jueves, 22 de febrero de 2018

ARTÍCULO

Redada de Pipiluyos
Apolinar Castrejón Marino
En México, los “pipiluyos” se encuentran actualmente bien protegidos por las leyes, leyes que no les alcanzan para evitar el desprecio -que les tiene buena parte de la sociedad- ni para borrar la historia de algunos hechos ignominiosos.
Un acontecimiento que fue ocultado durante mucho tiempo, es un baile realizado la noche del 17 de noviembre en el centro de Ciudad de México. Nada tendría de particular, pues los bailes son legales, pero el caso fue la participación de 42 hombres, y que la mitad de ellos estaban vestidos de mujer.
El baile en cuestión, se realizó en la calle de la Paz (actual Ezequiel Montes, o Jesús Carranza) en la colonia Tabacalera, en las proximidades del Centro Histórico de la Ciudad de
México.
Se sabe que, la mayoría de los bailarines pertenecían a familias adineradas, que se divertían comportándose como la élite social, aunque la gente les llamaba despectivamente “pollos” o “lagartijos”, y que propios y extraños los asociaban con el ocio, la holgazanería y la embriaguez.
El organizador de la fiesta fue Ignacio de la Torre y Mier, yerno del presidente Porfirio Díaz, de quien la gente se burlaba atrozmente llamándolo “El Yerno de la Nación”. Otro de los organizadores, fue Antonio Adalid, apodado “Toña la Mamonera”, ahijado de los malogrados emperadores, Maximiliano y Carlota.
Como a las 8 de la noche, los invitados empezaron a llegar ocultando su identidad en sus carros, con sombreros, y abrigos, y la fiesta comenzó de manera discreta. Pero, poco a poco el ambiente fue subiendo de tono, pues los convidados participarían en una rifa “Del Pepito”, que era un trabajador sexual.
Según el parte policiaco, a las 3:00 AM un uniformado escuchó mucho ruido al pasar frente a la casa, y al asomarse descubrió a las grotescas  parejas bailando, y entonces pidió refuerzos a su comandancia, para “poner orden”.
Al llegar la policía, uno de los travestidos les franqueó la puerta, para  que entraran, y como agradecimiento, lo dejaron escapar. Al entrar, reconocieron de inmediato al yerno de Porfirio Díaz, y también le facilitaron la huida. Así que solo capturaron a 40 de los invitados homosexuales. Como se diría hoy, 20 “activos” y 20 “pasivos”.
Y como “La polecía siempre en vigilia”, de entonces a la fecha, aún andan a la búsqueda del número 41, los policías para meterlo a la cárcel, y los homosexuales para castigarlo, por traidor.
A partir de ahí, el número 41 empezó de utilizarse como un código policiaco, para tratar de identificar al homosexual perdido. Y luego empezó a utilizarse coloquialmente para referirse a los homosexuales en general. Inopinadamente, la cultura popular, que era más quisquillosa, optó por proscribir el número 41.
No había cuarto de hotel que tuviera el número 41. Nadie cumplía 41 años; de los 40 se saltaban a los 42. No había automóvil que llevara la placa 41, ni casas en las nomenclaturas municipales, que ostentaran el número 41. Si no había más remedio, se utilizaba el 40 bis.
No había en el ejército División, Regimiento o Batallón que llevara el número 41. Desde luego, no había policía o agente, que aceptara ese guarismo.
Ese fue el mayor escándalo social de la época, y como tal, procuró mantenerse en secreto. Lo que no pudieron evitar fue el escarnio en los periódicos, ni el castigo de ser obligados a barrer las calles, vestidos con la ropa con la cual habían sido arrestados. Ah, también fueron amenazados con ser enrolados en el ejército.
Los “pipiluyos” más adinerados, se apresuraron a promover amparos contra su detención y exhibición, aunque esto mismo permitió que años más tarde, el abogado Juan Carlos Harris, encontrara sus nombres en los archivos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Y también encontró muchos detalles del caso, los cuales publicó, y con algunos de ellos hemos confeccionado esta colaboración.
Otra versión más atrevida, asegura que este tipo de fiestas continúan celebrándose en la actualidad, y sirven tanto para procurar diversión, como para realizar los más importantes acuerdos, de cómo repartirse el poder político y económico.
El periodista Rafael Loret de Mola, en su libro “ESCANDALOS” asegura que una cofradía de homosexuales se instaló en “Los Pinos” durante el gobierno de Miguel de la Madrid, y que van incrementándose en cada sexenio, tanto que en la actualidad, ya no caben. Y este es el verdadero motivo, de la convulsión política actual.
Realizan reuniones, en las cuales se pacta, quienes serán secretarios del gabinete, gobernadores, diputados, senadores y demás funcionarios. Pero los puestos ya no alcanzan, pues en esta cofradía homosexual se incluye fauna de todos los partidos políticos, y aún de la academia, y la “sociedad civil”.
Loret pone como evidencia, el perfil afeminado de varios gobernadores, y la costumbre de hacerse rodear de políticos jóvenes, bien parecidos. Para completar la aseveración, enumera varios nombres de miembros del gabinete, que son una nulidad, y que son mantenidos en esos altos puestos de manera “inexplicable”.
Pero eso se los relataremos en otra ocasión.

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