miércoles, 5 de diciembre de 2012

COLUMNA


La guadalupana
 muy mexicana

Apolinar Castrejón Marino
 La Guadalupana, es un adjetivo que con el paso de los años, y por la enorme fe del pueblo de México se convirtió en sustantivo y luego en nombre propio. Hoy designa a la Reina de México y emperatriz de América, a decir de la jerarquía y la grey católica, de los políticos y de los artistas, quienes hacen a un lado sus actividades usuales, para rendir homenaje al símbolo más dulce de la genealogía teológica.
Pero ¿Qué es lo que adoran los fieles? Según el saber colectivo, se trata de un ayate en el cual se ve una imagen pintada de una dulce mujer con la cabeza ligeramente ladeada hacia la derecha, y con las manos juntas el frente en señal de oración.

Entendemos que las generaciones actuales de niños y jóvenes, no saben que es un sayal, mucho menos una tilma. Por ello, diremos que con las fibras de maguey, se hacen  tejidos para labores agrícolas. Los costales son unas burdas bolsas  para guardar, acarrear o almacenar productos como maíz, frijol y arroz.
Otro tejido más refinado se utiliza para mantos y vestimentas de la gente pobre. Son del color natural de los vegetales y son muy resistentes, pero son incómodos por su textura un tanto rasposa. Y todavía hay un tejido de mejor calidad, por que se combina el ixtle del maguey y del henequén con el algodón, la cual se llama tilma y sirve para confeccionar prendas de vestir más agradables.
Pues bien, la imagen de la Virgen de Guadalupe se encuentra en un sayal, que según la tradición era usado por un indígena para trasladar productos agrícolas. 
El cuadro que se observa en la Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41 pulgadas y la imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas de la superficie. Es imposible de describir aquí la rica y complicada simbología que contiene este cuadro porque cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teológico.
La Virgen está de pie y su rostro corresponde al de una joven mestiza, que se inclina delicadamente recordando un poco la tradición de las «Inmaculadas» medievales. El manto azul salpicado de estrellas es la «Tilma de Turquesa» con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. 
La Virgen de Guadalupe es una anticipación, de la raza mestizos que en aquel momento todavía no había en México. Pero ella asumió el dolor de miles de niños, los primeros de la nueva raza, rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. 
Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento de su vientre y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la mitad de su cuerpo. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, tiene unas alas de águila abiertas. 
El cuadro ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos y hasta de una bomba de gran tamaño que en 1921, un desconocido escondió entre las flores que le ofrecía de manera hipócrita. La explosión de este artefacto, causó gran destrucción: El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen quedó retorcido, y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta y el cristal del marco de su imagen no se rompió.
Pío X proclamó a Nuestra Señora de Guadalupe «Patrona de toda la América Latina»; Pío XI, de «todas las Américas»; Pío XII la llamó «Emperatriz de las Américas»; y Juan XXIII, «La misionera celeste del Nuevo Mundo» y «la Madre de las Américas». En esta gran basílica Juan Pablo II beatificó al indio Juan Diego el 6 de mayo de 1990. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.