viernes, 3 de agosto de 2012

COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras Organista

«Tampoco supo con qué veja se casó».
Soy usuario frecuente de las «urvans», que es el sistema celular por excelencia en mi pueblo Chilpancingo y que antes se le conocía como «combis» y mucho antes como «circunvalación».
Los concesionarios cambiaron hace años las «combis» por estas unidades que son un poco más amplias y les caben más pasajeros. Son para 9 pero les amontonan hasta 20 usuarios-sardinas.
El abuso y el mal trato de parte de los choferes y concesionarios contra el pasaje se da en muchos aspectos. Las quejas son pan nuestro en todos los medios de comunicación. Nadie resuelve nada.
Dirán los que saben hablar: «Tal vez porque no se trata de un asunto mediático sino político». Tendrán razón. Los «servidores públicos» han de ser asnos que no saben leer. Ignoran todo.
Cuando uno viaja en urvans, antes hay que orar porque vale menos que un cacahuate frente a la prisa e idiotez de los conductores o «urvaneros» que no son otra cosa que bestias –no todos-.
Todas las calles de mi pueblo hace años están despedazadas, llenas de baches, pozos por todos lados, otras remendadas y los estúpidos urvaneros conducen como «alma que lleva el diablo».
A veces en el interior de la urvan aparece un letrero donde dice claramente que a nosotros los ancianos se nos deben cobrar 4 y no 5 pesos, que es la cara tarifa impuesta por estos desalmados.
Pero a los malditos atrabiliarios chofercillos paridos quién sabe en qué cueva del averno la disposición les viene valiendo (iba a escribir Madre, pero es mucho decir) poco. No respetan.
Y ahí vamos las sardinas, en sangoloteo, no lejanos unos de otros que, a veces, hasta los males humores de otras gentes cochinas, sucias, puercas, apestosas y hediondas nos agreden.
La mañana de ayer fui a mi viacrucis al mercado donde almuerzo con Lupe. Milagro que el chofer no llevaba su aparato de sonido a todo volumen oyendo pura basura de «canciones».
Iban enfrente un par de señoras muy comunicativas (iba a escribir: Chismosas, pero, mis respetos) hablando de un fulano del que nunca dijeron su nombre pero se ve que le conocen todo.
«Y fíjate que tampoco supo con qué vieja se casó». Pos, sí, verdad, respondió la otra y agregó: «Mira, el pobre hombre ya hasta se enfermó y la vieja esa ni lo atiende y dicen que anda con otro».
Llegamos después de mil peripecias al estacionamiento del mercado y todos descendimos de la urvan. Las señoras se fueron por las gradas pero no dejaban el tema de aquél hombre y «su vieja».
-¿Pues con qué clase de «vieja» se casaría?, me pregunté. Las mujeres son lindas y como esposas, lo máximo. ¿Será venganza de los urvaneros contra el pasaje por el maltrato que les da su «vieja»?

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