COLABORACIÓN
Marcha de las patas
Apolinar Castrejón Marino
Nos hemos enterado que las patas se están organizando para hacer uso de sus derechos a manifestarse, y por lo cual realizarán una marcha de protesta contra la sociedad machista y ojeta, que las ha ofendido y humillado por los siglos de los siglos.
Las patas organizadas denuncian que son tratadas con desprecio y falta de respeto a su plumaje. Refieren que es muy despectivo cuando la gente expresa con sorna que «alguien…tiene que ser pato, por que camina como pato, tiene plumaje de pato, y su cola es como de pato».
Reclaman que a ellas les asiste el derecho de tener el plumaje como quieran y no por eso la gente las trate como prostiputas, meretrices y proxenetas. Nadie debe ser juzgado por su plumaje. Y en realidad, todas en algún momento de la vida son prostiputas, meretrices y proxenetas.
También les ofende que la sociedad haya creado una marca muy corriente llamada «patito», para referirse a los productos de mala calidad, a los estudios ilegales e incompletos, y a los «profesionistas» que usurpan sus títulos. Porque dicen que ellos son «marca patito».
También están muy indignadas porque en la literatura infantil, abundan los cuentos donde figuran los patos, y que siempre los ponen como tontos, feos y adoptivos. Cierto tipo inglés inventó para el cine a un personaje que caminaba como pato, con el cual hizo fama y fortuna, que nunca compartió con las patas.
El pato Donald es una vergüenza para el género patuto, pues se atreve a andar desnudo de la cintura para abajo, porque no habla bien, y porque en más de 30 años que ha permanecido en la televisión, no ha crecido, no se ha casado, y no ha encontrado un remedio para su carraspera.
Las patas no tienen la culpa de ser nalgonas y de caminar bamboleándose; está en su naturaleza. En los centros de trabajo y de reunión son miradas con deseo, acosadas y empujadas al pecado.
Las patas han sido compañeras de los hombres desde la creación y les han dado sus huevos y su carne para satisfacer sus apetitos, pero ha llegado el momento de que entiendan que «Cuando dicen no, es que no».
Las patas saben muy bien cómo tratar con los hombres: el mejor momento de pedirles un vestido nuevo, unas zapatillas, y hasta un automóvil, es durante «el zangoloteo». Para conseguirlos en matrimonio, basta con presentarlos a la familia, a las amistades, e ir a verlo a su trabajo, para que se sientan comprometidos.
Para ir a pedir trabajo, unos pantalones ajustados traslúcidos y unas zapatillas rojas, no fallan. Las tangas que se encajen entre la cola o que sobresalgan por encima de la falda o el pantalón, provocan una lascivia suficiente como para «ablandar» al más estricto; y para «endurecer» al más beato.
Las patas se pronuncian por que desaparezca ese adjetivo con que las insultan, y para ello, su protesta llevará el nombre de «Marcha de las Patas». Sus asesores e ideólogos les han dicho que según estudios científicos muy serios, el uso desproporcionado de un término, puede provocar su extinción.
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