viernes, 12 de mayo de 2017

ARTÍCULO

Las madres y la Cruz
Edilberto Nava García
Hoy se festeja el “Día de las Madres” con todas las contradicciones que conlleva. Muchos felicitamos a nuestras mamás y hasta les damos obsequios, pero ellas aumentan sus quehaceres y hasta más, por su deseo de corresponder a esas felicitaciones. En mi niñez, lo recuerdo, fue en la escuela donde se nos dijo que cada diez de mayo se festeja a las mamás y debíamos preparar un programa alusivo. Omitieron decirnos si la celebración es sólo en nuestro país o en todo el mundo. Algunos continuamos creyendo que es un ardid del consumismo en que la mayoría de la población cae, pues para llevar flores a mamás difuntas, las florerías hacen un negociazo.
En Apango se da una coincidencia quizá digna de registrar que nada tiene que ver con el consumismo, sino de contacto con los elementos naturales. Les comento que ayer, a eso de las cuatro de la tarde, en casa, de pronto desapareció mi hijo Beto. Al subir a la azotea a dar de comer a las gallinas,
descubro que está él ahí con su celular, tratando de fotografiar a esa procesión que desciende del cerro grande llamado Quiauhtepec. Los pedidores de lluvias con las cruces a cuestas salen ya del punto donde está el manantial que conocemos como Ixcualcingo. La verdad es que los pedidores asoman en la cima del cerro grande a eso de las dos de la tarde, a escasos setecientos metros en línea recta, pero en lo alto, en la cima pues. Y se escuchan los responsos que entona la banda de música de aliento y uno parece percibir desde aquí abajo, las voces de los rezanderos a quienes suponemos sudorosos y ceñidas sus frentes con paliacates rojos; sus cirios ey eso penetrante olor a incienso, a copal. Se escuchan bien los cohetes y las cámaras.
Beto me dice: alcance usted a distinguirlos; mire, descienden en el mero filo. Hacia allá dirijo la mirada. En efecto, pese a que el ambiente está muy pardo por los humos de los incendios de otras latitudes que han venido a acurrucarse entre nuestros cerros, los alcanzo a vislumbrar. Se me figura una hilera de postes móviles; de postes que con vida bajan y bajan hacia Tepatulco. En tanto en la calle principal del pueblo se encaminan grandes y chicos que van al encuentro. Miro a niños que vestidos de machos y de jaguares van dispuestos unos a bailar delante de las cruces y otros a perseguir a la chamacada que acude para demostrar que corre más que los felinos ciñendo sus trajes con una reata en su cintura. Aquí, es la danza de los “Mayesos” la que lleva tigre o jaguar; ellos lo cazan y hasta le toman medidas. En otros pueblos vecinos, el tigre acompaña a los tlacololeros; los tlacololeros de Apango no llevan tigre, sino los “Huehue” y los Mayesos, como llevo dicho.
El caso es que desde la mañana de anteayer salieron los pedidores de lluvias. Como cda año, se concentran en el templo parroquial. Ahí hacen oración y con parte de la ofrenda salen en reversa en probado sincretismo. Se encaminan hacia los antiguos “corrales” y ascienden por el antiquísimo sendero hacia Chilapa; pasan por Zotoltitlan, donde se separan, pues la cruz menor es llevada a Ayohcuño, en tanto las otras dos al bordo llamado Tepoztello. En ambas cimas se ofrenda. Me llama la atención el nombre de este punto, ya que Tepoztello, literalmente significa trinchera o arma a base de piedras.
La ofrenda-sacrificio acostumbrada en Apango y otros pueblos de la cultura nahua guarda relación o ajustada o de mera coincidencia con el santoral católico. En petición de lluvias, Apango, por ejemplo, se asciende a Oztoyohuaco u Oztotempan el 23 de abril; se retorna el 24 y al día siguiente se hace las procesión por la estación del pueblo en honor a San Marcos, aunque la imagen que se lleva en ella es San Francisco de Asís. El uno de mayo se sube la cúspide de Tepehuizco y se retorna el día 2. Al día siguiente la fiesta es en honor de la Santa Cruz. En tanto que a Tepoztello y Ayohcuño se ofrenda en la noche del día ocho de mayo, se retorna el nueve y el 10 se culmina con el ceremonial de petición de lluvias con una procesión similar a la del 25 de abril.
Ayer por la tarde, la autoridad medio festejó a las madres, pero conforme se escuchó la algarabía del arribo de las cruces por la calle principal, el festejo se tornó en pifia. Hoy por la tarde se hace la procesión con la que culminan las honras a la cruz en el rito católico que coincide en mucho con el huentle ancestral prehispánico, en que nuestros ancestros subían a las cimas a implorar a la madre tierra, al viento, a la lluvia y al sol, su acción conjunta para lograr buenas cosechas del temporal.

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