jueves, 4 de junio de 2015

COLUMNA

La moral de los chacales
Apolinar Castrejón Marino


Narada era fiel creyente de las enseñanzas que guardan las escrituras de Visnú, Dios principal, creador y preservador del universo, de cuyos costados nacieron Brahma y Shiva.
 Como era muy piadoso, decidió ir en peregrinación hacia su templo en la India. En su viaje, recibió asilo de una pareja que era muy pobre, y no tenía hijos. Al día siguiente se despidió, y el hombre le pidió con mucho respeto: 

 -Ya que vas a ver al Señor Visnú, pídele que nos conceda un hijo a mi mujer y a mí, porque no hemos tenido la gracia de ser padres.
Aún viajó muchos días, y cuando estuvo en el templo expresándole sus devociones a Visnú, de repente se acordó de la pareja que le dio asilo, y entonces dijo entre sus oraciones: 
-Aquel hombre y su mujer fueron muy amables conmigo. Ten compasión de ellos, y dales un hijo. 
Una voz en lo alto le contestó: 
-En el destino de ese hombre no está, tener hijos.
Pasaron 5 años, y Narada decidió hacer el viaje al templo de Visnú nuevamente. Siguió el mismo camino, y entonces tuvo que pasar nuevamente a la choza del matrimonio que lo hospedó la primera vez. El señor de la casa le abrió la puerta, y mientras se saludaban, advirtió que había 2 niños, Y Narada le preguntó: 
-¿De quién son estos niños? 
Muy orgulloso, el hombre le contestó: 
-Son mis hijos. Hace cinco años, poco después que tú pasaste, llegó a nuestra choza un santo mendicante. También le dimos hospedaje, y a la mañana siguiente, al partir, nos bendijo con mucho amor a mi mujer y a mí. Al siguiente año, volvió a pasar y sucedió lo mismo. Y Visnú nos ha dado estos dos hijos.
Narada no se quedó esa noche, y siguió su camino hacia el templo. Al llegar, desde la entrada le gritó al Dios:
-¿No me dijiste que no estaba en el destino de aquel hombre tener hijos? ¿Cómo es que ahora tiene dos? 
Escuchó una risita contenida, y luego una voz que decía claramente: 
-Debe haber sido cosa de un santo. Los santos tienen el poder de cambiar el destino.
Hombres y mujeres suelen creer en cosas diferentes, y parece ser que las “autoridades” más elevadas de México, creen que se le pueden echar kilos y kilos de carne a un león y cuando esté satisfecho, se volverá manso.
Las autoridades “correspondientes” tuvieron un acuerdo con los “maestros” de Oaxaca, Guerrero y Michoacán, para la realización de las elecciones el 7 de junio. En el acuerdo el gobierno les concedió que ningún “maestro” sería mortificado en sus intereses gremiales. Y también les prometió plazas para todos los normalistas.
Así que seguiremos viendo a miles de agremiados al sindicato, regodeándose en sus privilegios: cobrar como maestros, sin haber cursado estudios de educación normal, maestros faltistas y aviadores, y negociación de las plazas: compra-venta, herencia y canje.
Y los “maestros” continuarán realizando toma de carreteras, plantones y destrucción d edificios públicos. Ya sabemos que está en su naturaleza el atropello, el chantaje y el vandalismo. Los privilegios que les concedan, nunca serán suficientes para satisfacerlos.
Estarán encabezando inexorablemente, los conflictos poselectorales, pues nadie estará de acuerdo con los resultados. En el mismo momento que se den a conocer los ganadores, ese mismo momento se inician las protestas de quienes hayan perdido.
Vamos a tratar de explicar la ley de la mayoría. Si hay 10 votantes, y 51 dan su voto al candidato “A”, los 49 que votaron por el candidato “B”, deben acatar la voluntad de la mayoría que eligió la opción “A”.
En el caso particular de las elecciones, por cada 100 votantes, solo 35 emitirán su voto. Aquí no puede operar la ley de la mayoría, porque además de que solo una tercera parte de los votantes eligió alguna opción, ese 35 % de votos se repartirá entre todos los participantes.
Según estos cálculos, a los partidos mayores solo les podrá corresponder un 10 o 12 % y ese porcentaje, de ninguna manera puede considerarse mayoría. Así las cosas, nadie tiene posibilidades de imponer su voluntad.

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