COLUMNA


La Jaula de Dios
Jesús Pintor Alegre
La perplejidad ha tocado nuestros corazones, este día hemos de reconocer al presidente municipal de Acapulco, Manuel Añorve Baños, la profunda honestidad con lo que ha hablado, si alguna vez se tiene que reconocer esa virtud, es hoy mismo, sin ninguna duda, y ese acto, hay que reconocerlo, es pocas veces visto en los políticos.
El asunto es que hace dos días el alcalde porteño, avaló lo que había pronunciado el encargado de despacho de la Policía municipal de Acapulco, Miguel Ángel Hernández, en el sentido de que los reporteros utilicen chalecos antibalas en operativos, en la cobertura de un hecho delictivo y digamos que casi toda su vida, hasta para dormir, comer y defecar, inclusive para bañarse, se le debe añadir.
Recibimos algunos comentarios al respecto, inclusive de indignación, como la del compañero reportero de la paraestatal RTG, Humberto Peralta Vega, que preguntó que entonces dónde estaban las autoridades, que para qué servían, y aquí es donde entra la honestidad de esa gente de las riendas públicas. Manuel Añorve Baños es honesto, como su encargado de la Policía, pues simplemente saben de su incompetencia.
Están consientes de su incapacidad de darle seguridad a la ciudadanía, eso es honestidad, en todos lados. Claro que entrarán preguntas como que entonces ¿para qué cobran como autoridades?, es cierto pues, pero lo que hay que resaltar aquí es esa honestidad con la que se condujeron para llegar a esta conclusión, honestidad, que de cierto, en un político es difícil encontrar.
Se dieron algunas posturas, como la del secretario del sindicato nacional de Redactores de prensa, delegación XVII, Salomón Cruz Gallardo, quien calificó como positivo que los reporteros utilicen chalecos antibalas, sobre todo los de Acapulco, por la ola de violencia que se vive en el estado, dijo. Para su protección personal, sí, pero también, se le debe añadir, porque en esta selva de la cretinez de Perogrullo, se debe hacer porque no contamos ni con el Chapulín Colorado para defendernos.
Y entonces se eructarían preguntas del ocio y que empujan sin embargo, la reflexión, como esa de Rius que dice: «¿serán cristianos los obispos y cardenales?»... la honestidad de Manuel Añorve Baños nos ha golpeado la cara: es incompetente. Pero esa honestidad no es nueva, ya cuando fue candidato a gobernador nos dio una muestra: un empresario de Ciudad Altamirano le pidió en un mitin, que de llegar a la gubernatura, ofreciera seguridad y acabara con la violencia.
Manuel Añorve Baños, henchido de orgullo y con el pecho inflamado, pronunció muy orondo en el Club Rotario calentano, que para acabar con la violencia, habría que orarle a Dios, que nos encomendáramos a él… claro, otra muestra de honestidad más evidente no podría haber, de cierto, simplemente porque era conocedor de que no sería capaz de acabar con la barbarie.
En esto de buscar a quien cargarle las culpas, lo hemos oído de alcaldes de todos lados, incluido Héctor Antonio Astudillo Flores, pues bueno, es un acto muy sencillo y hasta muy cómodo, pero no por ello, irresponsable. No hagamos caso a la expresión del literato ruso Isaac Asimismo, quien dice que la violencia es el último recurso del incompetente, pues faltaría ver en la parte contraria, la incompetencia del que debe combatirla. Y aquí sinceramente los políticos no salen bien librados.
Y bueno, ¿porqué los políticos?, como diría el intelectual y casi premio Nobel de Literatura, Vicente Fox Quesada «¿por qué yo», bueno, simplemente porque cobran para eso. Ya antes el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, ese el de su empleo y el daño colateral sin ser Terminator, dentro de su inutilidad o en su búsqueda de a quien echarle la culpa, reclamaba la ayuda del estado y municipios.
El Congreso de la Unión lo avaló, y también amarró la importancia de que los tres niveles de gobierno se coordinaran para acabar con este flagelo, y ayer mismo, el diputado federal, Filemón Navarro Aguilar, exigió que ya dejen de estarse echando la bolita para ver de quién es la responsabilidad.
Todos tienen que trabajar, dijo, incluyendo a los diputados timoratos que prefieren no hablar del fenómeno que nos está aniquilando. Al menos, eso que quede escrito en barras de hielo, para confinarlas a los archivos muertos.

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