lunes, 29 de enero de 2018

ARTÍCULO

Mexicanos Al Grito De Guerra
Apolinar Castrejón Marino
La vocación pacifista de México es uno más de los grandes mitos, pues las guerras, las luchas y los pleitos, han sido cosas demasiado frecuentes….hasta nuestros días, en que las intrigas, las traiciones y las componendas, son práctica común entre quienes deberían ser ejemplo y modelo, de conducta civilizada.
El 31 de enero de 1824, en la Ciudad de Querétaro se reunieron representantes de todos los estados, y conformaron un Congreso Constituyente, con el fin de pactar que tipo de país nos convenía tener.
Habían pasado 10 años de guerra y muchos miles de muertos para que nuestro país
dejara de ser una colonia de España ¿Y ahora? Nadie sabía que forma de gobierno era mejor.
Unos deseaban tener un rey o un emperador, como Inglaterra, con sus dinastías de Tudor y de Stuart; o como Italia, con sus extraños híbridos entre reyes, papas y banqueros. O como….España, con sus dinastías de la Casa de Austria (Habsburgo), y de la Casa de Borbón.
Porque, mire usted, no es cierto que nuestros héroes y paladines, eran iluminados, y sabían cómo construir una patria libre y progresista. La realidad es que eran incultos y tenían poca preparación, carecían de conocimientos de política, y desconocían que regímenes gobernaban en el mundo.
Solo se guiaban por una idea atávica del poder, y tenían una consigna egoísta: Que no fuera ninguno de aquí, porque todos eran indios y corrientes. Importar un rey europeo, presentaba ciertos problemas, significaría lo mismo: regresar al dominio extranjero y a la explotación. Entonces llegaron noticias de que Francia había probado varias formas de gobierno.
Lo franceses realizaron una revolución en contra de la monarquía, y no descansaron hasta derrotar a la tiranía, con la toma de la Bastilla, el edificio administrativo en que los reyes ejercían su poder, aplastando al pueblo con impuestos. Luego de la victoria, procedieron a la creación de una Asamblea Constituyente, y en 1789 establecieron la Primera República Francesa.
Esas noticias les agradaron a nuestros próceres, y entonces acordaron que nuestro país sería una república. Para esto, realizaron 76 sesiones y al final, estuvieron listos para promulgar el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, que de ahí en adelante sería República Popular Representativa y Federal.
Solo quedaba nombrar a quien sería el primer presidente. El Supremo Poder Ejecutivo que estaba integrado por Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria, convocó a las primeras elecciones federales, con unas reglas muy simples:
Cada estado, a través de su legislatura, podría nombrar a su candidato, y quien obtuviera el mayor número de votos, sería el Presidente. Para redondear la cosa y todos quedaran conformes, el que quedara en segundo lugar sería Vicepresidente. Y los demás “Mejor suerte para la próxima. Gracias por participar”.
17 estados apoyaron la candidatura de un viejo y destacado militar, que ya había sido diputado, y que como decíamos, formaba parte del máximo órgano político, el Supremo Poder Ejecutivo, ¿No es agandalle, verdad?
Se llamaba José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, pero decidió cambiar su nombre por el de Guadalupe Victoria: Guadalupe, por la virgen morena, y Victoria, porque siempre había vencido ¿Otra cosita?
Según el nuevo orden legal, quedaron conciliados los intereses de los principales actores: los insurgentes, el Ejército y la Iglesia. La nueva República Mexicana subiría como la espuma, hasta construirse como una potencia, como dice el aspirante Meade.
Pero no tuvo que pasar mucho tiempo para que Iturbide, ofreciera a cada actor y sector importante, premios y privilegios, a cambio de que lo apoyaran en sus aspiraciones. Monarquistas y liberales, ignoraron el llamado, porque lo que tenían les parecía suficiente, y querían estar en paz, pero la burocracia y los comerciantes, si querían beneficios, que antes no tenían.
Iturbide decidió echar toda la carne al asador, e inició una precampaña en la que alertaba a los mexicanos de que deberíamos estar preparados, para enfrentar un eventual intento de reconquista por parte de los españoles. Algo así como “Un peligro para México”.
Y entonces sí, la mayoría de los gobiernos estatales, los mexicanos más ricos, y los militares a los que la guerra les había dado muchos privilegios, se apresuraron a  expresar su apoyo, para que Iturbide se convirtiera en monarca de los mexicanos.
Iturbide premió a todos con una fiestecita, y con todo el respaldo conseguido, calculó que le alcanzaba hasta para ser emperador. Las buenas noticias corrieron por el sur, y en la ciudad de Guatemala se reunió un Congreso de las provincias centroamericanas, para anexarse al Imperio Mexicano. Todos creían que iba a seguir la fiesta. Pero les falló.
El Congreso Constituyente declaró nula la coronación de Iturbide, y puso fin al imperio, e invalidó el Plan de Iguala, y los Tratados de Córdoba. De un solo plumazo, desaparecieron los instrumentos que habían servido de acuerdo y legalidad a nuestra independencia, y que habían señalado una forma de gobierno civilizada, que acabara con la ley del embudo.
La Nueva España quedó nuevamente en el limbo: no era un Estado ni parte de un Estado, ni nación, ni provincia de una nación. Entonces, la confusión y el desorden volvieron a cundir por todo el territorio.
Varias provincias se proclamaron estados libres y soberanos: algunas de ellas, considerando que no existía vínculo legal con las restantes, y creyéndose únicas dueñas de su destino, convocaron a elecciones para formar sus propias legislaturas.
México se encontró, repentinamente, en peligro de desaparecer y fragmentarse en muchas “Repúblicas independientes”.
Guadalajara, contaba con una Audiencia Estatal, y con esta ventaja se opuso a seguir los lineamientos del centro, y además manifestó que no existía ordenamiento legal, pacto o convenio, que la obligara a admitir ninguna clase de poder, ni acatar órdenes provenientes de la ciudad de México.
Otras provincias siguieron el ejemplo, rechazaron rotundamente al Congreso de la Unión. Las provincias de Texas, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, formaron una Junta con objeto de separarse, y construir una federación, en calidad de pueblos independientes. Oaxaca, Querétaro y Yucatán actuaban ya como estados autónomos.
Para agravar la situación, se presentó nuevamente el caudillismo, en la figura del general Antonio López de Santa Anna, quien con las fuerzas a su mando, se dirigió por Tampico hacia la capital del país. Aprovechando su paso por San Luis Potosí, para autoproclamarse protector de la federación, y de la libertad de los pueblos. O sea “El Mero, mero”.
Así las cosas ¿Cómo podemos estar en paz, en un país que tiene en su bandera unos animales rapaces, y un himno que nos provoca a la guerra?

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