COLUMNA


El Alacrán 

¡Quiero agradecer por este medio la operación de mis cataratas!
 Pero antes, agradecerle  al señor Javier Francisco Reyes, por darme la oportunidad, de hacerlo público. En la vida, tenemos la oportunidad de recibir cosas positivas, y de apoyos, morales, a los cuales debemos estar agradecidos, sobre todo de reconocerlos, y si Dios nos da la oportunidad de regresar esa ayuda, devolverla  a quien nos la proporcionó, y si por causas de la vida, esta persona, ya no existe,
otorgarle el apoyo a otra persona, ¡esto se llama agradecimiento! Y estar en paz. Quiero agradecer al alcalde capitalino, el priísta Mario Moreno Arcos, al Seguro Popular, a la regidora de salud cuyo nombre se me chispa de la memoria, al Contador  Público Jesús Manue  Urióstegui Alarcón, a los directivos del hospital San Diego y a los formidables doctores  de Irapuato,  Guanajuato, y la directora de ese manicomio, y digo manicomio por que fueron 89 pacientes  y entre de ellos El Alacrán que operaron el día 22 de marzo, como todo paciente antes de la operación, estábamos serios, y callados, no sabíamos lo que nos esperaba todos sentados en el autobús que pagó el ayuntamiento de Chilpancingo y salimos a las 9:30 de la mañana. No antes entregarnos un refrigerio, pequeño por que teníamos que estar en ayunas, para los exámenes, ya en la carretera los compás con voz fuerte dijeron préndanos la video, y desde la cabina del chofer se escuchó decir ¡para que, si están ciegos!. Total que para no hacérselas de chile patuano, nos pusieron una batita de bailarina de tubo. Trasparente, trasparente y una gorrita de tortillera, y en «calzones» como yo no uso, uno de los encargados, me preguntó ¿qué no trae trusa?, le contesté con un ¡no! cualquier tipo de ropa interior ¡no! se acercó la directora, no se preocupe hemos visto muchas cosas, en este hospital, el gusano que por pena estaba, apenado, tomó su forma de 40 centímetros y a la anestesia, me picaron dos veces al extremo del ojo con unas agujas delgadas que no sentí fuerte el dolor, se me apagó la lámpara, (ojo) se puso René Juárez (negro, negro,) y de ahí al quirófano y con música de fondo fui intervenido por el doctor. La intervención duró 10 minutos, y las recomendaciones fueron de mucho reposo, nos subimos al autobús y al hotel, al otro día un buen baño y listos para ir a revisión de la operación, salimos y abordamos el autobús de regreso a nuestra bella capital de Guerrero.
¡Gracias! Mil ¡gracias! Mil ¡gracias!
Los quiere Cecilio
P.D.—No se pierda los mal agradecidos de Chilpancingo, chinches, columpios, que cuando están bien  y se largan después de vivir muchos años arrimados y durmiendo como rata en el taller de La Crónica, vespertino de Chilpancingo, ni siquiera dan las gracias dejando mucha basura. No se la pierda daré el nombre de este malagradecido. ¡que vergüenza!

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