jueves, 21 de junio de 2012

COLUMNA

El fraude no existe

Apolinar Castrejón Marino

El deporte de los albures y «chistes picantes» es muy practicado por los mexicanos, con razón o sin ella. Un joven le dijo a una chica: Jugar al doctor es para niños, ven y juguemos al ginecólogo.
Otro más atrevido le dijo a cierta jovencita: ¡Qué bonitos pantalones, se verían muy bien en el suelo de mi dormitorio! Ya entrados en confianzas, le vamos a contar un albur que escuchamos en la costa chica: ¿Porque los frijoles vienen en sacos, los plátanos en cajones y la calabaza en barras?
 Si no le entendió, mejor. En verdad, los mexicanos somos rebosantes de buen humor y de picardía, lo cual nos sirve para que no nos engañen con facilidad otros más tontos que nosotros.

Ocasionalmente, hacemos como que nos tragamos las grandes mentiras de los personajes públicos.
Y mire que los más mentirosos son los políticos, los ministros religiosos y los periodistas.
Por ejemplo, ahí tiene usted a Leonardo Valdés Zurita que anda declarando a la opinión pública que en las elecciones que están por realizarse, no puede haber fraude.
Y como prueba y garantía están sus palabras y su cara de mustio. Pero los mexicanos necesitamos otra cosa.
Hace 6 años en que Luis Carlos Ugalde, no dijo que iba a haber un gran fraude para que Calderón se asumiera como Presidente, y mire usted. Hace 12 años, Pepe Woldemberg estaba presto para «interpretar» las cifras, cuando se le adelantó Ernesto Zedillo para aceptar el triunfo de Vicente Fox, y todo se convirtió en «las elecciones más limpias que hemos tenido».
Desde el inicio del México independiente, la organización de las elecciones estaba a cargo de los alcaldes y los jefes políticos locales y regionales, quienes dictaban a discreción las reglas electorales. Hasta que en 1946 se creó la Comisión Federal de Vigilancia Electoral.
El «detalle» fue que era presidida por el Secretario de Gobernación, un diputado, un senador y dos representantes de los partidos políticos, aunque solo había PRI.
 En 1951 la Comisión autorizó el registro de nuevos partidos políticos, y en 1973 se creó la Comisión Federal Electoral con la participación de todos los partidos registrados. En 1977, se expidió la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE).
La figura del Secretario de Gobernación siempre estuvo a la cabeza de los procesos electorales, lo cual hacía imposible que ganara otro partido que no fuera el PRI.
En 1987 se creó la figura de la «representación proporcional» para que a los partidos «les tocara algo» y no estuvieran como el chinito. En agosto de 1988 se creó el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE), y el Instituto Federal Electoral con personalidad jurídica y patrimonio propios, pero sujeta a los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Desde el 11 de octubre de 1990, las elecciones están en las garras del Instituto Federal Electoral y toda la runfla de «consejeros» colocados estratégicamente por los poderes «de juris».
Desde entonces, reformas van y reformas vienen y ya ve como se han manipulado los resultados de los votos emitidos por los mexicanos que todavía creen que con su voto eligen a los gobernantes.
Si de verdad los mexicanos tuviéramos la oportunidad de manifestarnos por algún político para que asumiera la Presidencia, de seguro que ni Chepina, ni «el copetes», ni el «peje» serían candidatos.
Porque en México hay muchísimos hombre y mujeres con más inteligencia, preparación y calidad moral para asumir tan importante cargo ¿Quiere usted más fraude?

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