viernes, 2 de septiembre de 2011

COLUMNA

La Jaula de Dios
Jesús Pintor Alegre
 En toda esta hecatombe donde parece que no hay un solo lugar donde asirse, todos hablan, hasta los mudos. Todos tienen qué opinar y todos pueden condenar, inclusive. Ayer recibimos una necesaria ilustración de su alteza Rubén Figueroa Alcocer, padre omnipotente en Guerrero del partido más anciano del país, inclusive sobre el sesentón Partido Acción Nacional.
El hijo del Tigre de Huitzuco, dio números y habló sobre la inseguridad en Guerrero y la pobreza, como dos temas prioritarios en este estado, que como para envidia de muchos, es nuestro País de las Maravillas. En la entidad existen 1 millón 400 mil personas con problemas alimentarios graves, expuso Figueroa Alcocer en una entrevista interesante que le realizó reportera de El Sur. Pidió una acción inmediata al presidente de la república, Felipe Calderón Hinojosa, con un programa alimentario de emergencia, los registros no hablan de una intención siquiera de este político durante su gobierno, pero si dijo Figueroa Alcocer que urge aunque él no lo haya hecho, bueno, pues quiere decir que tiene razón y si no lo creen, preguntemos a los priistas o más que eso, a los figueroistas. Y luego su propuesta como que a destiempo, en esa enfermedad gobiernista, donde fuera del poder, se imaginan aún en el trono, y expuso que en ese sentido, haría dos grandes convocatorias: un programa alimentario, y otro, de seguridad. En este punto dijo como que en ese mundo de la ambigüedad, que el gobierno federal abra el libre tránsito en la entidad, pues no se puede ir a ningún lado, ni a la Tierra Caliente y ni siquiera a la Costa Grande. Y su gran propuesta, quizá la mayor, es que para combatir a la inseguridad, debemos participar todos, pero aquí desveló un gran secreto: aunque la gente considera que los gobernadores lo tienen todo, resulta que son grandes solitarios. Sí claro, como que se encapsulan y se suben al limbo donde se convierten en intocables. Para mayor ejemplo nuestro querido y bien recordado Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, prospecto panista a una senaduría. Para la encomienda, dijo el insigne político, debe el gobernador Angel Heladio Aguirre Rivero, convocarlos a todos, incluyéndolo a él, para crear algo que bautizó antes de tiempo como «gran programa de seguridad» alrededor del gobierno del estado, nos imaginamos al pueblo haciéndola de algo así fr policías antimotines, cubriendo al jefe del ejecutivo y a sus secretarios de despacho… o quizá se refirió a algo inentendible en este mundo de analfabetas funcionales. Algo que brincó de entre toda la conversación, fue que al hablar del asesinato de 17 campesinos en Aguas Blancas el 28 de junio de 1995, y que a la postre le costara la gubernatura del estado, Rubén Figueroa Alcocer, dijo «con toda honradez», que en aquellos tiempos el crimen fue un acontecimiento nacional, pero ahora es común y corriente, o sea que el gobierno puede matar campesinos indefensos como si fueran ratas o moscas, pues es común y corriente. La diferencia estriba en que si bien es cierto que hay muertos por donde quiera, es a manos de delincuentes, a los campesinos los mató el gobierno por manos de la policía estatal, su policía. Y como en el aire está saber si Figueroa Alcocer ordenó o no el asesinato, los 17 campesinos murieron por elementos del pájaro de cuenta Agustín Montiel López, quien cobraba en el gobierno del estado como coordinador general de Seguridad Pública. A ese hecho lamentable de 1995, Figueroa Alcocer lo comparó con la muerte de más de 50 personas en el casino Royal en Monterrey, y los 16 en el estado de México, de alguna manera igualó al gobierno con la delincuencia, como que son la misma cosa, que no hay punto de partida ni de separación, se cuecen al mismo ritmo y con los mismos hervores, al menos esa fue la lectura. Ah pero vamos, no podía faltar su mayor preocupación: si sigue la violencia ¿cómo se van a hacer las campañas?, ¿cómo el trabajo político?, claro, como que ya no se van a poder comprar los votos en efectivo, promesas, cumplidoras, fertilizante gratuito, o con sueños guajiros, ¿cómo van a hacerle ahora?, es pues necesario que el gobierno federal tienda todo un operativo para acabar con todo esto y que los aspirantes puedan hacer lo que siempre han hecho: vender sueños. Como que el estado se colapsaría si no sucediera de esa forma, imagínense a los guerrerenses sin las promesas de cambiar al mundo, sin las calles y avenidas tapizadas de las imágenes con la sonrisa falsa del candidato, sin los nombres revoloteando en las mentes, en la radio y los periódicos, sin los mítines con la emoción hasta la lágrima y el sudor copioso… si no vivimos eso, con toda seguridad sobrevendría el apocalipsis.

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