viernes, 24 de febrero de 2012

COLUMNA

La Jaula de Dios

Jesús Pintor Alegre

Hoy 24 de febrero, día de la bandera, un lienzo al que le han dado varias connotaciones que no vamos a tocar hoy, pero que se enjuaga en este estado laico, casi ateo gracias a Dios, amante de las guerras contra el narco, aunque tenga 52 millones de pobres, y 10 millones en la pobreza extrema, o miseria que debería dar vergüenza a nuestros ínclitos comedores de manteca.
Un sector laico que también de repente descubre que por Dios es que maestros y demás burocracia, tiene el beneficio de las vacaciones y los benditos puentes, como este tramo que se acerca a la semana Santa y ya con la Cuaresma en marcha, pero que las prohibiciones de engullir carne se entiende como una mera frase bucólica, y llena de una magia poética con o sin Jaime Sabines, con o sin la República Amorosa de Andrés Manuel López Obrador. Allá a lo lejos, el hombre del copete tricolor, inflado por una televisora cargada de fobias y filias; o la Mota de Felipe Calderón, mariguana o fetiche carnavalesco que se evade por los senderos de los fantasmas internos, cannabis índica, cargada de cola de borrego por aquello de la lana, y todo el estado a su favor para hacerle ganar la presidencia de la República. En este ritmo hoy hay que festejarle a la bandera, el dios de los ateos, el santo inerme sin Vaticano y sin Papa, adoptada el 16 de septiembre de 1968, es decir, apenas hace 44 años, y que por ello, se regodeen en Iguala, con su feria que el mismo gobernador, Ángel Aguirre Rivero, fue a inaugurar la semana pasada. Así, y en medio del dolor del doctor, luchador social, e icono vivo de la izquierda pura, don Pablo Sandoval Cruz, al haber perdido a su hijo, segundo hijo que ha visto morir, luego de Pablo, hace 12 años, y que el suelo toronjilero acogerá a Cuauhtémoc Sandoval Ramírez, hoy, desde las 9 de la mañana, se entiende el dolor, pero no se siente, pues nada es por referencia. Este es el clamor de angustia en la participación de don Pablo, el Sentimientos de la Nación 2011, galardón otorgado por el Congreso del Estado, al estar frente al cuerpo sin vida de su hijo, su fuerza se dobló, y dijo que ya no tenía ánimos de seguir vivo, que ya no le encontraba sentido a seguir luchando, pues dijo allí, don Pablo, nuestro Pablo Sandoval, que de Cuauhtémoc había aprendido muchas cosas. Ver nacer a un hijo para luego verlo morir, es un cuadro ingrato. Tenerlo en los brazos, cuidarlo, hacerlo crecer, educarlo y formarlo de acuerdo a las costumbres propias, para luego cimentar sus sueños en ese muchacho que crece y se desarrolla en una sociedad heterogénea, se rompe de repente cuando es el padre mismo quien lo entierra… los padres que han pasado por esto, entenderán a don Pablo. Un cuadro similar se vio con la muerte de don Misael Tamayo Hernández, fundador del Despertar del Sur y Despertar de la Costa, quien lo vio nacer y lo enterró fue su propio padre, don Gelasio, quien en esa ocasión dijo eso mismo: que un padre no debería de ser quien enterrara a un hijo, sino al contrario. Dolor inescrutable y cargado de la ofuscación y las preguntas al Creador. Hay muchas cosas qué contar y sobre qué reflexionar en esta semana grande que llega en un rato, cargado de dioses de cartón y de espantos y fantasmas, coludidos con los que se dicen autoridades, y que en conjunto parecen confabularse para hacer huir a la gente. Semana Santa con hipócritas espantados, políticos capitalistas, con derecha profunda, izquierda sin zurdos, y centro convenenciero. Allá en lo corto, sólo para regodearse, se observa cómo se comen entre hermanos propios, aún sin definir al Abel y al Caín, con el claro ejemplo de perredistas, que no se ponen de acuerdo y andan de la greña, que se deshacen, igual que los priistas, aún en estos tiempos de recogimiento, pero bueno, no queda más que decir: cada quien sus locos, cada quien sus calenturas y sus propias traumas.

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