lunes, 11 de febrero de 2013

COLUMNA


Cosmos
Héctor Contreras Organista

 ¡Señor, sálvanos que perecemos!


 El Papa

 Esta mañana en noticieros de radio y televisión y en los periódicos por internet surgió la noticia: ¡Renunció el Papa!
«Renuncia el Papa por falta de fuerzas - anunció esta mañana en internet el diario Reforma-: El Papa Benedicto XVI anuncia sorpresivamente que dimitirá al cargo el 28 de febrero, al sentir mermadas sus fuerzas debido a sus 85 años».

El Universal, el gran diario de México, informó:
El papa Benedicto XVI abandonará el pontificado el 28 de febrero próximo debido a su «edad avanzada».
La decisión fue tomada hoy por el pontífice de manera sorpresiva durante un Consistorio Ordinario que celebró ante cardenales de la Curia Romana.
«Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino», dijo el sucesor de San Pedro.
El Obispo de Roma indicó en el Consistorio, en el cual se preparaban tres causas de canonización, que «desde el 28 de febrero de 2013, a las 20:00 horas (una de la tarde, hora de México), la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».
Según el pontífice, el mundo de hoy está sujeto a rápidas transformaciones y es sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, por ello y para gobernar la barca de San Pedro, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, una virtud que consideró, ya no se encuentra en él.
Benedicto XVI es el Papa número 265 de la historia y comenzó su pontificado el 19 de abril de 2005 al suceder al papa Juan Pablo II tras su fallecimiento.
 El último Papa que dimitió fue el papa Gregorio XII, quien renunció en 1415 como parte de un acuerdo para poner fin al Gran Cisma de Occidente entre varios papas que se disputaron la autoridad pontificia.
 Joseph Ratzinger de 85 años de edad nació en Alemania, y es el máximo representante de la iglesia católica en el mundo. 
Como es de suponerse, inmediatamente comenzaron las especulaciones, los comentarios y los porqués de la renuncia del Papa, más que por su edad.
Millones de seres humanos que en el mundo profesan el catolicismo, pero también por los muy graves problemas que metieron en una especie de embudo a la misma iglesia debido a los escándalos de pederastia.
Antes e Juan Pablo II el Papa Juan Pablo I fue encontrado muerto en el Vaticano. A raíz de ello surgieron muchas historias, libros, películas, reportajes y siempre se señaló hacia la complicada situación económica de la banca establecida por Roma en su sede.
Se ignora hasta qué punto pudiera la renuncia servir de ejemplo –bueno o malo- a la jerarquía católica debido a que hay muchos obispos y sacerdotes en general de edad avanzada que siguen ejerciendo su ministerio.
No faltan quienes se preguntan que en caso de no haber sido llevado a la cruz a los 33 años de edad y muerto, Jesús de Nazareth, ¿hasta qué edad hubiera desempeñado su ministerio de Hijo del Padre enviado a la tierra? ¿Habría renunciado como Benedicto XVI lo hace ahora, por falta de fuerzas?
Otros observadores del tema, más agudos y avispados dicen que en el caso de los barcos, cuando se hunden, las primeras que salen huyendo son las ratas y que el buen capitán de un navío no lo abandona: ¡Se hunde con él! Duras observaciones pero ya se hacen sin rubor en los noticieros.
También citan textualmente un pasaje bíblico: «Y entrando en la barca sus discípulos le siguieron  y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca, pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Y él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose reprendió a los vientos y al mar y se hizo grande bonanza». Claro, se trataba de Jesús a quien el que hoy renuncia como su sucesor, se retira «de la barca de San Pedro».
Más que fijar posturas al sentido de la renuncia, de inmediato brotó la tenebra que puso de manifiesto la inocultable ambición por el poder: ¿Y quién podría suceder a Benedicto? 
Por cierto, una lectura matutina encontramos que casualmente cita que en el extremo opuesto del perfeccionismo se encuentra la debilidad de carácter que puede llamarse descuido o el hábito de conformarse con el desempeño mediocre, negligente e imperfecto de cualquier tarea.
El descuido no debe confundirse con la lentitud o con la incapacidad mental manual de llevar a cabo eficientemente ciertos tipos de trabajo.
El descuido, como su nombre lo indica, es un rasgo de carácter de quienes podrían fácilmente hacer un trabajo bueno o superior, «pero que no les importa» esforzarse.
El origen del descuido como hábito se encuentra generalmente en la infancia de cada persona. Sus padres o maestros demasiado indulgentes  le permitieron que saliera del paso con un trabajo negligente, o siempre intervinieron haciendo la mayor parte del trabajo que correspondía al niño.
El adulto descuidado parece saber que alguien tiene que terminar o corregir su trabajo y enmendar sus errores, y pasa por la vida dando por sentado que ese es el orden natural de las cosas. Como sus padres siempre hicieron parte de su trabajo, espera que los demás hagan lo mismo en todo el curso de su vida.
Tal vez no hubo oportunidad de reflexionar a fondo lo que sigue desmoronando la base de la iglesia católica: «Todos mis defectos de carácter me separan de la voluntad de Dios».
O, en otro sentido, como dijo el ilustre poeta antioqueño que radicó en Chilpancingo, Porfirio Barba Jacob: «Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres como en las noches lúgubres el llanto del pinar, y el alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar». En fin…

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