ARTICULO

La Grandeza de Benito Juárez


 Mario García Rodríguez
 La figura de Benito Juárez García, se engrandece con el corre del tiempo, pese a las calumnias e injurias en su contra por parte de la oligarquía mexicana.
 Juárez, protagonista de la gran década nacional en que fueron forjados los principios que aun hoy nos sustentan como Nación. Se trata este 21 de marzo, recordar y conmemorar a Juárez en su herencia viva, en su persona ejemplar y resuelta, en el espíritu de nacionalidad que supo crear en un pueblo desgarrado por la discordia, las guerras intestinas y las intervenciones extranjeras 

 Juárez, hombre de historia, sus actos sintetizan la profunda relación entre un hombre de Estado y el país al cual dotó de coherencia, solidez e institucionalidad.
 El México moderno de hoy, Constitucional, laico, construido sobre códigos y leyes, es, en buena medida, obra de Juárez y sus brillantes y resueltos colaboradores. Juárez pertenece a la categoría de los héroes éticos, que con el tiempo forman la parte más sólida de la moral de un pueblo. 
Así lo vemos en las diversas etapas de su biografía: niño vencedor de la ignorancia sojuzgadora, joven abogado que lucha por la reivindicación social, gobernante defensor de la soberanía; estadista promotor de una sociedad civil avanzada.
 Dejando a un lado la pueril leyenda del “pobre pastorcito”, no podemos dejar de señalar que la orfandad, vivida en un pueblo, de suyo discriminatorio para con los que consideraba inferiores por su origen, economía, o color, debió marcarlo, no podemos ignorar que enfrentó la adversidad, que en nuestra sociedad parece ensañarse, aun hoy, en aquellos que aparentemente son menores, por no poseer bienes de consumo o apellidos linajudos o por encontrarse solos y desamparado. 
En 1855 se unió entonces a la revolución de Ayutla, encabezada por Juan Álvarez,  tras cuyo triunfo fue nombrado secretario de Justicia. En 1856 ocupó nuevamente el gobierno de su estado. En 1857 fue electo presidente de la Suprema Corte de Justicia, labor que desempeñó hasta diciembre de ese año, cuando se hizo cargo de la presidencia del país. A partir de entonces y hasta su muerte encabezaría el gobierno durante las etapas históricas de la guerra de Reforma, la Intervención francesa, el segundo imperio y la restauración de la República.
 El pueblo lo ama porque fue indio, conciencia lúcida de los verdaderos amos de su tierra. Lo ama porque siendo mexicano derrotó al invasor extranjero que se creía superior en todos los aspectos de la existencia a un pueblo de color oscuro sin acceso a los beneficios de la civilización que consideraba su patrimonio. Lo ama porque el pueblo sólo otorga su afecto a quienes lo comprenden y lo sirven.
 En 1856, Juárez fue electo constitucionalmente gobernador de Oaxaca y su gestión se caracterizó por limar las aristas entre el poder civil y el religioso. Posteriormente, en 1857, durante el gobierno del presidente Ignacio Comonfort, Juárez fue designado Presidente de la Suprema Corte de Justicia, lo que le daba el carácter de vicepresidente de la República. Como tal impulsó las labores iniciadas en 1856 para la reforma de la Constitución política, que se promulgó el 5 de febrero de 1857. 
La Constitución de 1857 se adhería a ciertos dogmas de la filosofía especulativa rousseauniana, como los de la libertad y la igualdad absoluta del hombre,  atribuyendo a estos principios la calidad de derechos naturales inalienables e intangibles. Garantizaba, por lo tanto, las libertades y los derechos que el poder público reconoce y sanciona a favor de la persona humana, identificada con el individuo masculino de cultura occidental, considerado como la base fundamental de las instituciones sociales.
 Los conservadores intentaron inmediatamente derogar una Constitución que no les otorgaba ningún privilegio de casta y les quitaba el apoyo financiero de la iglesia católica. Para ello, intentaron imponer como presidente del país al militar Félix Zuloaga a través de un golpe de Estado. 

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