miércoles, 10 de febrero de 2016

ARTICULO

¿Ejército de la lealtad?

 Edilberto Nava García
 Ver al secretario de la Defensa Nacional hablando en acto oficial presidido por el jefe nato de las fuerzas armadas del país, diciendo y enalteciendo la lealtad a las institucionales nacionales por parte del ejército mexicano  pero sobre todo ante Peña Nieto,  comandante supremo, llena a muchos de horror, de angustia; pero también de un enojo e impotencia, porque cualesquiera que  tenga en frente de sí a un tipo bien armado o peor aún a un grupo armado hasta los dientes, lo que se siente y se sufre es pavor.

Hoy, por andar buscando algo entre mi desordenado librerío, me topé con el ejemplar en que se plasma la vida del consumador de la independencia nacional, general don Vicente Guerrero, víctima de la alevosía de un grupúsculo político que no sólo lo echó del poder  a la mala, sino que utilizando al ejército, lo llevó al patíbulo mediante la traición de Picaluga, allá en Cuilapam. Me pregunté: ¿Cuál lealtad?  ¿Cuál institucionalidad?
Hoy visité a mi mamá que la embargan sentimientos nacionalistas. Miraba el acto que desde el alcázar del Castillo de Chapultepec, se rememoraba aquella acción en que los cadetes del entonces colegio militar, acompañaron al presidente Madero hacia el Palacio Nacional. Un acompañamiento que a tal distancia se antoja -porque se asemeja- a una mera inocentada. Madero, quien se decía espiritualista, no se tentó el corazón para matarle a tanta gente al líder agrario Emiliano Zapata y tan espiritualista erróneo resultó el presidente, que hasta se dio la oportunidad inigualable de escoger a su verdugo de entre los militares que arrasaron e incendiaron pueblos enteros. Sabemos que al inicio de la “Decena Trágica” el mismo, Madero dio poder suficiente a Victoriano Huerta, quien al igual que 83 años atrás con el general Vicente Guerrero, personajes del ejército, le dieron muerte mediante el vil y cobarde asesinato.
¿De esa lealtad habla el actual secretario de la Defensa Nacional? Muy ahora habla de lealtad institucional y asegura que el pueblo tiene en  el ejército  enorme confianza? ¿Ahora? Cuando no han permitido el acceso a los cuarteles militares para investigar, como en el Caso Iguala y saber si ahí tienen vivos o muertos a los 43 normalistas de Ayotzinapa? No estimadísimos lectores. Esa conducta de todos los niveles de mando del ejército nada tiene de lealtad a las instituciones nacionales, sino un bien disimulado cinismo y  con  palabras cubren toda la suciedad  y toda culpabilidad por la sangre derramada a lo largo de su existencia. Esa voz,  no sé por qué esta vez me sonó a la de jefes de comandos delincuenciales.
Y el presidente Peña Nieto muy acomedido y sometido al protocolo, parece igual o más confiado. Ha de creer que en efecto, él es el Jefe Supremo de las fuerzas armadas de este país. Bien, no disputaremos por palabras, decía el maestro Altamirano, pero en estos tiempos debiera asumirse como Pancho Villa: no hay que andarse dando confiancitas, si los armados son los de enfrente. De éste, se será muy presidente, pero la fuerza bruta y las balas están en otras manos nada distantes de tan alta investidura.
 A esta distancia, con inocencia pero también con una gota de malicia, preguntamos muchos mexicanos: ¿cuántos días duró esa lealtad en los días trágicos de Madero? Escasos ¡doce días! Sí señor secretario de la Defensa. No será mejor que enaltezcan la arrojada conducta de Victoriano Huerta “El Chacal” que como militar sanguinario  tuvo el  arrojo para hacerse del poder, asesinando? Y hasta nos atreveríamos preguntarle: ¿hay acaso una diferencia de la conducta del ejército huertista a la que asume  el ejército hoy?
En pocas palabras, el actual ejército toma su comodino origen precisamente de la época que más sangre derramó entre mexicanos: 1913. Mal momento y a los militares, pero sobre todo a los altos mandos del mismo, habrá que refrescarles la memoria y hacerles ver que mal partida de bautizo tienen. ¡Salud!

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