lunes, 1 de octubre de 2012

COLUMNA

La Jaula


Jesús Pintor Alegre


Nuevo mes, nuevos gobiernos municipales
… debería ser motivo de orgullo, y más que eso, de esperanzas renacidas, pero la sociedad está de cabeza, que recibe metralla por todos los ángulos, con una sociedad medrosa, profesores que se resisten a dar clases por la seguridad, con policías que desempeñan un papel contrario al que se espera como supuestos guardianes del orden.
Y que ahora, como en 1968, estudiar significa ponerse en riesgo, pues en cualquier momento los quiméricos guardianes del orden, los pueden detener, por sospechosos, a esos que lleven por armas, implementos didácticos, y quizá al rato, los que lleven su lonchera, y su bata de jardín de niños, se metan en esta dinámica del «sospechosismo».
No cabe duda que el mundo está de cabeza, y se dice de cierto, donde la pobreza sigue siendo un delito, el peor de todos, donde el que no paga impuestos, transgrede la ley, pero no así el que se los roba, la gente sabe donde están los puntos de riesgo, pero no así las que se dicen autoridades, quienes piden la denuncia ciudadana, sin dar garantías de nada, y mucho menos ser garantes de solución.
Las nuevas autoridades municipales cargan con el gran peso del paso de la conveniencia, y la pobre visión de su antecesor, quien vio al ayuntamiento como un botín, que salieron con nuevas casas y bienes que nunca serían costeadas con su salario, no obstante acudieran a la cultura del ahorro contumaz.
En varios municipios cargaron hasta con el perico, como se dice de manera coloquial cuando esquilman no sólo las casas del pueblo, como se les conoce a los ayuntamientos, sino al municipio mismo, con obras infladas en su costo, pero además, inservibles, puentes que se caen con las primeras corrientes, aulas que se descarapelan y se cuartean con los mínimos sismos.
Gente que en el ayuntamiento tuvo que pagar compromisos, y colocó a personas que no sólo no cubren el perfil, sino que además de estorbar para el desarrollo, contribuyen a su rezago o a su impasse. 81 municipios en el estado con alcaldes nuevos, aunque el personal no se haya renovado del todo.
Así podemos ver a quienes fueron regidores, como directores de área, o al de agua potable, repetir, o irse a limpia, o a Tránsito, un comunicador intentar bajar los índices de violencia con verborrea en un área que previene algo, tal vez el hambre y los gustos del que cobra hasta sólo porque sí.
Ciudad Altamirano, por ser el centro de la Tierra Caliente, y además el centro de las atenciones, se sintió con un vacío de autoridad galopante, casi sin idea, y sí con ganas de huir y dejar el queso. En Cutzamala de Pinzón, Francisco Estrada Campos, alineado a sus costumbres, dejó más problemas que soluciones.
Y allá, en Ajuchitlán del Progreso, Raymundo Flores Castañeda, se coloreó en esos tonos de la inutilidad, la tibieza, y el dolor por fregar al prójimo. Este nuevo mes y renovación de presidentes municipales, debería ser de nuevos sueños, e inyección por cambiar, por tener un verdadero cambio, pero se han recibido tantos golpes, que ya no se sabe de cierto.
¿Habría que darles el beneficio de la duda o un voto de confianza?, tal vez, pero ya se ha perdido la virtud de la sorpresa si al rato alguien por allá grita que tal o cual alcalde de pobre ha pasado a ser un nuevo rico, que si lo ve pasar en una camioneta, no se duda que allí van los impuestos del pueblo, que si su casa parece de sultán, que no se vacile en pensar que los dineros del pueblo lo cobijan de manera hasta grosera por los insultantes costos.
Las nuevas autoridades tienen un gran reto, de verdad, pero necesitan empeñarse y dejar de ver al municipio como negocio familiar, o un botín que se merece al final de los días de su supuesto mandato. Si se tiene a un político decente, o cuando menos, con verdadero espíritu de servicio, en esta Tierra del calor, se estará diciendo otra cosa, pero no ahora, no al menos por ahora.

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