miércoles, 5 de febrero de 2014

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 La semana pasada murió Alfredo Contreras Arzeta quien en la infancia y por su gran habilidad para el futbol y sus enormes facultades para correr en la cancha sus compañeros de equipo le colocaron un apodo: “La yegua”.

Sin proponérselo, el mote se lo transmitió a su hermano Arístides, que es junto con Paquita el hermano menor en la dinastía de la apreciada y muy querida familia Contreras Arzeta, venida de la Costa Grande de Guerrero y asentada hace toda una vida en la capital del estado.
Un gran acompañamiento despidió en el viejo panteón de Chilpancingo al amigo Alfredo quien durante muchos años se desempeñó como un distinguido funcionario del Instituto Federal Electoral donde recibió muy merecidos reconocimientos.
Familiares del desaparecido estuvieron recibiendo sentidas condolencias al conocerse la noticia de su fallecimiento, muestras de pesar por el deceso de Alfredo estuvieron llegando, inclusive al  momento de sepultarlo, porque vino gente de lejos.
Era un atardecer luminoso, de cielo y clima acogedor y un sol clemente que poco a poco intentaba ocultarse entre las montañas del poniente de Chilpancingo. Gustavo Morlet con su esposa, Arístides, acompañado también por su esposa y su hijo lo rodeaban y platicaban con él.
Vimos la oportunidad y presentamos nuestro pésame a Arístides. Olivio, su hermano, andaba muy atareado dando instrucciones para lo de la sepultura. Los demás fraternos eran rodeados por amigos lo mismo que la viuda, doña Ana María Soto Rendón y sus hijos Liliana, Alker y Mariana.
-Arístides, heredaste el apodo de tu hermano Alfredo: La yegua. “Sí, así es. Primero me bautizaron como La potranca. Ya que crecí me decían La yegua, pero todo por Alfredo. Llego al estado de Quintana Roo  y me quito el apodo. Allá me llaman El Sargento o el Papa.
-¿El Papa? “Sí, el Papa, pero no por el señor que está en Roma sino por un operativo. El señor director me dijo que iba a haber posiblemente un cruce de fuego y que no quería llevar a nadie cargando con las patas por delante y al compañero que traía de pareja le digo: Ay, papa, que Dios y la virgen de Guadalupe nos agarre confesados”.
“Y el compañero se empezó a reír y le tuve que explicar que es una expresión de mi región, del lugar donde nací, que le decimos papa o mama a las personas. Y de ahí, ya, se me quedó y ahora mi apodo es el de papa, y así me conocen en Quinta Roo”.
-¿Cómo nace el apodo de La yegua para Alfredo, quién se lo pone? “Yo desconozco. Cuando me doy cuenta de la yegua y que la yegua. Incluso, cuando jugué aquí con el ejército y llegaban a la casa a preguntar por Alfredo o por mí, recuerdo que mi señor padre, el profesor Baldomero Abraham Contreras Ramírez, muy conocido por ustedes, le dijo a un soldado que me fue a buscar:
‘¡Joven, aquí no es establo, y yo gasté tres pesos por la hoja del acta de nacimiento de mi hijo. Aquí hay uno que se llama Arístides”. Intervino Gustavo Morlet Berdejo en la charla aclarando que la yegua corre más que el caballo. “Y por eso a Alfredo le pusieron la yegua, porque cuando jugaba corría, corría en serio”.
“Jugaba en el Toluca (recordó Arístides), porque incluso ese uniforme lo hizo mi señora madre, porque era costurera. Era una playera blanca con la franja roja y con el escudo del Toluca y desfilábamos. En esa época con el Toluca jugó el licenciado Morlet, Fernando Martínez Nungaray, Pepe Blanco, Alfredo Contreras y hay otros que no recuero pero están en la fotografía”.
Doña Fermina Arzeta Hernández fue la mamá de los Contreras Arzeta, nació en San Luis San Pedro, municipio de Técpan de Galeana en tanto que su esposo don Baldomero Abraham Contreras Ramírez nació en Acapulco.
Procrearon diez hijos: Xóchitl Marquina, la hermana mayor, Ulises y Reynol, los tres ya fallecidos. Siguen Olivio, Auricela, Odila, Alfredo, Célida, Arístides y Paquita.
“Dondequiera que me veía mi compadre Alfredo me decía mi Gus, con mucho afecto”, recordó Gustavo Morlet Berdejo. Luego agregó:
“Cumplió 64 años este 12 de enero, me llevaba siete meses, pero fuimos compañeros en la primaria y en la secundaria y después, cuando llegó a Chilpancingo como Vocal del Registro Electoral, imagínate lo que hicimos y no hicimos, agarrábamos unas parrandas que para qué te cuento. 
Íbamos a parar a Zumpango con su suegra a las tres de la mañana y a esa hora nos atendía y no nos dejaba salir. Y Alfredo decía: ‘Hasta no verte sol mío’, porque era su frase. 
Le decía hace rato a mi esposa y a mi hermano Miguel que jamás, jamás, jamás lo vi enojado, eso es increíble. Sonriendo, siempre amable, siempre queriéndote servir, siempre cordial. Un hombre, y no, no, no, no que es lo clásico que cuando alguien ya está muerto; dicen que cuando se muere uno se vuelve bueno. No. Este hombre, siempre lo dije y lo he dicho, que Alfredo era una persona muy servicial, muy amable, muy sonriente. Yo lo recuerdo así, así como era”. 
“El papa” allá y “La yegua” aquí, Arístides, regresó a Quintana Roo con su familia. El dolor en la familia por la ausencia enorme de Alfredo Contreras Arzeta, duele. 
Personalmente dimos el sentido pésame a la familia, hoy lo hacemos en estas líneas en memoria del gran amigo Alfredo, como testimonio de gratitud por la amabilidad de su amistad que siempre nos dispensó y por el inocultable afecto y cariño que sus hermanos nos dispensan siempre, principalmente sus padres y que es recíproco. Descansa en paz mi apreciado hermano Alfredo.
“Cuando un amigo se va, deja un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo… Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río” (Alberto Cortez)

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