viernes, 23 de febrero de 2018

ARTÍCULO

Errores. Errores
Edilberto Nava García
Cuando cursé la secundaria en Tixtla, miré varias ocasiones a un maestro que lucía su barba más blanca que negra, a quien saludaban hasta con cierta reverencia. Pero solo eso. A poco supe que se trataba de un supervisor de escuelas normales. En Tixtla no había restaurantes en ese entonces, a no ser del que se ubicaba en la calle que parte del centro hacia el panteón, abajito de “El Perico”. Por lo que el 97 por ciento, estimo, que si debía alimentarse, lo hacía en el
mercado.
Aquel profesor, aún en servicio era nada menos que el autor de El Coyote, una obra de primer orden literariamente hablado así como de historia de la Revolución. Don Celedonio Serrano Martínez había hecho sus estudios en la casi naciente Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, a instancia de otro muy ameritado pedagogo mexicano, don Raúl Isidro Burgos, quien lo había conocido allá en Puerta de Arriba, junto a El Potrero que hoy se llama Villa Madero y pertenece al municipio de Tlalchapa en Tierra Caliente.
Avecindado en Tixtla el autor de El Coyote, tuve la oportunidad de conversar con él varias ocasiones. Era un hombre sencillo que decía lo que conocía, lo que sabía: y sabía mucho. Yo ya había sido alcalde de Apango y uno de sus hermanos lo fue en el mismo tiempo de Tlalchapa. Y hablamos de errores. Me dijo don Celedonio que había sido diputado en la década de los cuarenta; que los vecinos de El Potrero, le solicitaron por lógicas deducciones, que mediante decreto se le cambiara nombre a dicho pueblo. Y propusieron Valle Madero. Ese deseo de sus representados lo llevó tal cual ante el congreso guerrerense. Y así fue aprobado. Se dio el trámite de remítase al ejecutivo para su sanción y se publicó en el Periódico Oficial.
Cuando estuvo ya publicado, -me dijo don Celedonio-, que lo llamó el gobernador para sugerirle que llevara a los interesados aquel deseo cumplido de los habitantes de El Potrero. Que al diputado le agradó mucho la idea y se organizó un acto popular para tal efecto. Ya en la ceremonia, le correspondió a él como diputado por aquel distrito, dar lectura al decreto, topándose con la sorpresa de que en la impresión decía que El Potrero pasaba a llamarse Villa Madero. Todos los asistentes cruzaron miradas interrogantes. Ya no había de otra. Aunque en la sesión de los diputados se había aprobado como Valle Madero, al enviar el oficio al gobernador, la secretaria mecanógrafa escribió villa en vez de valle y nadie se percató del entuerto. Desde luego que hubo voces contra ese descuido, pero como queda establecido, lo que se publica en el Periódico Oficial tiene rango de ley.

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