COLUMNA


La Jaula de Dios
Jesús Pintor Alegre
Con el calentamiento global y las distorsiones climatológicas, esta temporada de lluvias debería alertar a Protección Civil y a todas las fuerzas de emergencia. Ya causó destrozos en Acapulco el meteoro llamado Beatriz, de hecho uno de los primeros de la lista de este año como fenómeno. La naturaleza nos está pasando la factura y que no nos sorprendan los efectos hasta disparatados que pudieran ocurrir.
Por la tarde el servicio de alertamiento meteorológico de la subsecretaría de Protección Civil, nos decía en su comunicado que no había problemas y que se iban a presentar lluvias en su muletilla acostumbrada: de ligeras a moderadas, y que Beatriz no iba a tocar tierra, pero sólo en Chilpancingo el chipi chipi no dejó en toda la tarde y los efectos devastadores se empezaron a dar.
A las 11 y 30 de la noche, la Subsecretaría de protección Civil, se vio obligada a emitir un comunicado de emergencia, en la que hablaba de los riesgos que se corrían, y bueno, fue porque el gobernador Ángel Aguirre Rivero, alertado horas antes, había recorrido los lugares con problemas, e interrumpió su cotidiano movimiento político.
Tanto se ha dicho que los efectos del calentamiento global tarde o temprano nos estarían cobrando los costos, pero seguimos sin despertar del letargo. Sin mucho movimiento continuamos en la creencia de que esto es interminable, infinito, que es mentira que pueda ocurrirnos algo, que todo se ha magnificado.
Vemos la preocupación de algunos alcaldes, hay que decirlo, aunque otros poco caso hacen. Allá en la Tierra Caliente, la acción contra los saqueadores de material pétreo, por decir algo, debe de ser vigilada y empezar a tomar acciones, ha comentado el alcalde de San Miguel Totolapan, Egdy Julián Gómez.
De la misma forma en la vasta extensión de zonas arboladas totolapense, donde también son causa de la alteración climatológica al talarse los árboles sin control y bajo la ambición de apropiarse de más área ante la ineficacia de Profepa y hasta de la Semarnat. No hay forma de hacer algo contra los voraces empresarios que todo lo hacen mover en torno al dinero.
Nos estamos acabando, podría ser la expresión, pero lo peor no es eso, sino que estamos dejando un escenario desolador para las próximas generaciones, de cierto. Ya se ha dicho al cansancio, de que el agua será motivo de guerras entre pueblos y países y enconos familiares.
También se ha dicho del adormilamiento de la gente, que al sentirse su inquietud, el gobierno apaga con programas paternalistas. Hasta allí está bien, pero esto es como la paleta de hielo, como dirían en la Costa Chica, te lo comas o no, se acaba porque se acaba.

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