martes, 9 de octubre de 2012

COLUMNA


La Jaula de Dios


Jesús Pintor Alegre


 Todo se va por el aire, y lo devora el tiempo, en los sinuosos caminos del olvido, y al rato, en esos avatares que dan precisamente esos momentos tejidos, los que se llaman historiadores recogen sus versiones, los transforman, les dan su toque especial, y les hacen competencia a los cuentistas… y pasados varios años, quinquenios, decenas o centenas, contarán actos de heroísmo, de susto, de amor, de vergüenza, de dolor.

De esta forma habrá de pasar la historia de Tlalchapa y su ex alcalde, Lorenzo Galindo Mojica, un hombre que se impuso, pese a su edad, al poder Mora Eguiluz, y en 2008 llenó de sueños a esos campesinos, que en la mayor cantidad componen a ese municipio tan rezagado, y espantosamente abandonado.
Galindo Mojica llegó abriendo expectativas, entumió enfados y berrinches, durante su mandato aventó varias ocurrencias, hizo y se dejó hacer, del poder interno y casi familiar, donde figuraba Benedicto Popoca Saucedo, quien parecía llevar las riendas, y el hermano incómodo de Lencho, Nacho, y luego, tras algunos manoseos, y barberismos, arribó al poder Emilio Real Toledo, y entonces, la situación tomó su firma.
Varias situaciones acalambraron la administración, y hasta se llegó a ver el amago de la desaparición de poderes en ese municipio que tenía la bendición del entonces senador, Federico Döring Casar, La Suprema Corta de Justicia algo dijo, pero al rato también ocurrió lo cointraruio, en ese juego de fantasmas que inventaron su propia película en este mismo municipio.
La falta de atención en varios rubros pegó en serio, pero no se comparó con el tema del fertilizante, donde inclusive, por la falta de entrega, el desprecio al pueblo, la indiferencia y la ineptitud, todo combinado, dejó sin entregar el insumo, y en esos galopes de la misma inutilidad, quiso regresar el dinero a los campesinos, como si con eso resolviera el conflicto armado por su desvergüenza.
El Tribunal de lo Contencioso administrativo, ordenó embargo al poco tiempo, y dejó en manos de la Secretaría de Finanzas la ejecución de la acción, que no se llevó a cabo, y peor aún, los bienes del municipio, entre equipo, mobiliario, documentación y hasta parque vehicular, empezó a ser sustraído por los trabajadores y el mismo grupo de poder tlalchapense, como para hacer efectiva la orden de la ley.
Y se llevaron hasta el perico y su grito de «burro», y quitaron esto y lo otro, y vaciaron la casa del pueblo, en un acto que no sólo causa vergüenza, sino verdadero enfado, y allí, el robo se hizo ante los ojos de los verdaderos dueños: el pueblo, quienes a pesar de haber presenciado cómo se llevaban sus pertenencias, y a pesardel desatre en que había convertido Galindo Mojica a su hogar, se dejaron robar y se dejaron hacer.
Una pasividad que encoleriza hasta al más sensato, y que se compara al hecho de que alguien ha entrado a la casa de algún ciudadano, y delante de él, y aún informado, se lleva esto y esto otro y hasta a la señorita de la casa, el casero se cruza de hombros y divertido observa cómo el truhan se lleva sus propiedades, carga con el televisor, la estufa, el horno de microondas, el refrigerador, la cama, le da un beso en la boca a la esposa, le agarra el trasero, y se cuelga a la jovencita de 15 años en hombros, y el casero, hasta se ríe un poco.
Así sucedió en Tlalchapa, y que merece tener por título al hecho; el pueblo que se dejó hacer. De acuerdo a las consideraciones de Guadalupe Eguiluz Bautista, la alcaldesa, dijo que eran 40 millones de pesos de deuda total, pero su esposo, Martín Mora Aguirre, en un cálculo que pudiera decirse: más lo que se acumule esta semana, dijo que contaban ya 55 millones de pesos, una cantidad para el escándalo.
Si los comparamos con el resto de los municipios, donde por decir algo, Cutzamala de Pinzón, con un ex alcalde también bandido, Francisco Estrada Campos, se habla de 6 millones de pesos de deuda, además de sínicos trabajadores de confianza que quieren seguir sangrando al pueblo; y los 4 millones de pesos de Pungarabato, a pesar de que entregó el mismo partido.
No cabe duda que para vergüenzas solos se pintan los bribones, ¿y el pueblo?, allá relamiéndose las heridas y entre dientes expresando «de por sí todos son iguales, mejor me pongo a cambiar», lo malo de esta expresión, es que eso que se trovan esos truhanes, es de su propiedad, sólo que ha perdido la capacidad y el valor de pelearlo, inclusive en las misma elecciones, que todos se regodean, todos gritonean, y el que menos dice, el pueblo, que es el verdadero propietario, deambula como zombi y como un paria.

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