lunes, 29 de agosto de 2011

COLUMNA

La Jaula de Dios
Jesús Pintor Alegre

Hay un anuncio circense y de la pose sin los intelectuales de los chismes de la farándula, ni los gritones del futbol: este año se habrán de alfabetizar a poco más de 15 mil personas en este estado de las incongruencias y las paradojas establecidas casi por naturaleza, o dirían nuestros heroicos políticos: porque así lo quiso Dios, en esa actitud dual de darle por su lado al pueblo y de burlarse de él al mismo tiempo.
Se va a aplicar el método cubano en ocho municipios: Metlatónoc, Cochoapa, Atlixtac, Tlapa, Ayutla, Huitzuco, Chilapa, Zitlala; ubicados en la zona Centro, Costa Chica, y la Montaña. Todo encuadrado en el programa denominado Guerreros por la Alfabetización, de quien su coordinador operativo, Félix Moreno Peralta, dio a conocer que en Guerrero hay 374 mil personas que no saben leer ni escribir.
Hay grandes escollos en la encomienda, sin contar, que de acuerdo al coordinador Bulmaro Muñoz Olmedo, 10 de cada 100 estudiantes, tienen abierto el canal auditivo y el 50 por ciento, apertura para el aprendizaje visual, mientras el resto, es sensorial. Es decir, no todos aprenden al mismo ritmo, y ni siquiera con los mismos métodos.
Hay una batería de 600 alfabetizadores iniciales, que se capacitarán en el Instituto Tecnológico de la Montaña, hay pues un despliegue digamos, espectacular, pero también un asunto que este gobierno, el de Ángel Aguirre Rivero, que se brinca las trancas, y es el de los analfabetas funcionales, en el que poco caso se ha hecho, y escaso o ridículo avance hay.
El analfabeta funcional no es aquel que desconoce el alfabeto, porque inclusive escribe, sino que tiene la incapacidad de utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo, de forma eficiente, en las situaciones habituales de la vida, como se lee el concepto en Wikipedia. Para esto hay que darle una vuelta a los intentos infructuosos de hacer de México un país de lectores.
Un adulto que sea analfabeto funcional, no sabrá resolver de una manera adecuada tareas necesarias en la vida cotidiana, de entre los analfabetas funcionales, hay que decirlo, se encuentran varios políticos. Hay quienes por suponerse muy demócratas y modernos, utilizan esa frase de: mexicanos y mexicanas, chiquillos y chiquillas.
De luchas sordas y patéticas donde se exige que al ingeniero, que es mujer, se le diga ingeniera, por ejemplo, pero no se dice nada cuando al sacerdote se le deba decir sacerdoto, o al periodista, si es varón, periodisto; o al médico veterinario zootecnista, médico veterinario zootecnisto, en este mundo de las barbaridades expresivas, y de redentores de cartón.
Un analfabeta funcional, fuera de toda acepción enciclopédica, no sabe distinguir entre robar y gobernar; o de ayudar y fregar; para un político analfabeta funcional, no sabe la diferencia entre robar 100 pesos o 100 millones, pues escritos en el papel, lo único que se observan son puros ceros y los ceros, de cierto, carecen de valor.
Un político analfabeta funcional, puede decir que va a luchar por la Parota, y al rato decir que siempre no, por aquello de que es de sabios rectificar, y se la cree a pie juntillas; o hablar de la revocación de mandato en una nueva Constitución, pero porque lo eligió el pueblo, él, al impulsar la figura democrática, no le debe afectar de ninguna manera.
Un político analfabeta funcional puede decir, en otro ejemplo, que la barbarie es pasajera y que pronto habrá de pasar, aunque en el plano de la realidad, ese mismo funcionario viva lejos de allí, no obstante ser representante de la demarcación que se enreda en sus propios conflictos, y que se engullen diariamente en la cotidianeidad que al rato serán historia.
Allí hace falta trabajar, es decir, comprender la verdadera realidad de las cosas, comprender que lo que se vive es angustiante y realmente escandaloso, para no andar exclamando que en Guerrero no pasa nada, que ya no es foco rojo tal o cual región, aunque se los esté llevando la China Hilaria; que se diga que se ha reactivado la economía con sólo la visita de secretarios de despacho.
Creemos de cierto, que más que los analfabetas, en este estado, más preocupan los analfabetas funcionales, y sobre ellos hay que trabajar. De acuerdo al Instituto Nacional de Evaluación para la Educación, que ha revelado en un estudio anterior, que la mitad de los alumnos de preescolar y siete de cada 10 que asisten a la secundaria, no lograron los propósitos educativos planteados en el currículo nacional y sólo tienen nociones generales. Son pues candidatos a analfabetas funcionales.
Qué bonita herencia coludida con la inercia. Hay que decirlo claro: el analfabetismo funcional es un fenómeno de nuestros tiempos, es real y ácido, que se enreda con la misma delincuencia, donde se supone que se hace algo pero que no se perjudica a nadie, y si se tiene conciencia del mal, es por una buena causa, como en aquellas cruzadas cristeras o la Santa Inquisición, donde se mataba en nombre de Dios.

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