jueves, 17 de mayo de 2012

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 Juan Antonio Guevara Campillo, conocido en el mundo deportivo guerrerense –y mucho más allá de sus fronteras como «Nikita», es un hombre quien desde hace muchos pero muchos años se ha dedicado al deporte.
El mote que le fue impuesto por su abuelito don Moisés Guevara en la matusalémica niñez de nuestro personaje, al correr el tiempo se transformó en nombre propio.

Fue futbolista y entrenador y se siguió de frente como promotor deportivo y luego como periodista especializado, al grado que a estas alturas es todo un personaje y sin duda, el periodista más leído.
La envidia, como sabemos, aparece en todos lados donde resalta el éxito.
Pregunta obligada: Si Nikita no hubiere luchado porque en la colonia Los Ángeles de Chilpancingo se construyera una cancha, un deportivo, una cancha de futbol rápido, ¿quién lo hubiera hecho? Para quienes lo critican de vez en mucho él es esto, lo otro y lo demás.
De todo lo mal que hay en el deporte le es atribuido, pero, sus acedos críticos, ¿qué han hecho por el deporte? En Chilpancingo existe la singularidad de que quien sobresale, en lo que sea, es blanco de los más ridículos y estúpidos comentarios.
La jauría conformada por «goznes de la vecindad», como reza el muy popular epigrama, tiene a favor la holgada complacencia de criticar en el anonimato. Juan Antonio Guevara Campillo sigue caminando de frente, haciendo lo suyo, lo que sabe hacer y por si fuera poco lo hace muy bien. Viene el comentario para este espacio porque tenemos noticia.
Recientemente, hace unas horas, nos enteramos que, en otra de sus muchas facetas como lo que es: un gran artífice, ha regresado a las andadas de su lejana niñez y juventud en otra de las disciplinas que domina con maestría: La declamación.
 En medio su enorme trabajo cotidiano, y gracias a su disciplina la de bien saber distribuir su tiempo, se ha dado a la tarea de grabar varios poemas.
Sin duda que su propósito al crear ese tipo de obra es la de que su voz de triunfador declamador sea distribuida entre sus miles y miles de amigos, entre la juventud, especialmente, y es eso lo que nos llama la atención porque, ¡ah!, en estos tiempos cómo falta el arte para las nuevas generaciones. Qué buen tino el de nuestro amigo.
Será la nostalgia, será porque vivimos una pequeña parte de cuando se declamaba, será el Sereno (el de «apague su linternita, mire que ya amaneció») o será por lo que usted guste y mande, pero retomar los hilos de lo poesía en estos tiempos en que no hay quien se preocupe por ello, es plausible, alentador, prometedor y sobre todo que seguramente motivara a otros y a otros nostálgicos a hacer lo propio.
Ojalá que en las escuelas de todos los niveles haya repercusión.
La poesía encierra todo lo bello y alecciona. Nikita va a pos de ella. Yo me quedaría entre todas con «Los Motivos del Lobo», del bardo Rubén Darío, ¿saben porqué? Porque «la recaída del lobo» siempre me ha obligado a reflexionar sobre el dualismo del hombre bestia, más o menos aquello del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, y Nikita hace un corte obligado a la dulzura franciscana y el dramatismo interpretativo en esa obra.
Enhorabuena a mi gran amigo Nikita por su ejemplar aportación cultural a la comunidad guerrerense, pero sobre todo a la niñez y a la juventud.

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