COLUMNA

El Alacrán

¿EN DONDE ESTA DIOS?

(Tercera y última)

 Caminé sobre la calle que va rumbo a San Mateo, y lo que vi, fue la entrada de un templo, me lancé al interior, sentándome en una banca cerca de la salida, con eso de las cochinadas dudas, de que vayan a pedir dinero, esperé 25 minutos y los feligreses comenzaron a llegar, como parvaditas a los otros 30 minutos estaban todas las bancas llenas, comenzaron a presentar a sus miembros de su comunidad,
y a los que iban a estar en el culto, estaba «LELO» de ver a tanta gente, empezaron por guardar silencio dando comienzo, a un pasaje de su religión, que duró treinta minutos, con el calorcito guardado en el templo y el dolor del culo me dio un sueño irresistible, los parpados se sentían pesados inconscientemente se cerraban por algunos instantes, los abría con mucho trabajo, pero el golpe, y el calorcito me venció, cerrando los ojos no se que tiempo, dentro de mis sueños a lo lejos escuchaba unos gritos de plegarias que a cada momento eran mas intensos llegando a los gritos desperté y eran todos los concurrentes gritándole al señor, ¡GRACIAS SEÑOR POR QUE PUDE COMER! Carambas me dije que estaría adieta, otro gritaba ¡GRACIAS POR REGRESAR A MI MUJER! Hay buey y yo rogando por que se vaya. Los gritos fueron mas intensos, dándole gracias al Señor, el templo retumbaba de los gritos, que llegó el momento, de sacar las de Juan Diego, salí rápido mis oídos estaban a punto de quedar como Ludwuin Van Beethoven, sordos pero sin la gran creatividad que ese gran músico tenía, sería un sordo pendejo, salí a la calle y por poquito me agarra, un jijo de puta combiero, que iba echo a la mocha para llegar temprano a su casa y no encontrar a su mujer con otro hombre, celoso el hombre pero enamorado como un burro. Caminé hasta mi casa, vi, la tranquilidad en que ella se encuentra, abrí el refrigerador, noté que tenía lo necesario, lo cerré, puse un disco, con música tranquila y me dirigí a mi sillón reclinable, me quité los zapatos, me puse mis pantuflas, y recogí un libro que mi Madre me había regalado, incliné el sillón abrí el libro no me importaba la página, y encontré una hoja de papel que decía. Dios esta dentro de ti. No se encuentra en templos de madera. Ni de piedra, si levantas un cacho de madera o una piedra ahí lo encontrarás.
 Los Quiere Cecilio

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