viernes, 16 de octubre de 2015

COLUMNA

El maestro está en el cielo 
Apolinar Castrejón Marino
La ciudadanía está “$%$% de los profesores. Pero en algo, tenemos que darles la razón, hay que llamar a las cosas por su nombre: ellos dicen que la reforma educativa, en realidad es una reforma laboral.

Bueno ¿y qué con eso? Lo que queremos los ciudadanos es una mejor educación, y para ello, es necesario detectar los vicios de los profesores, para luego, erradicarlos. 
En primer lugar, señalaremos que es un despropósito llamarlos “maestros” una señora de allá del pueblo, dice que “El Maestro” está en el cielo. Aquí no los llamamos, ni maestros, ni docentes, ni licenciados, porque están muy lejos de serlo. Recordaremos que en la antigua Grecia, un pedagogo era el esclavo que llevaba a los niños o jóvenes a recibir sus clases, y estas se daban en el gimnasio. 
Por otro lado, encontramos que en ningún documento de los que expiden las instituciones formadoras de profesores, se utiliza el término “maestro”. Los egresados normalistas recibían un título que los acreditaba como “Profesores de Educación Primaria”, lo cual era inequívoco: estaba capacitados y autorizados, para enseñar en las escuelas de educación primaria en el país.
En los años 90 del siglo pasado, se desbocaron las políticas pretensiosas de la Secretaría de Educación Pública, y empezaron a expedir a los egresados normalistas, títulos de “Licenciado en Educación Primaria”, sin que hubiese un sustento legal para esta acción, pues se requieren 500 créditos para obtener una licenciatura, y el currículum de las escuelas normales solo suma 400 créditos.
Al ver que los estudiantes estaban muy entusiasmados porque ahora serían “licenciados”, y que las muestras públicas de repudio de la ciudadanía no prosperaban, y que los egresados normalistas solo querían el título “para trabajar”, se estableció como valido que los profesores serían “licenciados”. Aunque tales “estudios” fuesen insuficientes para cursar una maestría universitaria de verdad.
En realidad, la razón de más peso fue que el Presidente de la República en turno hace lo que su regalada gana le dé. Y para enredar más la situación, los títulos para los egresados de las escuelas normales, empezaron a expedirse como “Licenciados en Educación”, dejando a la interpretación, si están capacitados y autorizados para dar clases en educación primaria, secundaria o universidad.
Preguntando entre la población, nos enteramos de casos de “maestros” y “maestras” que están dando clases en escuelas secundarias y preparatorias, y solo cursaron la escuela normal. Específicamente, en la Escuela Normal de Ayotzinapa, hace unos años, estudiaron unos jóvenes, que al terminar, se quedaron ahí mismo a dar clases, de dibujo y pintura, o de música, y al cabo de unos años, con una buena “mochada” les asignaron materias académicas.
En Tixtla, se da también el caso de que si alguna gente tiene el suficiente dinero, puede escoger entre poner una tiendita o una “escuela privada”, ambas son buen negocio. Hace mucho tiempo, hubo una Escuela Normal Particular llamada “Beatriz Hernández García”, la cual funcionó como 30 años.
La Maestra Hernández García era una activista política, e impulsora de la educación: fundó la biblioteca pública federal “Ignacio Manuel Altamirano”, escribió la única monografía seria que ha habido de aquel lugar, y también escribió un libro que tituló “La Heroína Anónima”, que es semi biográfico, y costumbrista.
En 1970 fue diputada local, e impulso importantes iniciativas para beneficio de la gente pobre. Esa Escuela Normal Particular, llegó a conocerse como “La Normalita”, pero no en sentido despectivo, sino porque dio oportunidad a las mujeres para formarse profesionalmente, pues la Normal de Ayotzinapa, era solo para varones. 
Los egresados de “la normalita” eran muy preparados y responsables, gracias a  una planta de maestros muy bien escogidos, y a los directivos que vigilaban el cumplimiento cabal de los programas oficiales. Caso muy diferente de las “escuelas particulares”, que se han venido estableciendo en los últimos años.
El maestro Timoteo Valle Alcaraz, abrió una “Escuela de Especialidades”, que ha tenido gran éxito recogiendo la “resoca” de jóvenes que no pudieron entrar a las escuelas oficiales, o que sus “estudios” ya habían perdido vigencia, porque habían interrumpido sus estudios demasiado tiempo. O sea, burros y fósiles, según expresión de los lugareños, vecinos de la que llaman “La escuela del maestro Timoteo”.
Ah, también se burlaban porque decían que: hasta “la perra” daba clases ahí. “La perra” es un teporocho que se queda dormido en cualquier banqueta, y que frecuentemente aparecía tomando la siesta en las inmediaciones de la “Escuela de Especialidades”. 
Los egresados, gracias a la corrupción galopante, una “mochada”, o “El palancazo” de algún pariente en el gobierno, están dando clases en escuelas oficiales.

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