lunes, 2 de octubre de 2017

ARTÍCULO

Ínsula de la prepotencia
Edilberto Nava García
La conducta de la nefasta alcaldesa de Mártir de Cuilapan, no sorprende a nadie, aunque halague a sus pocos aduladores, que lo son, sólo porque les llena la panza. ¿A qué me refiero? A esa actitud prepotente ante quienes tienen el valor de analizar su función de empleada pública, tan repleta de yerros, de abusos y saqueo indiscriminado de los fondos públicos.
En reciente edición de La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, se publica una nota informativa que da cuenta que la policía asignada a la seguridad de la odiada alcaldesa, impidió que un reportero ingresara a palacio municipal para entrevistar a la responsable del área de
protección civil, nota que también aparece en la misma edición. Y sabed caros lectores, que esa actitud le cuesta mucho al erario municipal, pues como es lógico, el reportero ni está mudo ni manco, es decir, no está impedido para denunciar en su medio, el ruin proceder de un polizonte que simula ignorar que los edificios públicos, son eso, públicos, por lo que todo ciudadano puede ingresar a ellos.
La alcaldesa cree que vive en su ínsula. No; no es así y alguien debe decírselo. Lo primero que debe admitir, es que si el odio la rodea, es consecuencia de su pésimo desempeño público. Que sus paisanos la consideramos un ave de rapiña que goza de coraza oficial temporal, se debe a que ha construido casas a casi toda su familia; que tiene en nómina a familiares y es probable que aparezca por ahí alguien que cobre hasta por el perro, mascota suyo. Esto es así, pues su corrupta conducta lo trae en la sangre, es decir, le es intrínseca por herencia genética y no mudará sino cuando se extinga su vida. La alcaldesa sabe, pero simula no saber, que el actor público está expuesto a la crítica y a señalamientos fundados e infundados, pero al igual que cualesquier otro ciudadano, tiene derecho a la réplica, a la aclaración, cuando una información, en su concepto no se apegue a la verdad. Pero pese a que sabe que su poder es tan endeble y fútil, como lo demostró su informe hace unas semanas, que lo hizo sólo para sus aduladores y empleados, ella se siente intocable. En verdad, me dice un vecino que leía el periódico de referencia: a la Chita se le subió la caca a su cabeza.
Y el polizonte, pobre de él (es de la policía estatal que le asignó el secretario de gobierno a la alcaldesa) por ignorancia o por prepotencia imitada, no sabe que luego aparecen necesariamente defensores oficiosos que se convierten en intermediarios, que ofrecen dinero del ayuntamiento a otros editores para que nieguen espacio a la denuncia del reportero agraviado en sus derechos profesionales y humanos. ¿Cuánto ofreció el mediocre periodista que se presta a acallar la justa denuncia del colega agraviado en sus derechos? Hoy los editores no reciben menos de diez mil pesos por dejar para mejor ocasión una denuncia similar, porque al final, ellos mandan en sus medios de comunicación. Lo que importa es saber cuánto equivale silenciar una nota informativa, guardarla o de plano desecharla, porque más valen diez mil pesos que cinco o seis párrafos. Quienes hemos estado en el quehacer informativo, sabemos cómo se manejan ya en la mesa de redacción, en la oficina del director o en los cafés, los montos por los cuales se ha de callar temporalmente las denuncias, incluso de reporteros, a cambio de dinero. Es una traición a la profesión, al oficio, pero así es. Dicen que con dinero baila el perro.
Qué lamentable, que durante el régimen de Astudillo Flores se continúen dando hechos tan bochornosos, tan apartados de la verdad, de la legalidad, pero sobre todo, son hechos que constituyen una evidente señal de empobrecimiento en la conducción gubernamental.

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