ARTÍCULO

El voto de tinieblas
Danie Sans
Si alguna vez  disfrutaste de la pequeña obra  “El Lazarillo de Tormes”, te habrá llamado la atención la oración de la emparedada, que a lo largo de la obra, Lázaro, -el protagonista de la novela-, menciona constantemente.
Y es que la práctica de emparedamiento voluntario, fue una elección de vida desde la baja edad media,  para mujeres eremitas, que al igual que los varones, habían renunciado a la vida común. Se llegó a poner de moda ya en el siglo XVI. Ésta práctica, era exclusiva de las mujeres, en las que  buscaban servir mejor  a Dios.
Dicha práctica, fue uno de los aspectos más desconocidos del misticismo religioso, conocido como el voto de tinieblas o emparedamiento en vida.
A lo largo del tiempo, se desarrolló una genealogía de mujeres, que encontraron en la reclusión,  no un encierro, sino un espacio de búsqueda personal y de creación artística.
Como mencionaba anteriormente, la práctica generalmente era llevada a cabo por mujeres piadosas, que abandonaban la familia, para adoptar una vida contemplativa y de oración.
Se recluían en un lugar muy pequeño, que pasaba a ser su único mundo,  solo una pequeña ventana o hueco, era su vínculo con el mundo, por el recibían los alimentos, que su familia les llevaba y en muy raras  ocasiones, recibían  oficios religiosos. Muchas
morían por las condiciones tan insalubres o enfermedades que podían adquirir, pero lo cierto de todo, es que encontraron en esto su realización espiritual, algunas de estas ejemplares mujeres, llegaron a convertirse en santas, como la joven Inés de Moncada, que por poco más de 20 años habitó en una cueva, hasta que enfermó y murió
Hasta la próxima…

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