martes, 26 de febrero de 2013

COLUMNA


Niños maltratados

Apolinar Castrejón Marino

 Uno de los «daños colaterales» de las protestas magisteriales, y el consiguiente abandono de los maestros de las escuelas públicas, es el maltrato de los niños.
Sucede que las madres y padres de familia ya se han programado para que mientras ellos trabajan, los niños estén en la escuela, y se ponen de acuerdo para que «alguien» acuda a recogerlos.

Pero cuando no hay clases por motivo de «reuniones sindicales», «juntas de academia» o marchas y protestas, los papás y mamás se vuelven locos porque ven alterado su ritmo de vida, y entonces se ven obligados a llevarse a su cachorros al trabajo, «encasquetárselos» a algún pariente, o de plano dejarlos encerrados en la casa.
Aprovechando que las leyes de México no prohíben maltratar a los niños, queremos darles algunas otras ideas. Pueden amarrarlos a una silla con cinta canela si son muy «inquietos», quemarles la boca con encendedor si son groseros y ponerles las manos en la estufa a los que tengan maña de tomar dinero.
Personal de salud y trabajadoras sociales han atendido en la Clínica de Atención Integral al Niño Maltratado del Instituto Nacional de Pediatría, los más aberrantes casos de maltrato infantil.
México es uno de los países donde el castigo corporal no está prohibido. Aunque a nivel nacional se sanciona la violencia intrafamiliar, ningún estado de la República prohíbe expresamente los maltratos hacia los niños. Más sin embargo la mayoría de los códigos civiles obligan a los niños a guardar respeto y obediencia a sus padres. 
Un informe de la Organización de los Estados Americanos (OEA) denunció a principios del año 2013 que las autoridades del país no han creado las condiciones para proteger a los menores. Hasta ahora sólo 24 países prohíben legalmente el castigo corporal, tres de ellos de América Latina: Uruguay, Venezuela y Costa Rica.
A su vez Gerardo Sauri, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia, denunció que los maltratos, golpes y castigos infligidos a sus hijos, pretenden ser «justificados» por los padres de familia, como método de corrección y disciplina.
En un informe sobre «El castigo corporal de niñas, niños y adolescentes», la Relatoría sobre los Derechos de la Niñez del CIDH, ha señalado que a pesar de los avances en algunos países, en otros tales prácticas «se encuentran legitimadas por la tolerancia y la aceptación social». 
Pero ¿qué hay de los niños y niñas que son sometidos a otro tipo de maltrato, como la discriminación, la humillación y el desprecio? De manera un tanto disfrazada, los adultos regañan y repudian a los niños que llevan algunos empleados a los centros de trabajo. 
De suyo, esos lugares no son adecuados para que los niños permanezcan muchas horas debido a su natural inquietud y curiosidad. En la oficina, al despacho o la dependencia los niños quieren jugar, quieren comer o quieren dormir. Pero tiene que conformarse con jugar con la computadora, comerse un sándwich o una torta, y dormirse en un sofá, en un sillón o en una butaca.
Los empleados que se llevan los hijos al trabajo, los exponen a la deformación de su infancia, pues los adultos se divierten enseñándoles palabrotas, albures y manías impropias de su edad. Se regodean haciendo que los niños aprendan piropos groseros para que luego se los digan a las otras empleadas.
Arturo Loredo Abdalá, coordinador de la Clínica de Atención Integral al Niño Maltratado nos ilustra con dos ejemplos muy reveladores.
Sarahí tiene siete años de edad, y cuando le solicitó que hiciera un dibujo expresando sus emociones, pintó a sus papás con coronas de reyes, pero a su papá pegándole a su mamá.   Cuando el doctor Loredo le preguntó qué era todo eso, ella dijo:
«Es papá, está jugando a que le pega a mi mamá. Siempre le pega». 
Pero ¿Por qué les pones coronas? 
Porque ya vienen los Reyes Magos, y ellos me dan juguetes. 
Otra niña de cinco años, golpeada por su padre, explicó en su dibujo: «Es un barco, van muchos niños, muchos. Están en un bosque, los persigue el lobo, con unos ojos brillantes. Se quiere comer a los niños». 

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