jueves, 22 de septiembre de 2011

COLUMNA

Amor de perros

Apolinar Castrejón Marino


«El amor al pueblo es una pasión de la aristocracia, que se agudiza en periodo electoral». Tan acertada proposición apareció publicada en la Revista número 240 de la Universidad de Antioquia, en abril de 1995, en un artículo del escritor colombiano Nicolás Gómez Dávila titulado El Reaccionario Auténtico.
Y viene a colación, porque en el Estado de Guerrero se ha desatado una carrera en tropel de candidatos, candidotes, aspirantes, suspirantes, pretenciosos, ilusos, arribistas, trepadores y demás entes, que quieren con todas sus ansias, ser diputados, senadores, presidentes, regidores; o lo que se pueda.
Se hacen llamar «políticos» y hablan de la política como la entienden: la varita mágica que los convierta de gatos en leones por obra y gracia de la «voluntad popular». Porque su estrategia más común es andar de lambiscones y acomedidos en alguna campaña, y luego, al paso de unos años, ellos también son candidatos.
Un «gato» que anduvo desde hace 3 o 4 años en la campaña de algún «político» que ahora es presidente municipal, o diputete, o senador; es ahora candidato. El que hace unos meses andaba tomando fotografías en las reuniones vecinales, o «llevaba la agenda» de un «político», o era su chofer, ahora tiene chofer, le llevan su agenda y le toman fotografías.
Ahora que la duración de las campañas electorales se han reducido a 60 días ¿Cómo pueden andarse «placeando» por los barrios y colonias con toda impunidad? Bueno, esos que se hacen llamar «políticos» son un costal de mañas. Y lo más fácil para ellos es decir que no andan en campaña, y que no son candidatos; son ciudadanos que andan recabando las inquietudes de sus conciudadanos.
Y creo que es precisamente aquí donde tienen su debilidad. La gente sabe que los más tramposos, chismosos y cínicos, son los «políticos». Lo dice Felipe Calderón y Humberto Moreira: la política es una actividad ignominiosa. Los políticos son los más despreciables.
Sus palabras son de lo más retorcidas, y sus acciones más. Algunos ambiciosos que se andan promoviendo «como pan caliente», se valen de algún conocido o conocida para que le reúna a sus vecinos para «tirarles el rollo». Y luego ni saben hablar, y todo se les va en estar contando anécdotas del político que lo está «apadrinando».
Y ponga mucha atención, les anuncia a los acarreados o atraídos por un regalito de plástico, o una torta, que las cosas seguirán igual, es decir que él «pasará a una mejor vida», en una oficina, o en una curul; y que los vecinos seguirán igual de jodidos.Cierto merolico de la política les decía a sus vecinos-invitados que él se compromete, cuando de plano no pueda resolverles sus problemas, que «le hablará» a un conocido para que les ayude. O sea que a ellos les gusta esta situación de amiguismo, compadrazgo, y complicidad. «Porque ya sabemos que así son las cosas», según su dicho.
Así que no se haga ilusiones con estos farsantes. No comprometa su voto ni se preste a recibir regalos como mandiles, playeras, y cubetas donde esté impresa su carota o su nombre. Lo convierten a usted en propaganda ambulante. Las calcomanías transforman su carrito en vehículo de anuncios, y ellos se ahorran una la nota.
Avísenos si hay algún aspirante que prometa a combatir la corrupción denunciando ante los tribunales los malos manejos que vea, que se comprometa a correr y a denunciar a todos los «coyotes» que medran en los ayuntamientos y en el congreso.
Díganos si hay algún candidato que se comprometa a que su director de tránsito va a viajar en las combis destartaladas y apretujadas como nosotros, que sus agentes de gobernación andarán con sus gafetes grandes y a la vista, que habrá supervisores en los mercados donde revisarán la carne, la leche, las pesas y medidas.

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