jueves, 8 de diciembre de 2011

El lobo flautista
Apolinar Castrejón Marino
Cierta tarde, un pastor llevaba de vuelta su ganado a través del campo. Entre los animales del rebaño había un cabrito distraído que siempre se quedaba retrasado. En un momento que quedó muy alejado de sus compañeros, se asustó mucho y no supo qué hacer ni hacia donde irse. Como sabemos, las ovejas se desorientan fácilmente, tienen memoria muy corta y son muy cobardes. Para mala suerte del cabrito esos eran dominios del lobo feroz. Como durante
 el día no había comido, se puso muy contento porque estaba viendo su cena. El cabrito estaba paralizado de terror y no podía correr ni esconderse, no tenía salvación. El lobo ya adelantaba su garra para atrapar al cabrito. En ese momento el cabrito tuvo un chispazo de inteligencia, y armándose del escaso valor que le quedaba, le dijo a la bestia: — Señor lobo. Sé que usted me va a comer sin que nadie pueda salvarme. Pero le pido un favor. Quiero que mi alma se vaya al cielo. Al lobo no le importaban ni el alma ni nada espiritual, pero como estaba muy contento, decidió concederle al cabrito un último deseo. — Esta bien ¿Y qué quieres que haga? — Señor, solo quiero pedirle que toque la flauta y yo bailaré y me revolcaré para vencer el miedo que siempre he tenido. El lobo, que estaba tan seguro de su presa, encontró la petición hasta divertida. Y aunque no sabía nada de tocar la flauta, se puso a soplar el instrumento escandalosamente. El cabrito siguiendo su estrategia, daba brincos y se revolcaba por el suelo. Súbitamente aparecieron los perros y el pastor del rebaño con una escopeta, y antes que el lobo pudiera asegurar al cabrito, escapó corriendo hacia su amo. Muy tarde se dio cuenta el lobo que él mismo había llamado y guiado al pastor con el ruido de la flauta. Una moraleja es que quien procede con inteligencia, puede vencer a los poderosos. Y la otra moraleja es que los políticos deberían tomar en cuenta que su comida que creen segura les puede traer grandes dolores.

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