martes, 28 de mayo de 2013

COLUMNA


Cosmos


Hector Contreras organista


A grandes zancadas nos aproximamos al Día de la Libertad de Expresión, que en México se exalta cada 7 de junio. Cuando comenzó se denominó celebración.
Pachanga, pues, porque siendo la idea del coronel José García Valseca (dueño del periódico Esto y de la cadena del Sol de México) la creación de tal día, el propósito era reunirse los editores, directores de periódicos y periodistas en general con el presidente de la república, que en ese entonces era Miguel Alemán Valdez con quien compartían banquete y, según, se estrechaban lazos de amistad entre prensa y gobierno
Conveniencias, sí; sin duda. Lo demás, utopía… también, sin duda.

“En este periódico se vende espacio, no criterio”, decían los viejos y dignos editores de aquellos entonces, muchos de los cuales terminaron sus días en las mazmorras de Lecumberri, el lúgubre “Palacio Negro”, cuando bien les fue.
Ya en México se tenía vivida la experiencia de los Flores Magón y en Guerrero la del doctor Eusebio S. Almonte y del líder Juan R. Escudero.
Los periódicos diarios circulaban en Acapulco: Trópico y La Verdad. Más tarde apareció “Revolución” de don Pedro Huerta Castillo.
En Chilpancingo circulaban de vez en vez semanarios.
En los años 50 y 60 del siglo pasado las noticias que se leían en la capital del estado eran las que publicaban El Universal y Excélsior. Más tarde llegaron El Heraldo de México, El Sol de México, Esto y la más grande de todas las publicaciones: Siempre!, Presencia de México, editada por el maestro José Pagés Llergo.
Si como se chismorrea por ahí, hay un diario local que se jacta señalando que desde 1947 a la fecha “no ha dejado de salir”, pues que publique por lo menos en suplemento las noticias que publicó en los gobiernos de Gómez Maganda, Darío Arrieta Mateos, Raúl Caballero Aburto. 
Seguramente que si tuviera en sus archivos registrados los acontecimiento brutales de 1960, ya los habría publicado, son un tesoro. Que muestre cómo “cubrió” la caída de Raúl Caballero Aburto y la administración de su sustituto Arturo Martínez Adame y que nos narre cómo fue el gobierno de Raymundo Abarca Alarcón, de 1963 a 1969.
La verdad es que fueron veinte largos años de silencio. ¿Por qué o para qué mentir? En 1963 comenzó a circular en forma intermítete “El Sol de Chilpancingo” de don Reemberto Valdez Ortega, precediendo a El Sol de Acapulco. En el puerto también se publicaron El Gráfico y Prensa Libre de José María y Obdulio Severiano Gómez. Hubo una revista de mucha calidad: “Caleta”.
El periódico diario más antiguo en nuestra entidad suriana es El Diario de Guerrero que se publicó de 1947 a 1949. A partir de entonces dejó de circular 20 años, cuando el gobernador Baltazar R. Leyva Mancilla concluyó su mandato estatal. Ya no hubo gobierno que patrocinara la publicación.
Volvió a la luz pública a partir de 1969, pero ya en manos de Héctor García Cantú, periodista tamaulipeco entrón, honesto, humano, combativo. Durante 25 años lo mantuvo en la cúspide del celo profesional y de la dignidad y vergüenza periodística pero, los tiempos cambian, la gente muere y todo pasa. 
Entonces, los periodistas que se reunían con don Raymundo Abarca Alarcón quien fue gobernador de Guerrero de 1963 a 1969, celebraban el 7 de junio el Día de la Libertad de Expresión. El médico chilpancingueño con los periodistas se daban cita en una comida en el “Restaurante 300” propiedad de don Pepe Rubín.
Ahí vimos charlar, reír, comer y beber al grupo de periodistas que en su mayoría eran corresponsales de diarios nacionales o colaboraban con revistas de circulación nacional o con los diarios de Acapulco o semanarios locales.
El médico, poeta y periodista don Roberto García Infante; el profesor Aarón M, Flores, el propio don Pepe Rubín, Paco Treppiedi, don Rubén Mora Gutiérrez, el maestro don Daniel Ramos González, don Benjamín Mora Chino, el profesor Amadeo García Pastor, don Hermilo Castorena Noriega, don Ángel Chávez Navarrete, el maestro don Alberto Elías Nava Rosendo, don Jesús Salgado Bello, Rogerio Armenta Ramírez, don Antonio Gutiérrez Rodríguez, don Jesús Salmerón  y muchos más que como decían los clásicos “escapan a la memoria”. La nueva hornada de informadores la encabezaban Eulalio Espinosa Marmolejo, Hugo Pérez Bautista y Florencio Salazar Adame, entre otros.
En el segundo lustro de los años 60 y en la década de los años 70 comenzaron a circular publicaciones diversas. Ya contaban con prestigio para ese entonces “El Platero”, en Taxco, con Jorge Quinto, “Actualidades” en Iguala, con Delfino Quinto Martínez y “El Correo” de Raúl Velasco Vázquez, también en la ciudad de Iguala.
De ahí en adelante llegó una cascada de semanarios y diarios y, en consecuencia, la llamada “familia periodística” en Guerrero creció con La Voz de Ometepec, de don Vicente Ramírez Sandoval y comenzó a publicarse con muchas dificultades Diario de Guerrero, Informador de la Costa Grande, en Zihuatanejo. En Tlapa “cubriendo” la montaña comenzaron a editarse semanarios y en Ciudad Altamirano ya se editaba una gran revista “Cuauhtémoc”  de don Catalino Gutiérrez Galindo.
Por ese río caudaloso de la información guerrerense han navegado una cantidad muy considerable de publicaciones, en su mayoría con una gran particularidad: Han hecho uso y defendido hasta con la vida el sagrado principio de la Libertad de Expresión. La mayoría han desaparecido porque reafirmaron siempre lo que decían los editores, directores y periodistas dignos: “En este periódico se vende espacio, no criterio”.  Y hoy, ¿se sigue sosteniendo esa premisa? Al menos aquí, sí.

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