martes, 16 de febrero de 2016

COLUMNA

 Cosmos
Héctor Contreras Organista


MARGARITA CAROLINA CALVO SÁNCHEZ
(1931-2015)
 Cuando llegaron los calores de mayo de 2013, el restaurante “Chinono” se fue, cerró sus puertas. Ya no daría de comer a tanta gente que a diario acudía a disfrutar de su cocina deliciosa y de sus nieves incomparables.
-¿Por qué el prestigiado y muy querido restauran cerró sus puertas?
Porque su propietaria, Margarita Carolina Calvo Sánchez (1931) ha enfermado un poco y después de 60 años de actividad ininterrumpida, el cansancio,  más que nada, ha sido, tal vez, el motivo.
Fueron –se dice fácil- más de seis décadas dedicadas a la elaboración y venta de alimentos y nieve.
Pero, que conste: No cualquier alimento. Se trata de la cocina chilpancingueña, la auténtica.

Los domingos, por ejemplo, familias completas, pertenecientes a la vieja guardia chilpancingueña se daban cita en el restaurante “Chinono”, un local pequeño localizado casi en la esquina de Juan Ruiz de Alarcón y Valerio Trujano; así de chiquito, como su dulce y siempre amable propietaria, octogenaria a mucho orgullo, dueña de una actividad increíble y de un dinamismo ejemplar: Margarita Carolina Calvo Sánchez.
“A veces no tenía quien me ayudara, estaba cocinando y tenía que abrir los refrigeradores, eso afecta”, nos dice con su voz dulce doña Margarita Carolina y al momento se lleva la mano al pecho, como señalando alguna molestia.
¡El fiambre… el molito rojo chilpancingueño… el mole verde… los chiles rellenos… las sopas… los sopes… tacos… tostadas… chalupas y atoles… ¡y la nieve!... Toda la sabrosura de la comida típica de la capital del estado de Guerrero!
Y ahí, afuerita del local, los domingos a las tres de la tarde ya las familias esperaban que una de las seis únicas mesas se desocupara para entrar y entrarle con fe a degustar los incomparablemente deliciosos platillos.
Los comensales venían de todos los barrios a saborear los guisos… ¡y qué guisos!
El restaurante y nevería “Chinono” se llamó así en honor de don Sidronio, el inolvidable “Chinono”, así nombrado por sus contemporáneos y su por su familia y hacedor finísimo de las mejores nieves de la región y quien dejó en su familia una gran herencia a Chilpancingo, el sabor de sus nieves: Las nieves de “Chinono”.
El restaurante tuvo varios domicilios. Cuando hace sesenta años comenzó, compitió con otros de no menos prestigio. Doña Teófila y doña Anastasia, tías de Margarita fueron muy famosas cuando tuvieron su restaurante donde por muchos años hizo funcionar su igual famoso restaurante doña Lupita Peralta, en la avenida Guerrero.
Había el pomadoso restaurante Treppiedi que hasta hotel tenía y ahí paraban los autobuses ADA (Autobuses de Acapulco) para que los viajeros comieran. Los ADA fueron competidores en materia de transporte de La Estrella de Oro y La Flecha Roja. Los Treppiedi (don Publio y Paco) estaban con su negocio en la contra esquina de la iglesia de la Asunción.
(“Camioncito Flecha Roja no te lleves a mi amor, mira cómo me dejas, hecho pedazos el corazón. Ya sonó la campanada, echa a volar tu motor, cuida muy bien esos frenos, también tu acelerador…¡¡¡Ay, ay, ay!!!… Camioncito Flecha Roja no te vayas por el sol, vete por toda la orilla de ese río murmurador”… ¡Upa y apa!, dijo la de Cuernavaca. Así la cantaba Rafúl Crayem Sánchez, de Taxco, su autor).
Más tarde, el restaurante de doña Margarita Carolina se estableció en la esquina de Alemán y Colón, por ahí en la casa de doña Bertha Memije. En fin, la historia de una vida dedicada a Chilpancingo, trabajando, siempre trabajando, es larga, fructífera, ejemplar, valiosa y aleccionadora.
Esas comidas riquísimas en sabor eran perfectamente culminadas con un sabroso postre de la famosa Nieve de “Chinono”, hecha también por doña Carolina. No hay nieves que le comparen.
-¿Y qué va a pasar después de cerrar el local?
Antes que nada, la atención médica, claro. La apreciada doña Caro frisa los 82 años de edad. Como toda mujer trabajadora jamás arría banderas. Quiere continuar con su labor y continuará, no de momento.
Tal vez para dentro de poco, digamos un mes o dos, seguirá ofreciendo sus manjares, ahora en otro local, porque en el que laboró hasta principios de este mes, lo traspasó. Se ubicará en una casa de la calle José Agustín Ramírez, en el barrio de san Antonio, pero abrirá solamente los domingos.
Mientras tanto, medicamente se está atendiendo, va y descansa al lado de sus familiares, reposa, platica poco. De hecho es muy callada. ¿Entrevistas? Ninguna, a nadie. ¿Para qué?, pregunta.
“No me vaya a sacar en el periódico” nos dice ante Lulú, que pasa frente a nosotros en el momento en que dialogamos con la señora en un corredor del restaurante de su hermana Elvirita: “La Finca”. Modestísima doña Carolina, a más no poder. 
Así es la gente valiosa: callada, no dada a la popularidad, aunque en el caso suyo, ya quisieran muchos contar con el cariño, la admiración y el respeto que le tenemos sus paisanos chilpancingueños.
Y obviamente: Amor fraterno, del bueno y mucha gratitud por su trabajo constante y ejemplar, por su modestia, por su sencillez, por su don de gentes y porque representa históricamente para Chilpancingo una de las familias emblemáticas, ícono significativo y valioso, trayectoria de honestidad que con el apellido Calvo Sánchez han dejado huella profunda entre los paisanos.
¿Rica, es decir, con dinero?
No. Ella no se lleva con ese signo. No se lleva ni de adiós con esa presunción porque dicen que “el dinero echa a perder al hombre… y a la mujer”.
Por eso doña Margarita Carolina Calvo Sánchez es tan querida, tan apreciada, por su humildad.
Sus padres, en el cielo, deben sentirse muy orgullosos de tener una hija tan linda y querida… por ellos, por su familia y por todos nosotros, sus paisanos y amigos.
NOTA AL MÁRGEN: Lamentablemente doña Margarita Carolina Calvo Sánchez, dejó de existir el día 24 de diciembre de 2016 y sus restos mortales fueron sepultados al día siguiente, exactamente en la Navidad de ese año. Sentida muerte en fechas mucho muy significativas, sin duda.  

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