martes, 7 de junio de 2016

COLUMNA

La noche de San Juan  

Apolinar Castrejón Marino
Hay una noche mágica muy arraigada en España, el 23 de junio en que se celebra el solsticio de verano. Es una tradición pagana, que se disfraza de religiosa al disfrazarla de noche de San Juan. 
El paganismo se advierte en los abundantes bailes y canciones, las curaciones y los rituales mágicos, que nada tendrían que ver con San Juan “El Bautista”. Es una tradición anterior al cristianismo, un culto al sol, que cambia completamente su rumbo aparente en el cielo.


Ahora sabemos que la inclinación del eje terrestre, combinado con los movimientos de traslación originan que el sol se aleje paulatinamente, y después se acerque, en un ciclo que se repite 2 veces por año, da lugar a las estaciones del año, pero recordemos que en los primeros años de nuestra era, en Europa, creían que la tierra era plana e inmóvil. 
Los eclipses eran algo terrorífico, y para alejar la oscuridad, encendían granes hogueras. Estaban muy convencidos de los beneficios de la luz y el calor del sol, para ahuyentar a las bestias y a los malos espíritus, y por ello, estaban dispuestos a ayudarlo a volver a encenderse o a conservar su fuego infinito.
El 21 de junio inicia del solsticio de verano en el hemisferio norte, por lo cual, los días empiezan a tener más horas de luz. Llenos de alegría, encendían fogatas en la noche, creyendo que esto ayudaría a darle más fuerza. 
Con el paso del tiempo, esta tradición fue adquiriendo otras interpretaciones: ayudaban a “espantar” a las enfermedades, era un fuego “purificador”, y ayudaba a la fertilidad. En el siglo VIII de nuestra era, se convirtieron en orgías y bacanales nocturnos, y las autoridades trataron de prohibirlas.
Eran los principios del cristianismo, y entonces conocieron a los grandes personajes bíblicos. “Como añillo al dedo” les cayó ese personaje que parecía tan importante como el mismo Jesús de Nazaret. Tan grande, que fue quien lo bautizó, tan estoico que soportó la cárcel y tan íntegro que se resistió a los encantos de Salomé. Con su cabeza pagó su grandiosidad. 
Con la conquista y colonización de América, las tradiciones españolas se extendieron a México y Latinoamérica, y el martirio de San Juan impresionó mucho a los indígenas:
“Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano”.
“Herodías aborrecía a Juan y Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre honrado y santo. Herodes, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea por su cumpleaños. Herodías vio la ocasión  de liquidar a Juan para siempre:”
Salomé, la hija de Herodías entró al escenario, y bailó “La Danza de los Siete Velos”. El rey quedó fascinado, y entonces le dijo a la joven: Pídeme lo que quieras, que te lo doy, aunque se pidieras la mitad de mi reino.
Ella salió a preguntarle a su madre:
-¿Qué le pido?
La madre le contestó:
-La cabeza de Juan, el Bautista.
Entró ella y enseguida, le dijo lo que quería:
-Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista, que tienes encerrado.
El rey se puso muy triste, pero por respetar su mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

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