martes, 21 de mayo de 2013

COLUMNA


Cosmos

Héctor Contreras Organista


-Oiga, pobresor, ¿y cómo se ve la política desde allá, desde su trinchera?
“Buena pregunta que haces, amiguito. Mira, te diré que casi todos coincidimos en que está tan pero tan devaluada la cosa esa que llaman política, que sus sacerdotes y acólitos buscan ahora sin cuartel otras puntas a la hebra para atraer la atención y el voto de los electores y no dejar de ser atracción. Odiosa siempre, pero atracción al fin”.


-¿Quiere decir que los políticos jamás claudican, que no quieren nunca bajarse de la burra porque, como dicen ellos mismos, no aparecer en las nóminas del gobierno es vivir en el error?.
“Eso mero, porque, dime: ¿Quiénes de esa fauna van a querer estar sin tetera?, como decía mi amigo y colega don Reemberto Valdez Ortega, viejo periodista a quien siempre se le recuerda con afecto. Y agregaba con todas sus letras: El que no chilla, no mama”. 
-¿Será por eso, señor pobresor que hay tanto mamón conformando las filas de los políticos? 
“Intentaré explicarme: La carrera que tienen que hacer es muy larga y compleja porque deben vender el alma al diablo. Compleja y larga, sí, pero al fin de cuentas muy productiva debido a las fortunas que amasan.  Hagamos el recuento de algunos populares políticos del rumbo y veamos cómo viven. Tú pon los nombres, si gustas.
Un aspirante a político que pretenda llegar a ser un señorón, comienza por cargar el portafolios a los jefes. Andar sirviendo de chofer sin que le paguen, de mandadero, de IBM, de alcahuete, de tapadera, de guarura y a veces hasta de otras cosas.
A base de lamer las suelas de sus jefes, políticos a quienes sirven, como dicen ellos en sus discursos, leal y patrióticamente, se transforman en gente importante, dicho sea entre comillas, y por el hecho de que ya alcanzaron hueso. 
En esos menesteres, jamás pierden de vista que es indispensable tener padrino, porque ya lo decía mi amigazo el periodista, él sí, un gran periodista  Arturo Mundo Catalán en su semanario “El Grillo”: ‘Político sin padrino, es hombre muerto’.
De esa postración, de andar de gatos (dicho sea con perdón de los gatos), saltan a regidores, a síndicos, a alcaldes, luego al gobierno estatal, más tarde a la Cámara de Diputados, llegan algunos a ser senadores, se convierten en funcionarios de gobierno federal y alcanzan a ser titulares de alguna secretaría o líderes de un partido o de algún sector.  
Su ‘especialidad’ es la reverencia, la genuflexión, el espinazo elástico, la caravana ante los poderosos (‘Sí, señor, lo que usted diga, señor’) y su insultante soberbia en contra de los subalternos.
Y así pasan la vida, como los changos (dicho sea con perdón de los changos), que van de rama en rama. Pero estos micos de la política son insaciables, nunca paran de amasar fortunas. Jamás dejan ‘la política’, esa praxis indecorosa conocida como ‘política a la mexicana’, cimentada desde que nacieron los partidos políticos.
Quiero decirte, amiguito que antes, y eso no falta quien lo recuerde, había políticos de derecha, de izquierda, de centro y sobre todo gente pensante, inteligente, osada, pícara, y muy leal a sus principios políticos, a sus convicciones. Bueno, eso decía la gente cuando yo era chamaco. 
Pero en la actualidad, como todos podemos constatar, ya no hay ideología que respetar. Les da enteramente lo mismo ser tricolores que azules, amarillos, verdes, anaranjados o pardos. Todos domesticados, es decir indignos. Lo que les importa es lo que ya te dije: No estar fuera de la nómina porque eso es una maldición para ellos, es vivir en el error”.
-Sin embargo, pobresor, y disculpe que lo interrumpa, me imagino que no todos fueron así, ni algunos oficiantes de hoy son así. 
“No, claro. Los hay peores y también mejores. Hay, como todo mundo sabe, sus raras excepciones. Son los llamados ‘garbanzos de a libra’, servidores públicos dignos, justos, humanos, comprensivos, inteligentes, avispados y, sobre todo, aquellos que cuando empeñan su palabra con la gente, con las masas, la cumplen. Esos son los que valen. Son hombres y mujeres chapados a la antigua. Muy raros, ¿no?”.
