viernes, 25 de noviembre de 2016

COLUMNA

 Cosmos

Héctor Contreras Organista

 LOS PASTORES QUE ACOSTABAN AL NIÑO DIOS EN DICIEMBRE
-EVOCACIONES DE DOÑA ANITA VALADEZ TAPIA

Protagonista de los Pastores de doña Irene Organista Sánchez
Una buena mañana salimos a buscar a doña Anita Valadez Tapia dialogamos con ella en su domicilio.
Teníamos noticia de que en su niñez había salido de pastorcit
Al indagar un poco más sobre sus datos personales, nos informó que nació en las calles de Altamirano, en la parte poniente que corresponde al Barrio de San Francisco. La parte oriente de la calle es del Barrio de San Antonio.
Fueron sus papás don Porfirio Valadez Ramos y doña Teofila Tapia Flores.
“Mi papá fue albañil y mi mamá vendía tortillas. Fuimos trece hermanos, yo la más chica que ahora (2005) tengo 73 años.
De pastorcita empezó a salir desde los siete años, y hasta los diez.
Recuerda que para preparar la pastorela los niños ensayaban desde el 15 de noviembre hasta el día 22 de diciembre. Los ensayos eran de las seis de la tarde “hasta como a las ocho de la noche”.
“Salía en el papel de Gila, a veces de Ángel, pero yo siempre era de las de adelante”.
Recordó que Evita Salmerón era La Gitana y Gloria Vega era el Ángel, ella del barrio de San Francisco.
“El viejo”, Mario González.
“El Bato era Cliserio, no me acuerdo de su apellido. El Contrabato le decían El Chabocho, se llamaba Jesús. Era una cosa bonita que íbamos a ensayar.

“La que tenía interés se ponía con el cuaderno, y a mi me lo daban a leer. Y a los ocho días me decía doña Irene: A ver, qué te aprendiste. Había adoraciones al niño Dios que también me las aprendí.
“El 24 de diciembre por la tarde nos reuníamos en la casa de Altamirano todos contentos porque estrenábamos y porque íbamos a ir a acostar al niño Dios.
“El vestido era blanco y el sombrero de palma se forraba con papel crepé y llevaba sus escarchas y pascli y su listón azul”.
Doña Anita se queja porque en la actualidad los niños ya no quieren salir de pastores: Le digo a mi hija: “¡Ay Dios!, qué bonita la época cuando éramos chamacas. Y es que antes tenían esa devoción de ir a acostar el Niño Dios”.
Enseguida agregó que “La acostada del Niño Dios es la esencia de la feria, es lo mas sagrado para Chilpancingo, la alegría, porque ahí iban las danzas, y había bastantes pastores. Nosotros acostábamos el niño”.
Recordó que doña Lupita Leyva era la madrina del niño Dios de la iglesia de la Asunción, y le decía a doña Irene Organista: Quiero tus pastores y los quiero temprano a las siete en la iglesia, para acostar al niño.
“Las Aromas eran para acostar el niño, y siempre nos recibía el padre Agustín” ( Sacerdote Agustín M. Díaz, encargado de la iglesia de la Asunción).
“También invitaban a los Pastores a domicilios particulares. Doña Irene nos llevaba hasta la casa del gobernador que era Alberto F. Berber (1937-1940) Hacían harta comida y nos daban dinero tanto para los cuatro de adelante y cinco con el viejo, la Gitana y el Ángel.
“Don Alberto F. Berber vivía en una casa donde era la Escuela Urbana hacia atrás, y le gustaba al señor escuchar a los pastores.
“Veníamos a San Antonio, nos íbamos a las casas donde nos invitaban; íbamos hasta la alameda. A otro día nos llevaban a Petaquillas a cantarle al Niño. Y venía el padrino y nos invitaban mole verde con tamales.
“Nuestros vestidos no eran de tela fina, cada quien se vestía a como pudiera la familia, de acuerdo a su recursos. El vestido era blanco.
“En la iglesia se acostaba al niño Dios a veces muy temprano, según la madrina. A la iglesia iban bastantes danzas: Los Manueles, Los Moros, Los Mudos, Los Tlacololeros, Los Diablos, Los Pescados, todas esas danzas. Los Santiagos que tenían su pistola que echaban balazos, don Raymundo Organista, don Bernardo Aguilar, don Salomón Peralta.
“Íbamos con la maestra Teresa Alarcón a cantar, a la casa de doña Lupita y donde nos llamaban, íbamos. A veces acabábamos a las tres o cuatro de la mañana y ya nos tenían pozole donde ensayábamos, en la casa de doña Irene.
“Los 25 de diciembre había bastantes danzas. El mercado se pasaba a la calle de Hidalgo. Ahí era toda la feria. En la Escuela Lauro Aguirre eran los toros, por ahí cerca los gallos; ocupaban todo eso de San Mateo, se venía el mercado. Doña Luisa Memije hacía los moles, el fiambre y los chiles.
“Yo trabajé con mi tío Abertano Escobar, en su tienda de cristalería, pero quebraba mucho plato y le decía: Yo ya me voy a salir, tío. No, me decía: Te vas con mi mujer a trabajar a la Mercería, y me fui para allá y cuando no había cocinera, me dieron un librito para que yo cocinara, y ahí me enseñé a cocinar.
“Jamás se ha visto una navidad como la de antes. Tenía algo de especial, los castillos, los toritos, todo el comercio acá donde hacían la feria, había hartos puestos de muchas cosas.
“Los Pastorcitos éramos veinticuatro niños, doce y doce. Aparte La Gitana, El Ángel y El Viejo, pero tenían interés, entusiasmo de salir. Yo quiero ensayarlos nuevamente pero los niños ya no quieren. Se perdió la tradición; yo a veces canto todo, llevo a mis nietas y a mis hijas y cantamos lo del ángel y de la gitana.
“El Ángel llevaba colocada una estrella en la frente, en la espalda sus alas y una túnica azul.
“Los aguinaldos los daban en canastitas de palma, les echaban tejocotes, cacahuates, y en la cárcel, donde también acostábamos el niño Dios nos daban bolsitas de palma que tejían los presos Allá se acostaba el niño Dios el día 25.
“Había muchas señoras que ensayaban pastorelas, doña Leobarda, doña Modesta, las Vázquez. Éramos como cuatro, pero teníamos el primer lugar con doña Irene Organista, era la primera para acostar el niño de la iglesia.
“Una vez la señora Leobarda, que ensayaba otros pastores, me quemó mi báculo, porque nos aplaudieron y nos dio las gracias el padre y estábamos chiquitos y salíamos bien y le daba coraje. Sus pastores eran puros grandotes y me quemó mi báculo y lloré porque me lo hacía muy bonito una ahijada de mi mamá, pero al otro día me hicieron uno igual.
“El nacimiento de la iglesia lo ponían mero en el altar y ponían a San José, a la virgen, el ángel y los reyes magos. Y la cuna que llevábamos nosotros era de madera, era torneadita. Allí. arrullamos al niño, ahí se cantaba a la rru rru niño.
“Cuando íbamos a la Misa de Gallo, nos salía a recibir el Padre Agustín
“Mis papás me metieron a la escuela Primaria, trabajé tres años en casa de don Abertano y su esposa doña Evangelina, y de ahí me vine con mi marido. Catorce chamacos tuve, y me viven ocho”



a, lo que nos confirmó diciendo que “es una de las tradiciones chilpancingueñas que se han perdido”.

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