COLUMNA

Falconario
SIMPATIZANTES INEFABLES.
«Con dinero o sin dinero; pero sigo siendo el rey», reza la canción del siempre bien recordado y briago cantautor guanajuatense José Alfredo Jiménez. Esto cae como aperitivo literario, para entender a cada cabezota de querer agremiarse, arrejuntarse, adherirse o sindicalizarse a la organización política que más le cuadre. Así de simple y sin dope.
Tricolor, amarillo, azul, verde, morado, gris, o de la policromía que guste; ello no cambiará en nada su forma de actuar ni de decisión. Mucho menos de ser gandalla o malandrín. Se ha visto en la pasarela de la polaca a muchos que han sido travesti en su comportamiento partidario; y ajotado en sus predicas por justificar su proceder, por esa camaleónica cualidad o talante.
¿Habrá a alguien que le importe que tal o cual «miembro distinguido» cambien de partido político, cada vez que sus principios, son terminales de sus apetencias y satisfacción de sus anhelos? Por supuesto que no; porque si ha roto la moral y la ética; porque han adquirido otros nombres menos específicos. Todo se transforma.

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