viernes, 4 de noviembre de 2011

COLUMNA

La Jaula de Dios

Jesús Pintor Alegre
 
Los guerrerenses habitan un mundo caótico, y que se cae a pedazos. Con inventores de los agujeros para las regaderas, políticos que se crean una y otra vez en un acto de la confusión masiva, con fantasmas que surgen en cada uno de los funcionarios para decirnos que ahora sí, van a salvar al mundo, aunque al final no resultan sino espectros infernales con disfraz de ángeles.

Allí el gobierno, amarrado al pago de sus compromisos políticos, entendiéndose en las mil lenguas, con seres silenciosos que gritan, en un acto de la paradoja, como para decirnos que vivimos un mundo de la fantasía, quimérica, llena de engaños.
Diputados locales, los 46, que se arropan en la sábana de la hipocresía, presidentes municipales, los 81, que hacen como que las virgen les habla, y hacen su dios al Tío Lolo, en un acto parecido a los que se resisten a hacerse viejos, someten a Onán, y se crean erupciones de pubertos cuarentones, se pintan las canas, y enamoran jovencitas.
Hay un desorden claro en este estado, sin guía y sin dirección. Herencia de Zeferino Torreblanca, político soberbio vomitado por su diablo. Este día de la reflexión, me quiero permitir dejarles las líneas del dolor interno, en algo que se presume poema, pero que pinta la escena de nuestra realidad.
Dice: «Estamos dormidos, despiertos. Caminando a pasos agigantados, sin saber a dónde ir, sin saber en dónde estar. Vamos dormidos por el camino, entre la hojarasca y los vaivenes de la nada, ocultos tras los matorrales de nuestra intimidad, y arropados por la vergüenza de nuestra hipocresía.
«Vamos dormidos hacia un futuro incierto, enjugado en la incertidumbre y con el consuelo tierno de que ya todo está escrito. Dios o el diablo, el ángel o el demonio, atiborrados de lujuria dentro de su santidad, masturbado su alter ego y su yo diferente, su yo lejano, ajeno, dispar.
«Caminamos a pasos agigantados en este mar de miedo, con la rapidez que da la tranquilidad y la duda de nuestra propia existencia. ¿Qué somos?, o peor que eso: ¿quiénes somos?
«En la lumbrera del dolor interno, sin gobierno y sin guía. Mesías de cartón recortados con tijeras de niños perversos, sensación hilarante ante la tumba, donde todos lloran, y todos se lamentan.
«Vamos dormidos por la vida, comiendo de esto y lo otro, sentimientos que se agolpan en el yo inmediato, y se roba el yo ajeno, el prójimo perdido, o el hijo pródigo. Caminar en esta torre de Babel dadora de nada, hacedora de fantasmas y perdida en su propia casa. Las lenguas se queman, y se retuercen en su infierno de la mentira.
«Saliva ácida que quebranta las leyes escritas en piedra, en las tablas de Dios, ofrecidas a Moisés. ¿Para dónde vamos perdidos desde el primer paso?, allá nadie nos espera, acá todos nos huyen, caminamos entre nuestras propias nieblas, difuminadas entre las sombras del vidrio. Estamos dormidos, despiertos».
Una verdad que no queda allí en este viernes de la reflexión
Y así se deja leer: «Dios Señor, Dios lacayo. Sensación insensata e irreverente, hacedor y dador, motivador y propulsor. Creador destructivo y mecenas de mi todo acabado. Dios artista de mi mundo administrado por el diablo, ser de a mentiras y de profundas verdades. Dios verbo, Dios silencio.
«Entretejido en la maraña de la confusión, sangrienta y dolorosa. Dios mío, dios tuyo, dios de aquí y de allá. Terrible paradoja jamás escrita. Señor todopoderoso vomitado por la incredulidad del humano omnipotente y omnipresente, dios desempleado, dios olvidado.
«Empequeñecido por la soberbia terrenal, y por las conjeturas del inventor de la evanescencia quimérica. Dios sobrado, dios necesitado».
, con un tema que parece que no acaba, más cuando se comprende que nuestro último refugio: Dios, en realidad es un paria, un ser que no obstante los golpes de pecho, y los lloros, lo terminamos sacando de nuestras vidas, y más allá, echándole la culpa de nuestras necedades. .

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