viernes, 22 de agosto de 2014

COLUMNA

Lectura Política

Noé Mondragón Norato

 Paralelismos perdedores de Colosio y Chavarría
Si se mira bien, ninguno de los dos iba a ganar. Su abrupta muerte los convirtió de golpe, no solo en víctimas, sino en los héroes de la película. Personajes a los que la misma cultura política que los engendró, estaba obligada en hipócrita y falsa pose, a resguardar y reconocer su trayectoria. Con el único agravante de que su actividad sirviera en realidad, para ensanchar sus propios intereses y redes de poder. Ahí radicaron sus virtudes. Por eso la memoria  de aquellos personajes asesinados por las mismas mafias del poder, se guarda y se honra. Cada año se conmemora improrrogablemente. Cunden bustos y parques con sus nombres. Estatuas mudas que los proclaman y legitiman en su ignorada inmortalidad. Su nombre es utilizado como pretexto para alimentar a los nuevos depredadores. Aquellos que en el fondo, son los beneficiarios de esos crímenes. El reconocimiento al político inmolado se convierte así, en la única forma de hacerles justicia. Pero en realidad, no estaban destinados a ganar la elección de su vida. Los hechos y las  circunstancias son tercos.

COLOSIO Y CHAVARRÍA: PARALELISMOS.- En los casos de los homicidios a mansalva del ex candidato presidencial priísta, Luis Donaldo Colosio Murrieta, y del ex presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso local en Guerrero, el perredista Armando Chavarría Barrera, existe un común denominador: ambos iban por la elección definitiva en sus vidas políticas. Colosio por la presidencia del país. Y Chavarría por el gobierno estatal. Pero ninguno de los dos iba en una ruta ganadora. Por un simple sentimiento de lástima, muchos los veían enquistados en esas posiciones. Pero las circunstancias indicaban que no era así. Lo dictan los hechos: A) Cuando Colosio pronunció su famoso discurso del 6 de marzo de 1994, no solo marcó su deslinde político respecto del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, sino que decidió saltar el cerco de las lealtades por una sola razón: su nombre no despuntaba en las encuestas. Se movía entre vaivenes. Un día subía cinco puntos. Otro bajaba seis. Y por ese motivo, existía honda preocupación en la residencia oficial de Los Pinos. En cierto modo, Salinas evaluaba que se había equivocado al designarlo como candidato del PRI a la presidencia. Y al previsible escenario de desastre electoral –impensable para un partido con una cultura presidencialista, que no tenía acercamientos con la oposición para negociar una alternancia tersa como la del 2 de julio de 2000 y que además, arrastraba con el fraude electoral del propio Salinas en la elección de 1988-, se sumó la presión del entonces Coordinador para el Diálogo y la Reconciliación en Chiapas, y actual senador perredista, Manuel Camacho Solís, quien reclamó en todo momento, la candidatura presidencial por parte de su “amigo” Salinas. Así, la candidatura de Colosio nunca tuvo expectativas electorales realmente ganadoras. Pero le sirvió como coartada al PRI, para mantenerse un sexenio más en la presidencia del país. Con el beneficiario político natural de ese magnicidio: Ernesto Zedillo Ponce de León. B) Armando Chavarría Barrera, anunciaría “su destape” como precandidato a gobernador por el PRD, para la elección de enero de 2011. No tenía al interior de ese partido, quién le pisara la sombra en esa pretensión de poder. Había elegido una fecha simbólica para tal anuncio: la celebración de su onomástico 53 que cumpliría el 27 de agosto de 2009. No llegó. Como tampoco era previsible que lo hiciera como gobernador. Las cosas no estaban dadas para que ganara esa elección. Había cuando menos, cuatro factores demasiado pesados en su contra: no tenía la simpatía política del ex gobernador perredista, Carlos Zeferino Torreblanca; había creado un clima de animadversiones políticas internas en el PRD, por el avasallamiento en las candidaturas a cargos de elección popular operados por su tribu, el Polo Guerrerense de Izquierda (PGI); pero sobre todo, carecía con una estructura electoral sólida. De hecho, nunca ganó una elección en urnas. Ni siquiera la interna para gobernador que disputó precisamente en 2004, con Torreblanca Galindo. A ello se sumaba otro poderoso factor: no era bien visto por los grupos de poder priístas. ¿Cómo ganaría entonces la elección de gobernador? Si se mira bien, la curul de senador, diputado federal y diputado local, las negoció en la mesa. Así, ni Colosio ni Chavarría se instalaron en una ruta electoral ganadora. Pero tras su violento deceso, muchos los vieron instalados en el poder. Y hoy explotan desde luego, la funesta efeméride. 
HOJEADAS DE PÁGINAS…Pese al fuerte vendaval político que se cierne sobre su cabeza, el ex gobernador Zeferino Torreblanca, decide no asomarla. Pero esa decisión podría resultarle hasta cierto punto, contraproducente. Porque si es inocente en relación a su presumible autoría intelectual  en el caso Chavarría, a estas alturas ya debería generar una respuesta. Porque en política como en las actividades cotidianas de los ciudadanos, el que calla otorga.
dragonato@hotmail.com

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