jueves, 21 de julio de 2011

COLABORACIÒN

¡Maestros de 3!
¿qué hicimos mal?

Benhazir Mayocas

El pasado lunes leimos que en todo México los maestros que hoy pretenden ocupar una plaza en alguna aula apenas alcanzan de calificación un ¡3! porque apenas si pudieron responder el 30 por ciento de las preguntas de un examen.
Me ocasionó casi un shock; me quedaba claro tras leer el texto, que más allá del SNTE, de la Gordillo y demás lacras, la sociedad toda, somos igual y altamente responsables de este, el peor descalabro social, cultural, educativo y moral de la historia reciente de nuestro país.
Más tarde, me encontré en el Vips de Chilpancingo con un tío que participó como observador de la aplicación del examen a profesores en Guerrero el pasado domingo. Su plática no solo me dejó en estado de petrificación, sino que ahondó en mí la desazón, la angustia, el descorazonamiento.
Me dice mi tío que junto con otros dos observadores, recorrían los pasillos del Tec de Chilpancingo y se percataron de que empleados de la SEG, portando unos cartelitos con determinada letra del abecedario, instaban a voz en cuello para que los participantes en el examen y cuyo apellido iniciara con una de las letras, se encaminaran a determinado edificio y salón.
Que uno de esos jóvenes portaba el curioso cartelito con la letra B y que frente a los observadores, fue alcanzado por una joven maestra, que se le acercó inquiriéndole que dónde estaba el edificio para los de la letra B, ya que ella por su apellido, tenía que ir para allá.
El portador del cartelito amablemente atendió a la maestra y lo primero que le pidió, fue que le mostrara su identificación para ver algunos datos y fue allí donde la futura profesora puso cara de ¿qué?, mostrando dificultad para atender la petición del guía y luego, tras explicarle el empleado de que les habían dado un gafete a los participantes al examen; que gafete es un cartoncito amarrado a un cordelito y que llevaba al cuello, aquella «santa e inocente mujer» reaccionó como entendiendo y lanzando en su mal español un pésimo inglés «pocho» ¡ah, oh sí, oh! ¡ok! y, le mostró el cartelito en cuestión.
El joven que trataba de ayudarle a esta nueva apóstol de la educación guerrerense enmudeció al leer: el apellido de la maestra empezaba con «uvé» V y no B.
La maestra, entercada insistió que tenía que ir al edificio que albergaba a los apellidos con B, hasta que ya impaciente, el jovencito aquel le mostró varias veces a la educadora que él orientaba a los del apellido cuya letra iniciara con B, y le bailaba frente a sus ojos la letra impresa a buen tamaño para que la comprendiera, descifrara y digiriera. Hasta entonces y solo hasta entonces, aquella joven entendió y aceptando que para ella era lo mismo apellidarse Bentura que Ventura.
Tras la charla, aderezada por las risotadas de mi tío que lo había presenciado, entré en razón. Algo hicimos mal, algo hicieron mal mis padres. Le hemos fallado a la patria. Inútil es la sangre derramada de Morelos, de Hidalgo, Guerrero, Alvarez, Zapata o Villa. Han muerto todos ellos de la pura pena; que alguien les avise a los ayotzinapos, a los de la UAG, a esos que a cada marcha los invocan alegando que viven. Ay Dios.

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