lunes, 14 de marzo de 2016

PRIMERA PLANA

Se solicita empleada con
 experiencia y sin hijos 

Wendy Alanis.-Mi nombre es Elena Sofía; hace diez años me casé con Eduardo y tuvimos dos hijos, varones ellos, él era de oficio albañil y yo vendía dulces y antojitos mexicanos por la noche. Mi esposo no quiso que tuviéramos muchos hijos, yo tampoco quería pues conocíamos la pobreza y el hambre desde niños; mi padre y madre tuvieron muchos hijos razón por la cual tuvimos pocos estudios, siempre andábamos descalzos. Por eso Lalo y yo deseábamos algo diferente. 

Pero hace cinco años Eduardo tuvo un accidente en la obra de construcción donde laboraba y quedó paralítico, teniendo que usar silla de ruedas, el ingeniero para el que prestó sus servicios no quiso ayudarnos y sólo culpaba a mi esposo por lo sucedido. Ignorantes como éramos, no pudimos hacer nada. Para entonces el dolor, la rabia, la impotencia eran el platillo principal en nuestra pequeña casa hecha de madera con techo de lámina de cartón.
Ahora el dinero que llegaba a la casa entraba a cuenta gotas; tuve que comprar la silla de ruedas para mi esposo porque yo sola no podía moverlo, sus hermanos me ayudaron un poco con los gastos del accidente y la silla pero poco a poco nos fuimos quedando solos de nuevo. Eduardo y Emanuel eran nuestros pequeños hijos que ya comenzaban a ir a la escuela y por supuesto que los gastos pesaban como el plomo. Poco a poco fuimos saliendo del trance y fuimos tomando de nuevo nuestro camino, ya no como antes porque Eduardo nunca volvería a caminar y ahora yo sería el sustento del hogar; un hogar pobre con apenas más que lo indispensable y sin derecho al lujo, a la abundancia a lo necesario por lo menos.
Aunque yo seguía vendiendo cena y dulces, necesitaba un trabajo formal pues nada era suficiente, comencé a salir por las mañanas a buscar trabajo pero con apenas el primer año de secundaria terminado no conseguía más que cansancio e hinchazón en mis pies de tanto caminar, nadie quería una mujer como yo, con la necesidad a flor de piel, con el alma desgastada por la miseria y el sufrimiento, con los zapatos sucios, tan viejos como la desgracia y con un esposo y dos pequeños hijos que mantener; esa era yo. 
Todas las mañanas iba y venía de un lugar a otro buscando trabajo pero todos pedían a alguien con experiencia, soltera y sin hijos…sobre todo alguien que hubiera llegado a la universidad, así que yo no tenía esperanzas, me parecía tan injusto como cruel que nadie me diera una oportunidad laboral sólo porque tenía dos hermosas crías, sentía una infinita rabia cada vez que veía un letrero que decía se solicita empleada soltera y sin hijos, ¿cómo iba a mantener a mis hijos si nadie me daba trabajo?
Y si robaba un poco, sólo para llevar lo necesario a casa, lo más seguro era que me llevaran a la cárcel, en esos momentos sentía que todo era tan difícil como construir la muralla más alta del mundo yo sola. 
Pero de pronto encontré trabajo de doméstica en una casa donde los señores eran maestros; el sueldo eran tan sólo $250 a la semana pero me llevaba lo que sobraba de comida y era medio tiempo, estuve trabajando un mes con tranquilidad, aunque había notado que el señor me miraba de reojo y a escondidas…..no estaba tranquila pero era lo único que había para mí, yo trataba de hacer pronto mi quehacer para irme rápido a casa y no tener que soportar las miradas sucias de mi patrón; sin embargo mes y medio más tarde él quiso arrancarme la ropa por la fuerza cuando me encontré a solas con él por la cocina y tuve que salir corriendo y sin cobrar mi semana; 
¡¡¡¡Entre mis ropas viejas escondí la vergüenza, deseché las lágrimas y me quedé con ganas de pegarle tremendo puñetazo en la cara de viejo rabo verde!!!! . Así que de nuevo en apuros. Eduardo no era tonto y se daba cuenta de todo pero no decía nada y ni yo para no preocuparlo, no fuera que de la muina se pusiera peor……ni él ni mis hijos tenían la culpa de lo que sucedió.
Caminando un día por una calle fea y sucia, miré un letrero maltrecho que decía “se solicitan meseras buena presentación y ganas de trabajar” despejó mi abrumado cerebro ..!!no podía creer lo que estaba viendo!! por primera vez nadie pedía que fuera soltera y sin hijos, no pedían experiencia ni rebasar apenas el primer año de secundaria ¡¡¡era justo lo que yo estaba esperando!!!, aunque nunca había sido mesera. El lugar permanecía cerrado y despedía un olor raro, eran cerca de la una del mediodía y pregunté entre los vecinos y paseantes la hora en que se abría ese local, me dieron razón y me fui a casa con una pequeña esperanza en el corazón que me mantuvo resuelta a conseguir ese empleo.
 Con la ansiedad de un niño esperé a que dieran las ocho de la noche y en cuanto pude encaminé mis pasos hacia el pequeño negocio maloliente donde había visto ese esperanzador anuncio, salí de casa con la mirada de mi hombre sobre mi espalda. 
La duda y la tristeza de Eduardo eran gotas de lluvia ácida. Llegué al sucio establecimiento justo media hora después de haber salido de  mi hogar, me encontré con tres mujeres vestidas de negro y minifaldas estrafalarias en la puerta a las que les pregunté con quién podía hablar acerca del empleo, me miraron como quien mira a un rival y de mala gana me contestaron que en la barra estaba el dueño, que pasara y le preguntara. 
Lo hice y señor gordo de bigotes grandes me dijo que sólo tenía que sentarme a la mesa con los hombres que ahí llegaran a beber y a tener sexo con mujeres, dijo claramente sonriendo con ironía; supe entonces qué clase de trabajo era. 
Sólo tuve que regresar a casa y ver de nuevo la necesidad en cada una de las paredes y hasta por debajo de las mullidas camas, ver el hambre en la carita sucia de mis hijos y la desesperación en los ojos de Eduardo, no pude más, retrocedí tres pasos y salí de prisa hacia la cantinucha esa donde no pedían más que ganas de trabajar, sólo ahí no importaba que no fuera soltera y que tuviera dos hijos.

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