jueves, 28 de abril de 2016

COLUMNA

Cosmos
Héctor Contreras Organista

TRANSPORTE EN CHILPANCINGO
 El antecedente de transporte urbano y de coches libres que ahora se llaman taxis en la capital del estado de Guerrero data los años 50, que es hasta donde el generoso recuerdo (ahora muy limitado por los años) nos alcanza.
 Al menos en cuanto a los coches libres, usados o alquilados muy poco por los habitantes de Chilpancingo, recordamos que se estacionaban frente a la iglesia de la Asunción. Primero en línea, uno tras otro; después en “batería”, para ahorrar espacio, y cada uno era de marca distinta: Ford, Chevrolet, Buick, Dodge, etcétera y también de colores diferentes. Al gusto del dueño.

 Todos estaban afiliados al “Sitio Bravos”. No eran muchos, tal vez once, doce, pero no llegaban a quince. 
 Los coches libres uno y dos (porque eso sí, estaban numerados) pertenecían a los hermanos Flores que vivían en la calle Centenario, que ahora es la avenida Álvarez. Y eran don Felipe y don Jesús Flores, tíos del gran diestro local de la guitarra, de los arreglos musicales y de la cantada, don Jesús Lozano Flores.
 Hubo muchos muy queridos y siempre bien recordados conductores cuyas familias conservan el orgullo de que sus padres, tíos o parientes hayan pertenecido a esa generación de buenos choferes. 
 Los había, y muchos, que subían a la sierra al acarreo del trozo en caminos que eran peligrosas brechas y que surtían a las madererías (la Sánchez y Asientos Sanitarios, entre otras) y estas dejaron los riquísimos bosques pelones y bien rapados y por eso en Chilpancingo cambió el clima, que según Alejandro Humboltdh era de los mejores del mundo, y se acabó el agua de Omiltemi.
 También en esos años estuvo en boga el famosísimo “Mamacito”, don Jorge Macías, un avispado chilpancingueño que inició el transporte de Tixtla a Chilpancingo. Al principio casi a empujones metía a su automóvil a las vendedoras de verduras. Su Fordcito tenía rines con rayos como de Bicicleta.
 Él las enseñó a viajar. Para transportarse con sus productos las hizo cambiar los burros por el ford, transitando por la accidentada y viejísima brecha Chilpancingo-Tixtla. Llegando de Tixtla las bajaba cerca del mercado en la esquina de Altamirano y Allende y de ahí era fácil que llegaran con tecolpetes y chiquihuites al mercado “Nicolás Bravo”.
 Por esa calle de Altamirano salían y entrababan los camiones, carros y automóviles que iban o venían de Tixtla y Chilapa. Los enormes carros boludos de don Nicolás Naime pintados de amarillo verde y blanco con una canastilla siempre llena hasta el copete. Y después las camionetas “Gacela” que se supo eran del gobernador Caballero Aburto. También transitaban los carros de la línea “El Zopilote”, donde don Gilberto Pineda, esposo de Guadalupe Organista conducía un enorme carro de carga conocido como “El Catemaco” y traía en la defensa delantera una inscripción: “Soy el (pintaba un sol y luego un dado y al último un globo terráqueo) que se leía así: “Soy el sol-dado del mundo”. Cosa del ingenio de los choferes de aquél entonces. 
 Y había por san Mateo un coche azul de modelo antiguo con otra inscripción en la defensa trasera: “Pior es andar a pie”.
 En la esquina de Altamirano y Ayuntamiento (que en la actualidad es la calle “Baltazar R. Leyva Mancilla”) se localizaba El Mesón, de don Rafael Cabrera. Era la “terminal” de los carromatos que iban a Chichihualco o venían de allá cargados de maíz, duraznos, frijol, quesos, etcétera.  
Antes de llegar a Zumpango estaba la desviación, una pedreguera por la que se desplazaban los vehículos en un camino hecho a pico y pala (por gente de Zumpango y de Chichihualco) en el época del general Rafael Catalán Calvo, cuando el poeta Lamberto Alarcón fue Oficial Mayor de Gobierno y él patrocinó la construcción de ese camino para que hubiera transporte entre la capital del estado y su tierra.
 Zumpango tuvo su primer carro grande de pasajeros. Los vecinos le bautizaron como “La pedorra”.
 Chilpancingo fue bendecido por dos carros más viejos que el cerro de “El Culebreado”. Se les conoció como Los Circunvalaciones, por la ruta que seguían girando alrededor de la población. Salían del centro de la ciudad donde había dos jardines: “El Cuéllar”, donde estaba el sitio Bravo y el otro fue el jardín “Bravo”, frente al Palacio de Gobierno, donde estaba la estatua a don Nicolás Bravo, que Raymundo Abarca Alarcón regaló a Chichihualco, creyendo de que el general de allá era originario.
 Los circunvalaciones iban por la avenida Guerrero hasta donde estaba la estatua a Morelos (siempre frente a ella se colocaban los circos), hoy gasolinera del DIF, aunque es de los Carreto. 
 Regresaban por la calle Juárez hasta el centro y seguían por la avenida Alemán, que fue la calle 2 de abril, llegando hasta los lavaderos (Pezuapa) y regresaban al centro por la calle Centenario, hoy avenida Álvarez.
 Eran dos, sólo dos carros, uno propiedad de don Chon Cuevas, que conducía Chayito, y el otro propiedad de don Samuel Montero y su familia, manejado por el famoso y célebre Agapito…¡Bajan, Agapitooooooo!
 En donde conectan las calles de Morelos con Teófilo Olea y Leyva, estaba la terminal de la “Flecha Roja”. Raful Crayem Sánchez, el famoso y querido compositor taxqueño fue el autor de la canción: “Camioncito Flecha Roja no te lleves a mi amor, ay, mira como me dejas hecho pedazos el corazón”.
 Al cambiar de propietarios y al observar la millonada de dólares que deja el transporte, la legendaria línea “Flecha Roja” cambió radicalmente y hoy contamos con autobuses de primer nivel, con aire acondicionado, choferes profesionales, mucha comodidad y hasta descuento para la gente mayor en los viajes. 
 Obviamente si sube la calidad y los precios en el transporte casi nadie protesta porque choferes y permisionarios ofrecen seguridad, comodidad y calidad… 
 Y el seguro del viajero junto con un boleto o comprobante del viaje hace muchos años no se ve por Chilpancingo en las urvans, ni prácticamente en el estado de Guerrero… 

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