jueves, 3 de agosto de 2017

ARTÍCULO

El voto de tinieblas
Danie Sans
Si alguna vez  disfrutaste de la pequeña obra  “El Lazarillo de Tormes”, te habrá llamado la atención la oración de la emparedada, que a lo largo de la obra, Lázaro, -el protagonista de la novela-, menciona constantemente.
Y es que la práctica de emparedamiento voluntario, fue una elección de vida desde la baja edad media,  para mujeres eremitas, que al igual que los varones, habían renunciado a la vida común. Se llegó a poner de moda ya en el siglo XVI. Ésta práctica, era exclusiva de las mujeres, en las que  buscaban servir mejor  a Dios.
Dicha práctica, fue uno de los aspectos más desconocidos del misticismo religioso, conocido como el voto de tinieblas o emparedamiento en vida.
A lo largo del tiempo, se desarrolló una genealogía de mujeres, que encontraron en la reclusión,  no un encierro, sino un espacio de búsqueda personal y de creación artística.
Como mencionaba anteriormente, la práctica generalmente era llevada a cabo por mujeres piadosas, que abandonaban la familia, para adoptar una vida contemplativa y de oración.
Se recluían en un lugar muy pequeño, que pasaba a ser su único mundo,  solo una pequeña ventana o hueco, era su vínculo con el mundo, por el recibían los alimentos, que su familia les llevaba y en muy raras  ocasiones, recibían  oficios religiosos. Muchas
morían por las condiciones tan insalubres o enfermedades que podían adquirir, pero lo cierto de todo, es que encontraron en esto su realización espiritual, algunas de estas ejemplares mujeres, llegaron a convertirse en santas, como la joven Inés de Moncada, que por poco más de 20 años habitó en una cueva, hasta que enfermó y murió
Hasta la próxima…

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