-Sí, pobresor, pero quiero decirle que la caricatura que la gente tiene del político común y corriente es que, por principio es un transa. Un ente que miente, que gaña, que es falso, retardatario, odioso, vengativo, sin escrúpulos y obviamente ignorantón.
“Está bien, está bien, pero no me digas nombres por ahora. Te comentaré que hubo por aquí hace muchos años uno que llegó a ser líder de sector de algún partido político y hasta senador. ¿Y sabes qué? No sabía escribir. Ah, pero eso sí, dueño de una personalidad arrolladora. Soberbio, impetuoso, dominador, exigente, gruñón, con apariencia de valiente, con la mentada de madre a flor de labios y empistolado siempre”.   
-De acuerdo, pobresor, pero dicen que ese tipo de personajes, de hace algunos años para acá, se acabaron. Fueron relevados por los petimetres, los perfumados, los doctores, los maestros, los egresados de grandes y prestigiadas universidades, pero esos salieron, como dice también la gente: “más cabrones que bonitos”, porque ya traían escuela superior para engañar, robar, falsear, pisotear al pueblo pero, con el respaldo del título universitario, con posgrado, pues.
“Eso es cierto. Pero, aún así, ese tipo de iluminados ya no rifan en la acStualidad. También se acabaron. Hoy nos encontramos frente al político ‘reformado’, es decir: La misma gata (dicho sea con perdón de las gatas) pero revolcada y que siguen usando el mismo ropaje o estereotipo para engatusar incautos o protagonizar el papel de engaña pendejos, pero con la adopción de otro tipo de personalidad: Ni te imaginas: ¡Hoy son o se disfrazan de ministros religiosos!”.
-Ay, pobresor, de veras que estos carajos no se miden. Ya me imagino a un farsante predicando la palabra de Dios y haciendo uso de su verborrea demoniaca combinada con promesas de campaña en nombre de la divinidad en la que la gente cree y tiene fe… definitivamente ya no hay valores.
“No hay mucho que agregar, amiguito, más que están cortados por la misma tijera. Son y están como los tamales: de chile, de dulce y de manteca metidos en el mismo chiquihuite. Nadie dude que su frase favorita tomada de la máxima oración de Cristo tiene que ser: ¡Vénganos tu reino! ¡Vénganos el dinero del pueblo!”
-Tal vez por eso y sólo por eso la gente no cree ya en los políticos, menos en los que se han encumbrado como alcaldes, diputados y demás etcéteras, para hacer mal uso de la fe de las multitudes y como siempre, de las arcas, aunque no sea la de Noé.
“Si, sí, sí y tal vez por eso, en la cresta de la desesperación social y sobre todo la económica, nadie abriga una esperanza de que las cosas en México cambien, y ello posiblemente de pie para que se desate la violencia como se ha visto en Guerrero en las semanas más recientes y en otros estados”.
-Así es pobresor, porque usted lo ha dicho: Se nos ofrece un cambio de la penosa y miserable situación en que nos hundimos, pero los políticos no cumplen lo que prometen, insisten en ir en sentido contrario a la problemática nacional. Échele un vistazo a la economía, a los salarios. Precios a los productos básicos ya están bien copeteados. 
“También eso es muy cierto, amiguito: Se aferran a su maldad en la farsa, en la mentira, con sonrisa hipócrita y actitudes que provocan náusea, y ahora con esta nueva acometida, la de usar como complemento de su falsedad la Palabra de Dios, disfrazándose de ministros religiosos”.
-Bueno, pobresor, y dígame, en todo este circo, ¿dónde queda al pueblo, las protestas, los rechazos, las injusticias, el autoritarismo, los hurtos y las mentiras?
“Mi estimado y preguntón amiguito. La respuesta está en los periódicos, revistas, periodistas y escritores que no claudican. Yo sugeriría que hay que dejar de ver la tele, las idioteces de televisa y teve azteca. Hay que leer, leer y leer. Ahí está la solución. Pero de ello ya platicaremos en otra ocasión”.
-Está bien, pobresor. Gracias por sus comentarios.

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