viernes, 13 de junio de 2014

COLUMNA

Leyes contra la iglesia 

 Apolinar Castrejón Marino 

El 13 de junio de 1859, el Presidente Benito Juárez nacionalizó los bienes de la Iglesia Católica, es decir que las propiedades de las órdenes y organizaciones religiosas, pasarían a ser propiedad del gobierno. 
La Iglesia, había amasado durante más de tres siglos una fortuna en caudales, joyas y oro, dignas de los cuetos de Aladino. Además era dueña de las mejores tierras para el cultivo y el pastoreo, y con abastecimiento de agua. 
En tales circunstancias, el clero era el mayor terrateniente y rentista del país, como ningún otro particular o institución estatal podía percibir. Y en la práctica, su poder económico era muy superior al del Estado Mexicano.
Esto no le pareció bien a Don Benito Juárez, pues él sabía que la iglesia se había apropiado de la mayor parte del territorio en circunstancias poco claras. Desde luego, él no creía que Dios en persona les había venido a entregar las mejores tierras a los curas.

Otra forma en que la iglesia se había hecho tan rica era la explotación de los campesinos. Además de la renta de las tierras, debían soportar la rapiña que los curas hacían en nombre de Dios: el diezmo y las primicias ¿Qué cosa era esto?
Bueno, haga de cuenta que usted es campesino y que después de mucha labor durante meses, usted ve que sus cultivos han crecido y se están llenando de frutos. Cuando de repente, se aparecían los curas para reclamar su parte, los primeros frutos de su milpa: los primeros elotes, los más desarrollados, los más robustos.
A esto le llamaban las primicias, porque eran los primeros frutos, y aseguraban que eran para Dios. Lo mismo hacían con todos los cultivos, de frijol, de arroz y de trigo. Tampoco se salvaban los que cultivaban árboles frutales, de aguacate, de mango o de plátanos. Tanto esfuerzo y sacrificio para que otros se llevaran lo mejor.
Otra carga tributaria impuesta por la iglesia era el diezmo, es decir que la iglesia se agandallaba el 10 % de lo que producían los trabajadores y campesinos ¿se imagina? Si un campesino lograba una cosecha de 10 costales de maíz, la iglesia le quitaba uno. Y como el caso anterior, decían que era para Dios.
Las fuentes de enriquecimiento de la iglesia eran muchas, pues cobraban por registrar a cada niño que nacía, los casamientos y los bautismos. Cobraban las misas, las comuniones y los santos oleos. Y las ganancias de las fiestas patronales eran totalmente para la iglesia. 
Los curas hacían préstamos de dinero a los feligreses en circunstancias de emergencia, con elevados intereses. Y cuando los deudores no podían pagar, les quitaban sus casas y sus terrenos. Empleaban a los jóvenes como criados en las sacristías y curatos. Las mujercitas en la cocina, para lavar y planchar la ropa; y los muchachos para atender a los animales de corral, acarrear agua y leña. Ninguno cobraba sueldo, y estaba en riesgo de ser víctimas de abusos.
Tan bonitas las iglesias ¿verdad? pero en su seno se han cometido muchos abusos. Por eso, don Benito Juárez decidió restarle poder. Otro día les contaremos la guerra que se inició a raíz de estas medidas del Estado.

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