lunes, 4 de diciembre de 2017

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
SABÁS TELUMBRE VÁZQUEZ
-Empleado del Cine “Guerrero”-

A fines de la década de los años 50, se construyó en el centro de la ciudad de Chilpancingo una mole enorme que ocupó la cuadra que conforman las calles Ignacio Ramírez, al oriente; Juan Ruiz de Alarcón al poniente; Bravo, al sur y Morelos, al lado norte.
La construcción alrededor del cine, en un primero y segundo piso albergó departamentos que fueron alquilados para oficinas y tiendas, muchas de ellas de grato recuerdo, como “Casa Osorio”; la cevichería “El Barco” y la ferretería de don Salvador Blanquet.
El espacio principal y al centro del inmueble se dedicó al funcionamiento del “Cine Guerrero”, mismo nombre que desde años atrás ya se le había dado al cinematógrafo localizado en otros domicilios.
Para una misma función eran dos salas de buenas proporciones: Luneta era la sala 1, en la parte baja, y en la parte superior, lo que en los cines se conocía como “gayola”, estaba la sala 2. Había que subir por
escaleras laterales.
La sala 1 con asientos muy cómodos y gayola con sólo tablones de madera labrada. La diferencia era el precio del  boleto. Por ejemplo, los sábados desde las cuatro de la tarde iniciaba la exhibición de tres películas. Sala uno, 2 pesos; sala 1, un peso.
Los chamacos de la época íbamos los sábados “a la de a peso”, acompañados  de tacos, tostadas, tortas, semillitas, enchiladas y aguas frescas que varias señoras vendían en canastones que colocaban en pequeños bancos frente a la entrada del cine. Una hilera grande de vendedoras.
Los días domingo, había funciones desde las 11 de la mañana, después desde las diez. Se exhibía la misma película de estreno hasta las diez de la noche. Los modernos proyectores, al principio, se colocaron en la parte central de gayola, sobre una cabina hecha de cemento. Desde ahí los “cácaros” proyectaban las películas a una pantalla de respetables dimensiones.
Años después, cuando del único cine se hicieron dos y hasta tres salas, cada una de ella contó con su espacio para los proyectores Eran salas espaciosas, cobijadoras, agradables y que años después se convirtieron en las salas 1, 2 y 3. En esta última era de exclusiva función para adultos  y era la más pequeña.
Un paisano de apellido Saavedra, fue el primer administrador del cine “Guerrero”. Después llegó a ese cargo un joven oaxaqueño, René Valencia Feria, muy avispado, inquieto y visionario para hacer producir con buenas cuentas al cine. La empresa siempre apreció sus virtudes. Había una dulcería que atendía su esposa, y entre el personal, además de los técnicos de proyección, estaban quienes vendían los boletos en taquilla, y como encargados del aseo estaba don José y otras personas.
Quienes recibías los boletos eran el señor Guillermo Zapata y don Agripino Telumbre, que a su vez era el responsable de hacer el aseo en el antiguo Palacio de Gobierno. Por eso cuando el doctor Raymundo Abarca Alarcón, quien con frecuencia asistía a las funciones, le preguntaba en la puerta a don Agripino: “Señor Telumbre, ¿me da permiso?”. Pase usted señor gobernador, le decía el buen hombre y el gobernador iba y se sentaba como cualquier parroquiano entre los asistentes a disfrutar de la función.
Por ese cine pasaron muchas personas como empleados, muchas. Tantas que sería difícil recordarlas a todas. Sin embargo, sí tenemos muy presente a quien fue el primer publicista que tuvo el cine Guerrero. Don Sabás Telumbre quien a bordo de un jeep, de esos que fueron famosos en la segunda guerra mundial, recorría las calles llevando un equipo de sonido anunciado las funciones del día, invitando a la gente a que asistiera al cine.
Muchos chamacos vagos o que nos íbamos de pinta, es decir, en lugar de asistir a clases andábamos vagando, haciendo travesuras, becerreando o recorriendo las calles en el horario de clases, varias veces nos tocó en suerte repartir programas de cine. Mientras don Sabás anunciaba a bordo del jeep, nosotros íbamos delante de él, corriendo, repartiendo programas que imprimía la empresa en papel revolución, programas de unos diez por quince centímetros.
Al paso de muchos años, en una entrevista que le hicimos en el jardín central de Chilpancingo el 25 de marzo de 2015, con don Sabás Telumbre Vázquez, recordamos esos viejos tiempos de cuando era él publicista del cine “Guerrero”.
Para comenzar, don Sabás informó que nació en La Estacada, municipio de Tixtla, Guerrero, el 5 de diciembre de 1937. Buscando una mejor forma de vida, sus padres se trasladaron con toda la familia a la ciudad de Chilpancingo. Sus hermanos entraron a trabajar al cine “Guerrero” (antiguo), donde nuestro entrevistado comenzó a ayudarles hasta que también se quedó como empleado de la empresa.
Don Fidencio Telumbre Miranda, fue su papá; su mamá se llamó Petra Vázquez García, originarios de La Estacada, municipio de Tixtla. Procrearon nueve hijos, entre ellos Donaciana, Ricardo, Agripino, Leocadia, Pedro, Sabás y Adela.
Llegaron a Chilpancingo en 1952, aproximadamente, estableciendo su hogar en Heroínas del Sur 64, en una casa de adobe. Su mamá fue ama de casa y la tarea principal de su papá era la de campesino.
Contrajo nupcias con la señorita Guillermina Melgar Ramírez, con quien se conoció en el cine “Guerrero”. En la fecha que hicimos la entrevista, doña Guillermina tenía siete meses de haber fallecido. Procrearon cuatro hijos: José, quien estudió en el TEC de Monterrey; Rosalva, que es enfermera; Orlando, quien radica en Chicago y trabaja en una constructora y Marivel, que es educadora y radica en Chilpancingo, en casa de sus padres.
Adelaida y Sabás son los únicos de los hermanos que quedan con vida. Él, además de ser empleado del cine “Guerrero” hasta su jubilación, también fue empleado de la Universidad Autónoma de Guerrero, donde también se jubiló.
Considera que su vida es para dar las gracias a Dios, “porque siempre él nos da la oportunidad de hacer algo; si no lo hacemos, es cosa de uno. Pero siempre agradecido con Dios y desde luego, a mi pareja, que en paz descanse, porque fue toda una vida de comunicación, de ejemplo, y logramos con los hijos que se hicieran profesionistas. Doy gracias a Dios a todas horas, porque sólo él sabe cómo nos ayudó, y nosotros tratamos de aprovechar”.

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