martes, 14 de abril de 2015

COLUMNA

La inteligencia artificial

Apolinar Castrejón Marino
 En un pueblecito, un señor llamado Enrique le pidió a su vecino una olla prestada. El vecino se sintió obligado a prestarla, con tal que no dijeran que era egoísta.
Pasaron 3 días, y Enrique no devolvía la olla, así que el vecino se vio precisado a pedirle que se la devolviera.
Entonces, Enrique, que era un bribón, le dijo que casualmente, en ese momento iba para su casa a devolverla, porque  ¡El parto había sido difícil!
¿Qué parto? preguntó el vecino. 

El de la olla. Dijo Enrique.
¿Qué, qué?
Ah, ¿usted no sabía? La olla estaba embarazada.
¿Embarazada?
Sí, y esa misma noche tuvo familia, así que debió hacer reposo pero ya está recuperada.
¡Cómo que reposo!
Sí. Un momento por favor. 
Enrique entró a su casa, y volvió con una olla y un jarrito. Y le dijo.
Mire, esta es la cría de su olla.
Esto no es mío, sólo la olla.
Si la olla es suya, la cría también es suya.
El vecino pensó: 
Está realmente loco –pensó– pero mejor le sigo la corriente. Bueno, gracias.
A la semana siguiente, Enrique se apareció en la casa de su vecino.
Vecino, ¿Me prestaría un destornillador y una pinza?
De manera un tanto extraña el vecino se sentía algo obligado. Así que fue al interior y pronto volvió con la pinza y el destornillador.
Pasó casi una semana y cuando ya planeaba ir a reclamar sus cosas, el vecino apareció por su casa. Y le dijo:
Ay, vecino ¿Usted sabía?
¿Sabía, qué cosa?
Que su destornillador y la pinza son pareja.
No sabía, pero ¿Cómo es eso?
Mire, fue un descuido mío, por un ratito los dejé solos, y ya la embarazó.
¿A la pinza?
¡Si! Pero le traje a la cría.
Y abriendo una canastita entregó algunos tornillos, tuercas y clavos que según había parido la pinza.
Totalmente loco, pensó. Pero los clavos y los tornillos me servirán.
Pasaron dos días. Y el vecino pedigüeño apareció de nuevo. 
Vecino, la otra vez, cuando le traje la pinza, miré que usted tiene una hermosa ánfora de oro ¿Sería tan gentil de prestármela por una noche?
Al dueño del ánfora le tintinearon los ojitos. Y en generosa actitud, y entró a su casa volviendo con el ánfora.
Gracias, vecino.
Pasaron varios días y noches y Enrique no devolvía la lámpara, y el vecino esperaba que en cualquier momento apareciera trayendo lo que hubiera parido. Así que fue a reclamarle el ánfora a Enrique.
¿El ánfora? Le dijo el vecino, ¿No se enteró?
¿De qué?
Murió en el parto.
¿Cómo que murió en el parto?
Sí, el ánfora estaba embarazada y durante el parto, murió.
Dígame ¿usted se cree que soy estúpido? ¿Cómo va a estar embarazada un ánfora de oro?
Mire, vecino, si usted aceptó el embarazo y el parto de la olla. El casamiento y la cría del destornillador y la pinza, ¿Por qué no habría de aceptar el embarazo y la muerte del ánfora?
Los niños y jóvenes en la actualidad aprenden muchas destrezas en la escuela, pero pocos conocimientos. Desde antes de asistir a la escuela, antes incluso de aprender a leer y escribir, los niños y las niñas, aprender a utilizar un teléfono celular, una computadora o una tableta digital.
Pero lo que saben de computación, se concreta a jugar y chismosear en Facebook. Nada saben de conocimientos estructurados, ni de comprensión de textos, y nada de saber expresar por escrito sus pensamientos. Sus padres creen que sus hijos son inteligentes, pero su inteligencia es artificiosa, pues son pobres de conocimientos, y ricos en datos inconexos e inútiles.

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