miércoles, 7 de septiembre de 2011

COLABORACION

Pinocho en México
Apolinar Castrejón Marino
A muchos mexicanos nos alimentaron la imaginación de niños con cuentos, fábulas y leyendas, y muchos políticos quieren que los adultos aún sigamos creyendo sus cuentos.
Un personaje que pervive en nuestra mente es cierta marioneta de madera que adquirió vida para cumplir el gran anhelo de su creador por tener un hijo. Según la historia, el títere Pinocho vivía con su creador Gueppetto, quien lo trataba con ternura, como si fuera un niño de verdad.
Gueppetto era muy pobre, pues los muñecos que hacía no eran bien pagados, y sus habilidades como titiritero no eran apreciadas. Así, tenía que viajar para conseguir algo de dinero.
En una de sus ausencias, la marioneta que se quedó sola en la casa, empezó a moverse sin que nadie manejara sus hilos. Cuando más entretenido estaba jugando con las herramientas de Gueppetto, se le apareció el grillo que habla y le dijo que no debía jugar con esos instrumentos tan valiosos para su creador.
Como a los niños malos no les gusta que les digan que lo que hacen no está bien. Pinocho se enfadó, le tiró un martillo de madera y lo mató. Luego, el títere vio que ya era de noche y se acostó para dormir, muy cerca de la chimenea.
Como era de madera no sintió que se le quemaron los pies, y cuando llegó Gueppetto, le contó lo que había sucedido y le pidió que le hiciera otros pies de madera. El titiritero se asombró mucho, le hizo otros pies y lloró mucho. Con todas sus fuerzas deseó que el títere fuera un niño de verdad.
Sus deseos se cumplieron y al otro día al levantarse se dio cuenta que tenía un niño que era como su hijo. Lo mandó a la escuela con sus útiles y por el camino empezó a tener aventuras increíbles. Se distrajo con unos vendedores, luego con unos titiriteros, y luego se hizo amigo de un zorro y un gato, quienes le timaron las monedas que le había dado Gueppetto, diciéndole que las monedas se reproducían si se sembraban en el suelo.
Las aventuras de Pinocho eran tan extraordinarias, que cuando los narraba nadie le creía, y por ello optó por exagerar lo que decía. Así descubrió que le gustaba mentir y empezó a engañar a toda la gente. Una Hada se dio cuenta de la maldad de Pinocho y decidió imponerle el castigo de que cada vez que mintiera, le crecería la nariz.
Pinocho proviene de la obra escrita por Carlo Collodi e ilustrada por Enrico Manzzanti. Se tituló originalmente «Storia di un burattino», que quiere decir «Historia de un títere», y apareció en Italia, en el año 1882.
Sabemos que es un cuento y que las hadas no existen, lo cual es una lástima, pues sería estupendo que una hada les pusiera la maldición a muchos personajes públicos en México, para que les creciera la nariz por decir tantas mentiras.
Empezando por Felipe Calderón y su «informe» de falsedades y sus discursos de fantasías. Los diputadetes y senadores con sus reformas y simulaciones. A los funcionarios que no funcionan por estar entretenidos con sus aspiraciones de otro puesto más arriba.
Muy narigones deberían quedar esos «políticos» que quieren ser candidatos, pero no saben por qué partido; esos que mandaron hacer miles de calcomanías, pero que aseguran no saber quien las mandó pegar en los medallones de los automóviles.
Y esos otros priístas que «niegan la cruz de su parroquia», que aceptan que apoyaron al PRD para la gubernatura, cuando tooooda la gente sabe que si lo hicieron ¿Así, o más chismosos y «curuleros»?

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