jueves, 7 de noviembre de 2013

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 Hace muchos pero muchos años, tal vez en los años 40 del siglo pasado, la gente, el pueblo, la ciudadanía empezó a calificar a los médicos en México Distrito Federal como “Matasanos”.
El calificativo pronto se extendió por todo el país y aquellos médicos que antes fueron objeto de admiración, gratitud, respeto y homenaje por parte del mismo pueblo, pronto alcanzaron el repudio popular.
Ejercer el oficio de “curar”, de sanar, de devolver la salud a los enfermos sin duda que de siempre ha sido una actividad de lo más complicado y, por otro lado, las enfermedades, al paso del tiempo son más complejas.

Entonces, quienes eran médicos “generales”, es decir, que atendían a todo tipo de enfermos, desde una gripa hasta un cáncer, en aquello años lejanos le entraban a todo. 
Ellos veían cómo le hacían pero no se rajaban, aunque no tuvieran conocimiento a fondo de las enfermedades  que en muchos casos eran desconocidas, hacían el intento y a veces los milagros obraban, cuando el enfermo sanaba… Uhhh, con eso el médico se hacía famoso.
Pero así como el romanticismo, las serenatas y la poesía en México pasaron de moda, así los médicos, aquellos que fueron muy queridos y respetados por la gente, pasaron de moda.
En nuestra ciudad hubo y hay médicos verdaderamente chilpanchingones: Vélez, Rojo Colinas, Carreto, Jesús Astudillo, Tiquet, Saavedra, Sosa, Lasso, Saúl Alarcón, Fiacro Jiménez, Eusebio Mendoza Ávila, Pedro Salgado Leyva, Jesús Mendoza Adame, el médico Jiménez de la Farmacia “San Antonio”, siempre bien recordado por muchísima gente y muchos más a quienes pedimos disculpas por no anotarlos en esta lista de honor, lo mismo que a muchísimos nuevos médicos de la nueva hornada: nuestra admiración, gratitud y respeto.
Viene a cuento el tema de médicos a quienes la gente califica como Doctores, y que en algunos casos no lo son porque no estudiaron o concluyeron un Doctorado, sino que justamente son médicos por haber egresado (titulados) de la Escuela Médico Militar o universitaria, pero de Medicina.
Pues, esos médicos que han quedado en la gratitud y memoria del pueblo, han sido relevados por ejércitos de lo que la gente hace años calificó como “Matasanos”.
¿Cuánto le cuesta a cada mexicano que paga sus impuestos, sufragar los estudios, la carrera de un Médico? ¿Y a la hora que comienzan a ejercer su profesión esos médicos cuánto cobran por consulta, por sus intervenciones quirúrgicas y por la medicina que recetan?
Ha llegado el momento en que la gente que no tiene dinero ni para la consulta prefiere quedarse con su enfermedad, y atenderse con remedios caseros y con chochitos porque para pagar un médico ni aunque vendieran el palacio de gobierno con todo y sus mono-changos y changas adentro, ni así les alcanzaría el dinero para ser atendidos por un “matasanos”.
Decir: Voy al médico, en la actualidad, es darse un lujo de aquellos. Y más los que son atendidos en los hospitales del DF, de esos lujosísimos donde cobran hasta por respirar.
Hay personas que hace un tiempo no tenían ni en qué caerse muertas, pero de pronto, ingresaron a la política o les fue bien en el comercio y al rato pasaron a formar parte de los ricachones tipo Slim.
Pero como su ignorancia les supone que “el dinero todo lo puede”, por cualquier molestia comenzaron a ir a consulta a esos hospitalotes donde “los especialistas” los  desplumaron, los dejaron en la calle, y lo peor, mucho más jodidos que en su anterior estado de salud.
Ah, pero esa gente se sabe nombres de medicamentos, de médicos y de enfermedades como saberse el Padre Nuestro, y lo presumen. ¿Les sirve de algo?
En la pared de una papelería había un letrero pegado: Un reportero le pidió a Dios (como si cualquier reportero pudiera entrevistarlo) que le dijera, qué es lo que más le divertía de los hombres. Y Dios –según- respondió que los hombres pasan gran parte de su vida trabajando para hacer dinero y luego tienen que invertir ese dinero para intentar conservar su salud.
Se tiene que buscar el punto medio. Los médicos están obligados a reflexionar hasta dónde éticamente deben ejercer su función sin joder al enfermo. Y el enfermo o su familia no ser tan atarantados como pagar fortunas a los bandidos que se disfrazan de “especialistas”.
Hay hijos de SP Madre que se disfrazan de médicos. Aunque el paciente que llega a su clínica, consultorio o desplumadero no tenga más que un dolor de cabeza, le dicen que hay que operar inmediatamente. Y el que se deja, suelta la lana, porque no es capaz de ir a consultar a otros dos o tres médicos, a lo mejor de entre ellos encuentra uno más o menos honrado y le dice que se trata solamente de un dolor de cabeza y no hay que operar ni pagar nada.
Los médicos, ahora, los que trabajan bajo el manto oficial (en otra ocasión hablaremos del ISSSTE y del IMSS) “se están luciendo”. En varios estados de la república se les están muriendo los pacientes. Mujeres que dan a luz a las puertas de los hospitales porque los médicos irresponsables no atienden su oficio, su profesión. Andan dándose aire en las nubes de los dioses.
Alguien, tal vez el mismo pueblo, tiene ya que hacer algo a favor de la sociedad, de los enfermos.
No es posible que esta sociedad que va desgajándose en los despeñaderos de los políticos, que nos llevan a toda prisa a la tierra del nunca jamás, aumente la velocidad de su caída. Es necesario que los mismos médicos, conscientes de su profesión, ofrezcan soluciones honestas a la sociedad.
Que ya no haya estudiantes ni egresados de las escuelas de Medicina con el sólo propósito de hacerse ricos en el menor tiempo posible a costillas del dolor ajeno o del comercio del dolor de gente que no tiene ni tendrá jamás dinero para curarse. Hace falta humanizar esa profesión. 

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