miércoles, 20 de mayo de 2015

COLUMNA

 Cosmos

Héctor Contreras Organista

Hace unos días, en un desayuno de prensa al que asistimos un manojo de periodiqueros chayoteros, invitados por algunos políticos de esos que dondequiera aprovechan la oportunidad para “quedar bien”, uno de ellos me preguntó frente a la concurrencia:
-Oye, tocayo, ¿qué quiere decir nuestro nombre?

Le respondí: “Domador de caballos”.
A lo que agregó: “Yo vi en la película que quiere decir…”
¡Puafff, éste burro “vio en la película”…, lo cual indica –dije para mis adentros-  que ni por accidente ha abierto La Ilíada, uno de los cinco principales libros que cualquier mortal está obligado a leer, junto con La Odisea, La Biblia, Don Quijote y/o La Divina Comedia o alguna obra de Chakespeare.
Severo Mirón (Julio Samuel Morales Ferrón), un gran periodista y escritor mexicano dejó una gran aportación cultural en su serie “Platícame un libro”, de donde tomamos un extracto para “ilustrar” lo que el político mi tocayo “vio en la película” acerca de los orígenes de mi nombre: Héctor.
Siete ciudades griegas se disputaron el honor de haber visto nacer al gran poeta Homero. La tradición lo representa viejo y ciego, errando de ciudad en ciudad y recitando sus versos.
Parece, sin embargo, que Homero nació en Esmirna y vivió hasta el año 800 antes de Jesucristo.
Se conservan sus dos poemas épicos en 24 cantos cada uno: “La Ilíada” y “La Odisea”.
También se le atribuye un poema heroico hilarante titulado “Batracomiomaquia”.
Se dice que en la vejez quedó tan en la miseria que tenía que mendigar el sustento.
Algunos críticos no sólo niegan que sea Homero el autor de las dos más importantes obras épicas de la humanidad, sino que hay quien niega aún que Homero haya existido, pero ninguno ha podido exponer argumentos serios, y, en cambio, la unidad de estilo y de lenguaje en ambos poemas parece demostrar que son obras de una misma mano y pensamiento.
“La Ilíada” tiene 12 mil versos hexámetros. El nombre viene de Ilión, que tal era el nombre de Troya. Tiene por asunto la cólera del caudillo griego Aquiles, rey de los mirmidones, quien, con una hueste de sus mejores soldados, había acudido a la expedición guerrera que los griegos aqueos (o aquivos) emprendieron contra los troyanos para vengar el rapto de Helena, esposa de Menelao.
Los elementos constitutivos de “La Ilíada” son: a) El asedio a Troya;  b) Las peripecias y escaramuzas en torno a la ciudad sitiada y c) Las derivaciones de la retirada de Aquiles, quien, menospreciado por Agamenón, hijo de Atreo, se niega a tomar parte en la lucha, hasta que herido por la muerte de su amigo Patroclo, vuelve al combate matando a Héctor, príncipe troyano, cuyo cuerpo arrastra en torno a los muros de la ciudad.
La acción de la epopeya principia en el año X del sitio de Troya y acaba en el mismo sin que Troya sea tomada todavía. Los antecedentes y la continuación de la historia se conocen por otros libros, entre otros “La Eneida”, de Virgilio.
“La Ilíada” es un poema épico destinado a cantar las glorias de Aquiles y empieza así:
«Diosa, canta del Peleída Akileo la cólera desastrosa que asoló con infinitos males a los acaiéneos y sumió en la mansión de Edes a tantas almas de héroes que sirvieron de pasto a los perros y a las aves de rapiña».
En el poema se dan por sabidos los nombres y actividades de todos los personajes que intervienen. Por ejemplo: Aquiles, rey de los mirmidones, era hijo de Tetis y Peleo; fue educado por el centauro Quirón, el que, para hacerlo más fuerte lo nutrió con la médula de los leones y su madre, para hacerlo invulnerable a las flechas, las espadas y las lanzas, lo sumergió en la laguna Estigia, tomándolo por el talón del pie derecho, único lugar que no fue mojado por las aguas y único también donde sí podía ser herido.
Paris era un joven de 19 años, hijo de Príamo y Hécuba, reyes de Troya. Era a la vez hermano de Héctor, el más destacado guerrero troyano, de Heleno, uno de los pocos sobrevivientes de la guerra y de Casandra, a la que se había concedido el don de la profecía.
Durante las fiestas nupciales de Tetis y Peleo, en el Olimpo, jugaban y charlaban las diosas Venus, Minerva y Juno. Pasó por ahí la «Discordia» y les arrojó una manzana de oro con una dedicatoria: «A la más bella». ¿Cómo saber cuál de las tres hermosas mujeres lo era más?
Paris acertó a pasar por ahí y Júpiter, el padre de los dioses, quiso que él fuera el juez. Las tres trataron de sobornarlo.
Minerva le ofreció hacerlo el más sabio de los hombres; Juno el más poderoso y Venus le ofreció darle a la más hermosa de las mujeres de la tierra.
A un hombre joven como Paris le interesó más esta proposición, otorgando la manzana a esta última. Y si es cierto que consiguió a Venus como aliada para siempre, hizo sus enemigas irreconciliables a Juno y a Minerva.
Algún tiempo después Paris fue enviado a Grecia por su padre a un negocio. Ahí, un día, tropezó con Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta, considerada la mujer más hermosa del mundo. La diosa Venus cumple su ofrecimiento y hace que los dos jóvenes se enamoren a primera vista.
Sin considerar a su esposo, ni nada, Helena huye con Paris a Troya.
Grecia estaba constituida por una especie de confederación de ciudades, cada una gobernaba por un príncipe o un rey, pero todas asociadas en una patria común.
Menelao, rey de Esparta, el marido ofendido, va a ver a su hermano Agamenón, rey de Micenas y le cuenta lo ocurrido.
Agamenón convoca a todos los príncipes y reyes griegos para que los ayuden a ir a lavar la afrenta.
Y ahí sigue la historia más interesante escrita hasta la fecha y que se narra en La Ilíada, de Homero.

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