los derechos agrarios y desconociendo a Madero como presidente.
Y desde entonces, en México nunca han sido recompensados los buenos y nunca han sido castigados los malos. La política es el arte de que los ricos y poderosos mantengan su dominio sobre los que trabajan, es el arte de que una clase selecta sea dueña de las tierras, los recursos naturales y los recursos del subsuelo. La política es el arte de que una raza especial sea dueña por generaciones, del gobierno y de la autoridad. Por los siglos de los siglos.

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