lunes, 10 de junio de 2013

COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras Organista

En medio de una temprana lluvia pertinaz, este domingo 9 de junio de 2013 fue llevada por familiares y amigos a su última morada una de las esforzadas mujeres chilpancingueñas más queridas, particularmente por vecinos del barrio san Mateo, la muy respetable y estimada señora doña Elena Hernández Lorenzo, popularmente conocida como doña Lena.

En sus 84 años de vida estableció una trayectoria que se fundamenta en ejemplo de trabajo para los suyos y deja sin duda un gran vacío en la convivencia familiar, en virtud de que la señora, desde hace más de medio siglo dedicó su trabajo a la elaboración del pozole, habiendo sido su establecimiento uno de los más concurridos y que comenzó bajo una ramada. Al paso del tiempo se convirtió en la famosa y tradicional Pozolería de “Doña Lena”, en Leona Vicario 39-A, adonde se llega por medio de un típico callejón conocido por todo Chilpancingo.
Por esa popularidad personal y por el ambiente familiar de buen comer, de música y canciones, el ambiente en ese local resulta siempre grato a los paisanos y a sus invitados que vienen de lugares lejanos a Chilpancingo. Anfitriona amable, desparramando siempre sencillez, se dio a la tarea de contar con un local agradable y tranquilo.
La mayoría de gente cercana a ella, amigos, vecinos y familiares le acompañaron en el último adiós en el panteón municipal del centro donde sigue vigente la frase: “Descúbrete ante la augusta paz de nuestros muertos, aquí donde terminan las ambiciones humanas”.
Entre el dolor, llanto y duelo estuvieron sus dos hermanos sobrevivientes, doña Tere, un año menor que ella y el estimado maestro don Margarito Hernández Lorenzo.
Doña Elena nació el domingo 18 de agosto de 1929 en Chilpancingo. Fueron sus padres don Amado Hernández Flores y la señora Feliza Lorenzo Abarca. Don Ricardo Aponte Pólito fue su esposo. Procrearon varios hijos: Sara, Jorge, la muy querida maestra Silvia, viuda de nuestro compañero periodista Antonio Gutiérrez Alanís y Leticia, su hija menor.
La señora Feliza, mamá de doña Elena, fue propietaria de una de las primeras pozolerías tradicionales de Chilpancingo, establecida en la esquina de Corregidora y Leona Vicario, frente a la escuela “Lauro Aguirre” donde por cierto se daban cita los maestros para degustar los deliciosos platillos, en especial los sopes. Entre quienes recuerdan sus comidas está el profesor Beto Flores, hijo del maestro don Aarón m. Flores.
Los hermanos de doña Lena fueron Constantina, esposa de Simón Alarcón, excelente trompetista de la Banda de Música del gobierno del estado, Rubén, Julio, Eleuterio y Margarito. Tuvo dos medios hermanos, Ranulfo quien fue un destacado montador de toros en las ferias locales y Baltazar. En total fueron quince hermanos.
Doña Feliza quedó huérfana a muy temprana edad. Sus apellidos eran Abarca Lorenzo, pero un tío suyo, don Jesús Lorenzo, su protector, los invirtió y quedó registrada con el nombre de Feliza Lorenzo Abarca. Uno de los hijos de doña Feliza, Margarito estudió en la Normal para Maestros, es además un excelente amigo y diestro guitarrista y cantante, formó el Trío “Los Olímpicos” que se presentó en los años 60 en radio, y acompañaron, entre otros, al cante David Lama. Es en la actualidad es un destacado fotógrafo.
Sobreviven a doña  Elena Hernández Lorenzo sus hermanos doña Teresita, también famosa cocinera cuyo domicilio se localiza en la colonia Guerrero y el profesor Margarito. Sus hijos, muchos nietos y bisnietos. Una gran familia la conforman los Hernández Lorenzo y Pólito Hernández de donde han surgido brillantes profesionistas y gente de bien. A todos ellos hacemos presente nuestro más sentido pésame en su dolor, en espera que muy pronto el Señor de los Tiempos les traiga resignación.
No debe escapar en el registro del duelo por el fallecimiento de doña Elenita que pese a la lluvia inclemente, los integrantes del Mariachi Imperial Juvenil que dirige el maestro Ernesto García Rojas, se mantuvieron tocando de pie, sin moverse del lugar en que se ubicaron frente a la tumba. Y por si fuera poco ejecutaron magistralmente todas las canciones alegres que en vida con ese mismo mariachi disfrutó la señora.
Y es que hace tiempo con su hermana doña Tere formalizaron un compromiso: “Si me voy primero, me llevas el mariachi al panteón para que toquen mientras me entierran, y si mueres antes, yo te lo llevó…”. Doña Teresita, quien rebasa los ochenta años de edad, le cumplió a su hermana, como ella lo hubiera hecho. Así es la mujer chilpancingueña. ¡Así!

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