miércoles, 12 de septiembre de 2012

ARTICULO

La venganza de
AMLO contra PRD


Alberto Mojica Mojica
Como ya lo esperaban los enterados, Andrés Manuel López Obrador anunció, por fin, que deja el PRD, que se separa de los otros partidos que formaron la coalición de izquierda Movimiento Progresista y que el Morena pondrá a consideración de sus bases la posibilidad de transformarse en partido político.
Ante un Zócalo capitalino lleno de simpatizantes, sin la presencia de la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ni del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, el tabasqueño aseguró que no es una ruptura, ya que se «despide» en los mejores términos y agradeciendo a dirigentes y militantes.
La otra parte del sol azteca (el ala moderada, dirían los politólogos europeos; los chuchos, les llaman despectivamente los lopezobradoristas) respira aliviada con el anuncio del ex candidato presidencial. No falta quien piense que, ahora sí, más que nunca, el PRD conocerá las derrotas al hilo, porque los lopezobradoristas son mayoría en ese partido y se irán en desbandada tras su líder. Según el próximo coordinador de la bancada de ese instituto en el Senado, Miguel Barbosa, 90 por ciento de los integrantes del Morena son perredistas.
«Se acabó con esto, con la tan difícil esgrima verbal en la que teníamos que caminar día a día», dijo, por cierto, el legislador federal en entrevista con Milenio.
También su partido manifestó su agrado con la decisión del tabasqueño. En el perfil oficial @PRDMexico tuiteó: «Saludamos la posición de nuestro ex-candidato presidencial @lopezobrador_, compañero y camarada de lucha.»
Nada que lamentar, como en los buenos divorcios; todos conformes con lo que les tocó en la separación, pues lo que más importa es que se acabó la fuente de crispación de uno y otro bando.
Y seguramente los dirigentes de los otros partidos del Movimiento Progresista también se sienten aliviados con este desenlace. Al menos Luis Walton Aburto –alcalde electo de Acapulco, pero también presidente del Movimiento Ciudadano, uno de los tres institutos que llevaron a López Obrador como candidato a presidente– ya no sabía cómo decirle que su llamado a la desobediencia civil no puede ser secundado por los representantes populares surgidos de esa coalición. (¿Pedir que la gente deje de pagar impuestos y servicios? Eso afectaría también a los gobiernos de la izquierda).
Una cosa es que decidieran jugársela con él en pos de la presidencia, y otra es que decidan seguirlo al fin del mundo tras su derrota electoral.
López Obrador, por su parte, se puso a salvo antes de que su presencia en el PRD y su cercanía a los otros partidos se volviera insoportablemente incómoda para todos.
Pero el Morena no se ha convertido aún en partido; lo único que ha ocurrido es que López Obrador dejó el PRD. Ya abordaremos el tema cuando los morenistas, efectivamente, decidan convertir su organización en partido. Sin embargo, si llega a ser así o no, eso será materia de otro artículo. Lo que hoy podemos decir es que la salida de López Obrador fue lo mejor para los que se van con él y para los que se quedan, pues eran ya un matrimonio cuyos integrantes dejaron de entenderse y, a ratos, hasta de dirigirse la palabra, pero seguían estando casados apenas por guardar las apariencias.
En un futuro cercano, cuando amainen las emociones, veremos cómo las relaciones entre ambos mejoran. Igual que en los buenos divorcios.
Ya separados, le irá mejor al que mejor administre sus recursos, al que más haya aprendido de esta experiencia, al que tome decisiones más reflexionadas, al que sea más asertivo y menos rijoso.
Es posible que lo sucedido ayer afecte profundamente al PRD y a toda la izquierda en Guerrero. ¿Qué harán los perredistas guerrerenses sin el liderazgo de López Obrador? Es posible que caigan al tercer lugar en las preferencias electorales, porque no hay a la vista otros liderazgos fuertes, y porque el partido de Luis Walton –Movimiento Ciudadano– se ha venido consolidando en cada proceso electoral, lo suficiente como para colocarse en la segunda posición.
¿Se imagina usted a quién seguirían los perredistas como líder en el estado? ¿A Sofío Ramírez? ¿A Jiménez Rumbo? ¿A Víctor Aguirre? ¿A Evodio Velázquez? ¿A Rosario Merlín? ¿A Germán Farías? Seguramente a ninguno de ellos, y entonces probablemente el PRD perdería su fuerza.
La primera posición podría ser reconquistada por el PRI local, porque ahora contará con el apoyo de la presidencia de la República, en manos de ese partido, que, a no dudar, pondrá a su disposición todos los programas federales, que seguramente impactarán en el ánimo de los más necesitados, que aquí son mayoría.
Y en el ámbito nacional, puede ser que el propio Marcelo Ebrard –como cualquier otro perredista– pierda la oportunidad que ha estado esperando, por la que tanto ha trabajado, de llegar a ser presidente de México. Tal vez ésa sea la gloria personal de Andrés Manuel: «si no soy yo, no será ningún otro (perredista)».
En las cámaras de Diputados y de Senadores, y en los congresos locales, ¿cuántos legisladores renunciarían al PRD, al PT y al Movimiento Ciudadano para seguir a López Obrador en su nuevo partido? Y las tribus perredistas, ¿cómo harán para seguir lucrando con el pueblo, si no tendrán seguidores? Este nuevo partido se llevará fácilmente al 80 de los simpatizantes perredistas y estoy seguro que será fatal para el PRD.albertomojicamojica@hotmail.com

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